Tengo dos, un chico y una
chica y puede que sea lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida.
Y sin embargo no me
prepararon para tenerlos, no me educaron para educarles, no me dijeron nada de
lo que realmente sucede cuando los tienes. Si recapacito creo que incluso me
engañaron.
Soy de la generación sándwich,
en la generación que nos han enseñado el respeto por nuestros mayores, la que o
estudiabas o trabajabas y cuando trabajabas dabas su salario en casa, sin
rechistar, porque así eran la cosas por aquel entonces. Además, sabias que
tenías que cuidar a tus padres cuando se hicieran mayores, aunque ya tuvieras
tus propios hijos. Yo tuve mala suerte y no me dio tiempo a cuidarlos, mi padre
murió cuando cumplí 21 años y mi madre 7 años después, en los dos casos de
forma drástica, contundente, rápida y feroz, que hizo que lleve una carga
psicológica importante, creo que me he sentido huérfana toda mi vida.
Pero como decía, soy de la
generación sándwich en la que además tienes que cuidar a tus hijos muchísimo
tiempo, con la sensación de que nunca se van de casa completamente.
Puede que por ese sentimiento
mío de huerfanismo, siempre he tenido miedo de morirme y dejar solos a mis
hijos. Me pasé toda su infancia queriendo que cumplieran YA los 18 años, pues
así pensaba que, si yo faltaba, ellos podrían decidir por sí mismos su futuro
sin tutor alguno…. ¡que equivocación!, ahora tienen 31 y 25 y sigo pensando que
me necesitan para casi todo y que yo tengo que estar allí, al pie del cañón,
para ayudarles y alentarles, ser su apoyo económico cuando lo necesitan y no
fallarles nunca.
No es que quiera morirme,
no, pero sí que me gustaría no tener la sensación de que aún tengo que vivir
para mis hijos. No me gusta estar sola, pero se lo bonito e importante que es
echarles de menos, no tener que pensar en ellos a cada momento y no sentirme
mejor, peor, estupendo o fatal, dependiendo de cómo les vaya a ellos.
Sé que en España gracias a
toda esa generación sándwich siguen viviendo muchas familias en la peor crisis
que hemos conocido, después de la guerra civil. Los abuelos actuales son los
que cuidaron a sus padres hasta que faltaron, criaron a sus hijos hasta que
pudieron irse de casa, cuidan a sus nietos en la actualidad para que sus hijos
puedan hacer “sus vidas” y muchos de ellos además ayudan económicamente gracias
a sus pensiones.
¿Alguien se da cuenta de lo
que supone eso? ¿Alguien puede imaginar el arrojo, la valentía, la fuerza, el
valor y la inteligencia que hace falta para hace ese trabajo?
Dicen que los abuelos que
cuidan a sus nietos son más longevos, ¡no te fastidia, claro!, la carga que
llevan a cuesta hace que sigan en pie con las botas puestas hasta la extenuación.
Pero volvamos a mis hijos, creo
que intenté por todos los medios hacer lo mejor para ellos, no solo físicamente
sino psicológicamente, para ello leí millones de libros al respecto, los
estudié, los analicé, intenté ser justa e imparcial, no quise protegerlos
demasiado pero siempre intentando ser parte de sus vidas. Sus amigos siempre
han sido mis amigos, así sabia con quién estaban, he intentado educarlos en la ética,
moral e igualdad de sexos, pero seguro que metí la pata muchísimo más de lo que
creo. Seguro que alguna vez un psicólogo/a les diga que por culpa mía….
Siempre he dicho que la profesión
más difícil es la de ser padres, si digo profesión aposta, porque es un trabajo
arduo y difícil, que no enseñan en ninguna universidad, colegio o instituto.
Sin que decir tiene que además no todo el mundo se lo toma en serio y fracasa
estrepitosamente en el empeño. Recuerdo una frase magnífica de Keanu Reeves en
la película “Hogar dulce hogar, a veces”. En ella cuenta como su padre le
tiraba cigarrillos encendidos para despertarle y continúa diciendo: “para conducir
hay que hacer un examen, para pescar necesitas un carnet, pero ser padre puede
serlo cualquiera”. En efecto, cualquiera puede ser padre y madre y no se les
enseña ni se les pide la correspondiente preparación para ello.
Así que haces lo que
puedes, en un mundo muy difícil para educar en valores, y si intentas hacerlo
lo mejor posible, te vas a encontrar con numerosos problemas de todo tipo, en
la escuela, en la sociedad e incluso en tu familia. Porque encima, todo el
mundo, al parecer puede opinar de cómo lo haces y puedes ser criticada por
cualquier cosa. Y hagas lo que hagas, ni tus hijos, ni esta sociedad, ni nadie
te dirá que lo has hecho bien, todo lo contrario.
Así que mi sentimiento de
culpa por haber hecho un mal trabajo siempre estará ahí, siempre pensaré que he
hecho poco o que he sido demasiado protectora, o que tenía que hacerme
comportado de otra forma y así les hubiera ido mejor a mis hijos.
Creo que mi última frase en
este mundo será: lo siento, lo siento en el alma, no haber hecho más por
vosotros, por haberos fallados en múltiples
ocasiones, por no haber sido la madre que os merecéis, pero he hecho todo lo
que sentía que debía hacer.
Porque el ser madre es eso,
un puro sentimiento, nada razonable, nada palpable, nada lógico, todo lo contrario,
ser madre es en definitiva puro amor incondicional.
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