BOLITA DE PELO Y FIDELIDAD

Un día lo trajeron mis hijos a casa, era una bolita de pelo que nos lamia a todos constantemente o nos mordía sin hacer daño con sus dientecitos de leche. Empezamos a malcriarle.

Todo el tiempo quería jugar y nos provocaba quitándonos la zapatilla, los calcetines o cualquier cosa que pensara que con eso iba a llamar la atención, y lo conseguía.

Pensé que cuando se tenía que quedar solo en casa lo mejor era la cocina, así que con el tiempo se comió dos patas de madera de la mesa. En una ocasión se subió no se sabe cómo donde estaban los cereales y los tiró por el suelo y se comió gran parte de ellos, cuando llegué a casa me lo encontré empachado y tirado en su cuna sin apenas poderse mover.

En otra ocasión cuando salí de la cocina subió a la encimera valiéndose de una silla que estaba cerca y se comió un codillo con hueso y todo en el tiempo record de 10 minutos. Así que poco a poco me enseñó a no dejar a su alcance nada y mucho menos la comida.

Le adoptamos con 4 meses y ya tiene 11 años y a pesar de todas sus travesuras y destrozos es importantísimo en mi vida. Con el tiempo nos hemos hecho inseparables, me sigue por toda la casa, se pone en mis pies cuando estoy sentada, duerme en mi cama a mis pies y cuando tengo que salir llora y ladra sin parar, creo que teme que no vuelva nunca.

Siempre me espera encantando de mi vuelta a casa, salta y festeja mi llegada, aunque solo haya salido 3 minutos, y me recibe con su pelotita para que juguemos. Inspecciona todo lo que hago minuciosamente, y olisquea todo lo que compro, pues es un seguidor y defensor de la dieta mediterránea.

Sabe perfectamente cuando quiero que no me moleste porque tengo cosas que hacer y se sienta siempre muy cerca de mí y dormita hasta que ve que estoy terminando y entonces se levanta y quiere que le coja para acariciarle, necesita saber que le quiero.

Si miro por una ventana, se pone a dos patas para que le coja y vea lo que ocurre en la calle. Cuando tiendo ropa, espera sentado pacientemente hasta que cuelgo la última prenda y entonces se pone a dos patas para que le coja y mirar por el tendedero que se cuece en el patio.

Alguna vez que he estado con gripe y me arrastraba del sillón a la cama y viceversa ahí estaba el para acompañarme y darme calor, sabe cuando tengo fiebre y me lame las manos, creo que en un intento de bajármela.

Si alguna vez estoy triste, él lo sabe e intenta lamerme la cara y que le tenga en brazos todo el rato, y de esa forma me trasmite toda su alegría.

Es el motivo por el cual todas las mañanas me levanto a la misma hora para que salgamos de paseo a la calle, tenga ganas o no, haga frio o calor.

Tengo que decir que intenta protegerme constantemente y cuando alguien en la calle se me acerca, gruñe avisando lo peligrosísimo que es y solo deja de hacerlo cuando ve que hablo con esa persona tranquilamente, entonces se sienta a mi lado.

Le encanta comerse la hierba de los parques y hacer pis en los árboles, persigue a los pájaros que encontramos en el suelo y siempre se pone muy ufano cuando estos vuelan despavoridos. Supongo que como a todos los perros no le gusta los gatos y los ladra hasta que estos aburridos se manchan con su paso majestuoso.

Le vuelven locos las zanahorias, creo que es su plato preferido, posiblemente era conejo en otra vida. Odia los jarabes y las pastillas, tengo que hacer malabarismos para que se tome las medicinas que le manda el veterinario. En ocasiones pongo las pastillas dentro de un trozo de salchicha y es capaz de masticar la salchicha, tragársela y escupir la pastilla.

A casa siempre han venido amigos a comer, tomar café o cenar y el los saluda contundentemente cuando llegan poniéndose muy contento desde el momento que suena el portero automático. Luego asiste a la reunión en silencio mirando todo lo que hacemos y estando al tanto por si se cae algo de comida al suelo para comérselo, en esas ocasiones es como una aspiradora, le encanta tener el suelo limpio.

Cuando las visitas se marchan siempre quiere que le coja para estar a la altura de ellos y despedirles como hago yo desde la puerta.

Con mi nieta se lleva estupendamente, aunque son muy ruidosos los dos juntos, pues el ladra constantemente contestando a sus peticiones y juegos. Ella le llama Cariño y desde siempre le ha tratado como un muñeco. En una ocasión la encontré poniéndole un jersey suyo y el otro se dejaba hacer y a mí me pone pegas para ponerle su abrigo para salir a la calle. Con él ha jugado a médico y paciente y le pone vendas en las patas y tiritas en las orejas, cuando él se cansa viene a mí para que le quite las vendas.

Odia el secador de pelo y le horrorizan los petardos. En Navidad lo pasa fatal y no quiere salir por las noches a su paseo diario y se hace una bolita temblorosa en su rincón-refugio, puede llegar a medir 10 cm en tales circunstancias.

Cuando tiene que ir a veterinario siempre se esconde detrás mía intentando que no le vea y cuando le coge y le pone en la mesa para auscultarle se paraliza y el medico puede hacer lo que quiera con él, el veterinario está encantado, sentimiento que no es mutuo, por supuesto.


Sé que esto solo lo entienden las personas que tienen un perro, que hay gente que no les gusta las mascotas o les tiene miedo y no quiere ni que se les acerque, pero esas personas no saben lo que se pierden. Si me faltase sería como si me amputaran un miembro o un órgano de mi cuerpo, puede que el corazón exactamente. 

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