Por
fin el viernes pasé a la fase 2, es decir ya ingiero en cada toma 90 ml en
lugar de 30 ml y las raciones son con algo más de consistencia: purés de
verdura y pollo, yogures cero, puré o compota de frutas, y el dichoso Meritene.
El Meritene que lo tomas en el desayuno consiste en unos polvos sabor a
chocolate chungo, que al parecer llevan muchos minerales, vitaminas y proteínas,
pero su sabor es demasiado dulce, no me gusta en absoluto, es como si tomaras
sacarina a modo de caramelo. Las tomas se reducen y entre una y otra tienes que
hidratarte.
Justo
ese día empecé a hacer deposiciones, aunque son incomodas, pues son muy
descompuestas y urgentes, cuando llegan mejor estás cerca de un servicio. Como
el sábado me pasó lo mismo he pensado que es el Meritene que no me sienta bien,
así que me he comprado en Mercadona unos cereales integrales de trigo y arroz
que no llevan nada de azúcar, hoy los he desayunado con leche fría (la caliente
no me gusta) y están buenos, además no se deshacen fácilmente al estar en frío
y puedes tener el placer de masticarlos copo a copo.
Recuerdo
que cuando era jovencita el futuro que nos pintaban era el de alimentarnos con
una sola pastilla, ni de coña, no estamos preparados para ello, no nosotros, yo
echaba de menos poder masticar los alimentos más que nada en el mundo, creo que
no sabemos lo maravilloso que es el masticar lentamente los alimentos y sentir
su gusto y como sus diferentes sabores nos inundan el paladar, es un placer de
dioses que no nos damos cuenta hasta que no podemos.
Yo
siempre he sido de las personas que tienen la costumbre de masticar rápido y
mal, si es cierto que es debido a que desde que cumplí 12 años he tenido
siempre que comer fuera de casa y en poco tiempo, por lo que me acostumbré a
engullir los alimentos de forma rápida y eficaz. Así que nunca he dado tiempo a
mi cerebro a saber que me había alimentado y podría ser uno de los factores por
los que acumulé peso.
Es
algo que aconsejo que se haga: reeducarse a la hora de las comidas, creo que a
poco que tengamos que comer, tenemos que hacerlo con mucho boato, como si fuera
el más rico manjar, ya sea una pera como una ración de gambas a la plancha.
Deberíamos de concentrarnos en lo que estamos haciendo, masticar muy despacio, pensar
en los distintos sabores, disfrutar del placer de comer, sin tele y sin nada o
nadie que nos distraiga. Y si estamos en una comida con familiares o amigos
dejar para los postres eso de hablar. Yo
quiero conseguir amar la comida y verla como algo que me ayuda a sentir sana a
la par que disfrutar de su placer.
Cuando
picas entre comidas realmente no disfrutas, engulles los alimentos sin ningún
placer, piénsalo bien, es así, y encima nunca te sientes satisfecho parece que
necesitas siempre más, pero porque no valoras lo que estas comiendo, lo haces
como quien se muerde las uñas o fuma compulsivamente.
El
viernes me sentía muy positiva, brillaba el sol que eso siempre me anima y mi
hija me invitó a que nos fuéramos a andar. A ella no le gusta andar, sé que
solo lo hizo para ayudarme, mi niña es increíble.
Lo
que normalmente hubiera hecho en una hora la hicimos en hora y media, mi paso
es muy lento, me siento entre mareada y sedada y el ejercicio me dejó agotada,
tuve que echarme en la cama un rato para coger fuerzas.
Hoy
me ha dicho mi hija de ir otra vez a andar, pero está el día nublado y triste y
no me siento con fuerzas, así que cuando venga la diré que otro día.
Mañana
ya tengo que comenzar tomando vitaminas (dos al día) y hoy se acabaron las
inyecciones en la tripa, la tengo llena de moratones y están tardando en quitarse,
pero supongo que, como todo, es cuestión de paciencia.
Y
mañana por fin tengo que ir a la clínica para ver a la nutricionista y luego al
médico. Quiero pedir que me pasen las fotos que me irán haciendo y posiblemente
las cuelgue en el blog para ver la diferencia física. Noto que cada día pierdo menos peso, hoy solo
300 gramos, pero supongo que es lógico, ya que el cuerpo es capaz de
conformarse con poco alimento y a cambio te regala un cansancio mortal.
Desde
el viernes me dejó mi hija a mi pequeño Caifás, así hago un poco de ejercicio
bajándole a la calle. Se porta genial, siempre a mi lado y solo ladra cuando el
globo que me llevó mi hija y su pareja al hospital, se mueve, no le gusta nada.
Tengo
poca concentración haciendo las cosas es parte de ese cansancio que tengo, no duro
casi nada en las lecturas de mis libros y el sábado cuando fui a comprar me
olvidé algunas cosas, pero no me castigo por ello, poco a poco me iré
encontrando mejor, seguro. No pasa de las 22:30 que los ojos se me cierran
irremediablemente, pero duermo muy relajada y lo que jamás he hecho como el
estar en la cama pensando y sin levantarme apresuradamente, lo hago ahora, no
tengo demasiada prisa por nada, hago las labores de casa tranquilamente, tengo
que pensar que esto también es una bendición, yo siempre he sido muy nerviosa y
ansiosa.
Los
agujeros por donde me hicieron la laparoscopia y me extrajeron el 80 % de mi
estómago van curando día a día, ya solo me tira el “quinto elemento” levemente
y ya puedo dormir de lado.
Esto
es una oportunidad de cambiar mis costumbres, serenarme, quererme más y ser más
feliz y quiero conseguirlo.
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