Desde
los 17 años he estado a dieta, plan, régimen o como quiera llamarse el hecho de
restringir la comida y pasar hambruna aposta.
Empecé
porque la moda indicaba que las mujeres teníamos que pesar lo mismo que la Barbie,
y yo que por aquel entonces era tonta me di cuenta que tenía que perder unos
kilitos. Total, una decisión que marcó toda mi vida posterior.
El
problema de empezar con dieta es significado que cuando se acaba se vuelve a
recuperar el peso o incluso se pesa más, el cuerpo que es muy sabio, piensa “hay
que retener, que de vez en cuando vienen tiempos difíciles de hambruna y
tenemos que tener reserva”.
Por
ello aconsejo contundentemente nunca ponerse a dieta. Lo que hay que hacer es comer
una ingesta variada y muy mediterránea, pensar que nuestro cuerpo no es un cubo
de basura y que nos merecemos querernos más y estar más saludables, para ello
habría que estudiar detenidamente los alimentos buenos, los malos, quedarnos
con los mejores y no hacer caso de la publicidad.
Si
porque la publicidad es parte del problema del sobrepeso, se ha demostrado que
mientras vemos la televisión es cuando más ganas de comer tenemos, cuando vamos
al frigorífico (en los miles de anuncios) nos hacemos con tentempiés diversos y
todos ellos poco saludables. Ya sea por los anuncios de refrescos, de bollos o
de comida basura, que se nos presenta como lo más apetecible, comemos mientras
vemos la televisión. Claro que también puede ser por lo aburrida que es, cada
día más.
Si
vemos el telediario o los miles de coloquios políticos que nos brindan todos
los días, nos deprimimos y lo pagamos con la comida basura, porque no nos
levantamos a por una manzana, no, nos levantamos por las sobras que han quedado
de la comida, o de ese bollo de chocolate…..
Si
nos quedamos en los programas basura radiactiva, que tienen una audiencia increíble,
comemos como posesos viendo como los de dentro de la tele se pegan, se insultan
y nos llenan de morbo.
Un
amigo me decía hace poco que claro, llegaba cansadísimo de estar hora y media
en el metro, de estar trabajando todo el día con mal salario, malos compañeros
y jefes y que cuando llegaba a casa solo le apetecía ver el Salvados, por lo
que se hacía con un tanque de palomitas repletitas de sal y aceites
innombrables y hasta la hora de la cena, se olvidaba de todo y de todos.
Porque
es cierto que en esta sociedad actual comemos la mayoría de las veces más por
aburrimiento, pena, agobio, soledad y ansiedad que por hambre. Ya no sabemos
que es pasar hambre, si notamos un gusanillo en el estómago, no es porque
nuestro jefe nos saca de nuestras casillas, es por hambre y nos hartamos en la
oficina de cafés de máquina y bollería industrial. Si un compañero nos irrita
hasta tener ganas de colgarle por los pies, nos comemos todas las galletas que
tenemos en el cajón de los clips, etc., etc.
Es
más fácil premiarnos con la comida, aunque solo sea por tres minutos que
ponernos manos a la obra y pensar cómo podemos cambiar de vida, aunque tal como
están las cosas, ¿quién puede cambiar de vida?
Las
mujeres lo tenemos mucho peor que los hombres, nuestras hormonas hacen que
estemos esclavizadas por ellas, y además que retengamos líquido y grasas. Así
que es fácil para los hombres quitarse esos kilillos que han cogido por las
cervecitas, con estar una semana sin comer pan, lo tienen asegurado, nosotras
no, nosotras tenemos que quitarnos, del pan, del chocolate, de las grasas, de
la cerveza y de la comida si queremos entrar en el vestidito tan mono que
compramos de una talla menor, pues estábamos seguras que con ponernos a plan 3
días cogeríamos en él.
Aconsejo
que, si al final decidimos hacer dieta, se visite al especialista primero y que
nos haga las pruebas pertinentes para ver cómo estamos de salud, y si tenemos
esa edad interesante de los 45 para arriba que nos hagan pruebas por si
nuestras tiroides no nos tienen ningún aprecio.
Pero
no hay mejor dieta como comer frutas, verduras, hortalizas toditas todas
naturales. Comer con nuestro magnifico aceite de oliva virgen extra, que nos
quitemos de la bollería industrial y nos dediquemos a preparar postres al
estilo de nuestras abuelas, comamos un buen pan, tomemos cereales y arroz
integral, mucho pescado azul, pollo de corral, huevos frescos puestos por
gallinas libres, carne de ternera o de cerdo sin grasa y todo ello muy español.
Olvidarnos
de las gaseosas carbonatadas que son malísimas, es preferible beber un buen
vino o cerveza. Borrar de nuestra vida los light que son veneno puro para la
salud y toda clase de preparados como barritas o batidos que venden para
adelgazar y sobre todo no hacer caso de las dietas milagro, pues con la salud
no debemos jugar y no hay milagros que existan para perder peso.
Si
además de una buena comida andamos todos los días al menos media hora,
alejaremos de nosotros al médico y los kilos de más. Lo del gimnasio, para los
que le guste, si no te apetece no lo hagas, bastante difícil es la vida como
para que nos la compliquemos más.
Si
a pesar de estar convencidas nos pasamos y nos comemos un donut o una tableta
de chocolate, no hay que tener mala conciencia, seguir como si nada hubiera
pasado con nuestros alimentos mediterráneos y andar un poquito, y seguiremos
estando en plena forma.
Y
sobre todo ser felices con lo que somos, con lo que tenemos, con lo que nos
rodea, levantarnos cada día y antes de saltar de la cama, planear que ese día
va a ser muy especial, que todo nos va a salir bien y que conseguiremos lo que
nos propongamos, porque nosotras lo valemos.
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