CAPITULO IV. SIN CONTROL

Bajaba en el ascensor cuando se paró en el cuarto piso, era ella. Se saludaron cortésmente con un “buenos días” y ella le mostró su extraordinaria sonrisa. Se preguntó que podría decirla para entablar conversación, pero no le dio tiempo y llegaron al bajo, el con mucha educación le abrió la puerta del ascensor y la dejó pasar primero, ella le dio las gracias y siguió andando hasta el portal, tuvo casi que correr para llegar antes que ella y abrir la puerta para que ella pasase antes, volvió a darle las gracias y se fue con su paso firme y su bolsa de deporte.

Eran vecinos desde hacía más de 24 años. En los primeros años casi no la veía, solo en ocasiones cuando ella volvía de trabajar ya adentrada la tarde o algún fin de semana que se encontraban en el portal entrando o saliendo. Ella siempre le pareció enigmática, guapa, elegante, sumamente apetecible, pero siempre que pensaba en ello, su cara enrojecía rápidamente al recordar que estaba casado y tenía dos hijos. Nunca se había permitido pensar en ella, pero últimamente la veía más, en una ocasión se encontraron en el ascensor o en el portal unas 5 veces en el mismo día, el la comentó “no nos vemos en muchos meses y sin embargo hoy nos vemos constantemente”, ella se rio y le dijo que tenía razón.

Con el tiempo cada vez que la veía su corazón se aceleraba más, no podía evitarlo y siempre la miraba a los ojos, a esos ojos verdes gatunos que tanto le gustaban, sin conseguir que ella le correspondiera más de un segundo. Cuando la veía estando con su mujer, se sentía azorado, e intentaba disimular su cambio de ritmo cardiaco. Hasta en una ocasión que iba a pasear con la perrita de su hijo mayor y se la encontró en el portal, ella le hizo una carantoña a la perra y él la contó con mucha rapidez que estaba malita y lo que había tenido que hacer el veterinario para que su calidad de vida mejorara, ella le escuchó sin interrumpirle y solo exclamó “¡Oh pobrecita, espero que se mejore!”. Luego se sintió como un tonto, y estaba seguro que ella pensaba lo mismo de él.

Parecía mentira tenía 62 años y se comportaba como un chaval de 15, pero no podía remediarlo. ¿Cuántos años tendría ella?, creía que andaría también por los 60 si contaba con los años que habían vivido en ese bloque de pisos. Él estaba prejubilado del banco donde había trabajado toda su vida desde que entró de botones. Él no sabía dónde había trabajado ella, pero pensaba que por el atuendo que llevaba y su cartera de portátil debía de hacerlo en una oficina. Ella debía de estar también prejubilada o algo parecido pues estaba claro que ya no tenía las mismas costumbres ni horarios de antes.

Sabía cómo se llamaba ella pues en una ocasión lo miró en el buzón de correos, cosas de la vida, se llamaba como su mujer. Y eso le hizo pensar en ella, su mujer desde hacía ya una eternidad, una mujer normal que nunca había sido guapa, aunque tampoco fea. La conoció en el pueblo de ella cuando con unos amigos fue a las fiestas patronales, él era amigo de un primo de ella y a partir de entonces y nunca supo cómo, ella empezó a aparecer con su primo que a la vez empezó a salir con una amiga de ella. Le pareció una persona sencilla, amable y cariñosa y con el tiempo se hicieron novios y se casaron.

Pero nunca había sentido por ella grandes pasiones, su amor era tranquilo y apacible, ella era buena ama de casa y le dio dos hijos varones que colmaron su felicidad tranquila y sin sobresaltos, él siempre había sido así, nunca tuvo grandes aspiraciones y se conformó con lo que la vida le iba dando, así que el tiempo pasó, los hijos se hicieron grandes y se marcharon del hogar y fue entonces cuando se dio cuenta lo vacía que había sido su vida, lo envejecida que veía a su mujer y sin embargo él se sentía lleno de vida y echó de menos otras vivencias, otras pasiones, aquellas cosas que siendo joven no le llamó la atención pero que ahora parecía que necesitaba y ahí era donde entraba su vecina.

Así que los sentimientos le iban y le venían cada vez que la veía; en ocasiones pensaba que la odiaba, simplemente por estar ahí, por existir, por hacerle sentir deseos que nunca debía de sentir, y en otras ocasiones sentía que la amaba profundamente, sin apenas conocerla.

Así que dejaba pasar el tiempo sin poder hacer nada para remediar la situación, ¡si por lo menos ella mostrase que también tenía algún tipo de sentimiento hacia el!, la cosa puede que cambiase, lo peor de todo era pensar que para ella el pasaba inadvertido, que no era nada ni nadie para ella y eso le descomponía. Así que en ocasiones rezaba para no encontrársela ni verla, no saber nada de ella y en otras rogaba poderla ver, aunque fuera solo por unos minutos y que ella le saludara con esa voz angelical y le mirase con esos ojos maravillosos que le cautivaban.

Empezó a cuidarse más, se dejó una fina y arreglada barba, siempre que salía a la calle lo hacía bien peinado y arreglado, solo y exclusivamente por si se encontraba con ella por unos cortos, pero maravillosos minutos.

 Continuará




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