Por
fin llegó el viernes y fui a la clínica, ingresé a las 8 y me dieron rápidamente
habitación, enseguida vino el Doctor que me iba a practicar la operación, tengo
que decir que fue exquisitamente cariñoso, atengo y amable, cosa que se agradece
inmensamente. A las 8:30 ya estaba en el quirófano helada y rodeada del
personal técnico. Me durmieron en 2 minutos y lo siguiente que recuerdo es mi
entrada en la habitación encima de la cama.
Estaba
muy sedada y solo tengo retazos de recuerdos, me despertaba momentáneamente
cuando mi hijo me preguntaba cómo me encontraba o alguna enfermera venía a
verme a tomar la tensión o la temperatura.
Luego
vino mi hija con su pareja, la pobre al verme blanca y demacrada me abrazó y se
puso a llorar, me trajeron un globo enorme de Helio en el que ponía: “Bienvenida
a tu nueva vida”, el globo fue la atención de todo el mundo que pasó por la
habitación en los dos días y dos noches que estuve allí.
Me
quejé porque me molestaba un tuvo que tenía colocado en la nariz y me lo
quitaron y permitieron que me mojara los labios, los tenía acartonados y sentía
una sed terrible, pero no me dejaron beber nada.
Ya
por la tarde empezó a molestarme muchísimo la barriga, era como si tuviera
mucho aire comprimido y que no podía salir. Vino el médico a verme y se lo
comenté me dijo que más tarde intentarían levantarme un ratito para ver si así
se me pasaba. Al parecer en la operación te meten en el estómago aire para
poder ver en su interior y no tienen el detalle de quitártelo luego. Me dijo
también que al principio de la intervención había tenido la tensión alta y que
debía ser por los nervios. En esos momentos la tenía normal.
Pero
llegó la noche y las enfermeras de ese turno no me dejaron levantarme, yo
estaba fatal de dolor y ya me dolía la cabeza también, me tomaron la tensión y
la tenía alta, así que me pusieron algún tipo de medicación a las 12 y solo
pude dormir tres momentitos de una noche terrible de dolores. Al parecer el
tema fue generalizado, los pitidos de las llamadas a las enfermeras de todas
las habitaciones se oían constantemente. Las dos que me tocaron al parecer eran
novatas de ese servicio, muy poco amables y por su culpa pasé una de las peores
noches de mi vida, y de mi hija que se quedó conmigo.
Ya
al día siguiente (sábado) el cambio de turno trajo más cariño y analgesia, me
dijeron que si quería me sentara en la cama, lo hice encantada, cualquier cosa
para salir de la cama se me hacía maravilloso. Pude hacerlo e incluso me senté en el
sillón que había en la habitación.
Pude
ver los cinco agujeros que tenía en la boca del estómago, me los curaron y de
uno de ellos pendía una sonda. A lo largo de la mañana ya me dieron botellitas
de agua para que fuera bebiendo poco a poco y a media tarde una infusión de
manzanilla. Las cosas calientes las notaba desagradables cuando llegaban al
estómago.
Vino
la médica de turno y me dijo que estaba bien y que si quería me quitaban la
sonda de la orina y que anduviera cuanto quisiera, pero despacito y así lo hice. Las heridas de las incisiones que me habían hecho tiran muchísimo y casi
vas encorvada, en mis paseos por el pasillo conocí a un chico joven que se había
hecho un bypass gástrico, es decir reducción de estómago, pinzamiento y
retirada de un trozo de intestino, él lo va a tener más chungo que yo.
Esa
noche se quedó mi hijo acompañándome, yo estaba agotada así que me acosté
prontísimo y pude dormir hasta las 6 de la mañana que empiezan las enfermeras
con el trajín diario. Como la médica del día anterior me había dado esperanzas
de que podría darme de alta el domingo, estaba muy contenta. Mi hija vino a
sustituir a mi hijo y esperamos la llegada del médico que me confirmó que todo
estaba bien y que me quitaban todo lo que me anchaba con el hospital y que me
podía ir a casa. Palabras maravillosas.
Me
enseñaron a curarme los agujeros y me dieron un informe por escrito en el que
decía que debía hacer los próximos días.
En
casa se está de miedo a pesar de que ya me empezaba a doler los agujeros y que
me doy cuenta que cuesta agacharse, levantarse e incluso estirar los brazos, me
pasé toda la tarde noche bebiendo un zumo light que me dieron la clínica, una
manzanilla y agua. No tengo ni chispita ganas de comer nada, me cuesta un
montón incluso beber.
Luego
del trabajo vino mi hija con su pareja y mi perrito a verme. El puñetero
perrito está enamorado del novio de mi hija y pasa de mi olímpicamente, pero me
encanta que esté bien. Han decidido quedárselo porque no me encuentro con
fuerzas para poder sacarle a la calle. Espero que esto se pase en un par de días
y pueda hacer una vida normal, aunque mi dieta en los próximos 4 días consiste
en agua, zumos diluidos, caldos diluidos y acuarius zero cada dos horas, pero
solo 30 ml.
Me
acosté por la noche con dificultad en la cama, tienes que hacer un verdadero contorsionismo
para poder llegar a la horizontalidad y luego para levantarte es complicado pues
en esos gestos uno de los agujeros que yo he bautizado como “el quinto elemento”
te tira hasta el punto de tener la sensación que se va a romper algo por dentro
de ti.
Me
he levantado mejor y he comenzado con las medicaciones recomendadas. La
inyección que tienes que ponerte en la tripa para que no se produzcan coágulos
ha sido más fácil de lo que yo pensaba, sigo sin ganas de comer y además eres
consciente que sería imposible ingerir algo que no fuera líquido.
Este
domingo tengo visitas por la tarde y estaré entretenida, así también pensaré en
otras cosas que no sea yo misma y mi “quinto elemento”.
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