CIUDADANA DEL MUNDO

Nada como viajar por el largo y ancho de nuestro planeta para sentirte ciudadano del mundo.

A lo largo de mi vida he viajado por España y por es Extranjero siempre que he podido. Con ello no solo he visto sitios maravillosos, lugares increíbles, costumbres distintas, gastronomía variada, etc., sino que además me he dado cuenta que en el fondo todas las personas somos iguales.

Por mis circunstancias siempre he viajado fuera de España con viajes programados, al estilo “si hoy es miércoles, esto es Bélgica”, cierto es que cada viaje ha sido una verdadera paliza, pero siempre he vuelto renovada.

Mi primer viaje al extranjero fue a Cuba, ¡qué experiencia! Después de 9 horas de vuelo en los que nos dieron varias veces de comer y que la azafata se empeñó en hablarme en francés, aunque yo la contestaba en Castellano, llegamos a esa isla maravillosa. Era marzo y la temperatura era soberbia pero el grado de humedad era altísimo.

Hice un recorrido por toda la isla y me encontré con personas muy inocentes y con gran curiosidad por saber de mí. Los niños daban las clases con sus uniformes coloridos y en la calle, por la buena temperatura que hacía, así no se extrañaban que los miráramos pues estaban acostumbrados.

Cuando te encontrabas algunos niños te preguntaban la hora, y cuando le contestabas en Castellano se asombraban y se daban codazos los unos a los otros, mi grupo de viaje había sido el primero en llegar a la isla y no estaban acostumbrados a los españoles.

Nos indicaron que si nos dejábamos las cámaras de video o fotos en algún sitio no nos preocupáramos pues las recuperaríamos, ya que el índice de robos era nulo y así fue en todo el viaje.

En las plazas y hoteles los cubanos intentaban cambiarte pesos por dólares pues existían unas tiendas especiales donde solo accedían los extranjeros y donde se podía conseguir productos que el cubano de a pie no podía comprar en las tiendas normales, así si tenían dólares, podían conseguirlos.

Toda Cuba es puro colorido, y a pesar de que les faltaba de todo lo básico se les veía contentos y felices, si hablabas con ellos te decían que, si ahora estaban mal por falta de medios y enseres, cuando Cuba estaba invadida por los americanos era mucho peor, ya que el índice de analfabetismo era grandísimo y las mujeres o se dedicaban a la prostitución o no conseguían trabajo.

En una ocasión nos llevaron a una fábrica de tabaco, era el día Internacional de la mujer trabajadora y todas las mujeres tenían algún tipo de flor en su mesa de trabajo, flor que les había regalado sus compañeros masculinos.  Me llamó la atención que mientras que todos trabajaban, por megafonía se les leía el periódico local o algún compañero decía versos que había escrito.

Los cines solo ponían películas de Kung Fu antiquísimas, al parecer a ellos les encantaban.

En las zonas reservadas para turistas, te podías encontrar cubanos que habían sido premiados por el Estado al haber destacado en su trabajo, o parejas cubanas recién casadas.

Fue la primera vez que me monté en un yate y vi las aguas cristalinas del Caribe, ¡qué preciosidad!, también por primera vez vi pelicanos. El capitán nos hizo una sopa con el pescado que previamente habíamos pescamos y estuvimos viajando en el yate todo el día.

También visitamos el parque botánico y todas sus maravillas, existían allí todo tipo de plantas y por supuesto la caña de azúcar que acampaba a sus anchas. El parque de animales salvajes no se quedaba corto, allí los caimanes más grandes del mundo nos vigilaban desde sus aguas, esperando que alguno se cayera por error.

En España nos habían dicho que las playas estaban acotadas para que los cubanos no se mezclaran con los extranjeros y que no nos dejarían andar solos por las calles. Era mentira, estuvimos en una magnifica playa y vimos una puesta de sol alucinante rodeados de cubanos que también disfrutaban de la playa, solo había unas rejas dentro del mar, para que nos pudiéramos bañar sin que tiburones y escualos nos amargaran la fiesta.  Y por supuesto anduve por la calle sin ningún problema, siendo, eso sí, la mirada por los cubanos que pocas veces habían visto a una rubia natural con la piel blanquecina.

Los cubanos fueron simpáticos agradables y curiosos por conocer nuestra forma de vivir, eso sí, eran un poquito lentos para nuestras costumbres. Tardábamos en comer tres horas en los restaurantes, por lo lentos que eran en servir, entre plato y plato nos daba tiempo de hacer la digestión.  Ellos no entendían de prisas. Y por supuesto a la hora de comprar algún recuerdo era alucinante el tiempo que se tardaba por la lentitud de los dependientes. Y por supuesto el café te lo servían con leche en polvo.

Fui a una biblioteca cubana y me encontré con toda clase de libros, aunque un poco antiguos y me traje una historia de Cuba, donde aprendí su forma de ver su pasado distinto al que nos habían contado en España.

Para cambiar dólares por pesos cubanos tuvimos que ir a un banco, allí nos cachearon y tardamos media hora en conseguir cambiar moneda, esta vez por la gran seguridad de los bancos nacionales.


Fue un gran viaje de 10 días, volví quemadita por el sol, con la maleta llena de ron y tabaco cubano. Por cierto, como curiosidad, cuando abres un paquete de tabaco cubano te encuentras que están colocados al revés de como nosotros lo hacemos, esto es para que no toques con la mano la boquilla. 

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