Hubo un tiempo en que el miedo se apoderó de mí y vivía bajo su dominio en
forma permanente.
Creo
que todo empezó al haber tenido una infancia sin seguridad. No es que mis
padres no me la dieran, pero no me enseñaron a vivir segura de que todo se puede
arreglar, que no hay nada en la vida que no tenga solución, que hay problemas
que se pueden arreglar, que la vida está para darnos su lado bueno y amable y
no para sentir infelicidad.
A
mi madre siempre la vi como una persona triste, insegura y que sin que ella se
diera cuenta me infundió una clase de miedos a casi todo. Cuando pienso en
ella, recuerdo miles de detalles en los que el miedo estaba presente, miedo a
perderlo todo lo que teníamos, miedo a un incendio, miedo al dolor, miedo a las
enfermedades... Y una sensación de no poder salir de ese mundo terrible de
desgracias incontrolables.
Así
me crié con una sensación de pequeñez y sabiendo que no podía afrontar nada
malo de lo que seguramente tenía que pasar y me convertí en una persona
insegura y evocada al fracaso. Seguramente por eso nunca miro al pasado, el
pasado me parece oscuro, triste y terrible. Porque no hay nada como tener
metido en la cabeza que algo te va a pasar, para que pase, de ello estoy ahora
muy segura, y así me pasaron cosas terribles como la muerte de mis padres
cuando yo era demasiado joven para afrontarlo y cuando aún los necesitaba
demasiado, por lo que me demostré a mi misma que los miedos se convierten en
realidad.
Encima,
como no podía ser de otra forma, me enamoré de una persona que dándose cuenta
de mi pequeñez se dedicó a darme muestras de que no estaba equivocada y seguí
teniendo miedo a muchísimas cosas.
Si,
hubo un tiempo no demasiado lejano pero que a mi me parece fue en otra vida,
que viví un verdadero tormento lleno de terrores, en los que pensaba que no
podía estar contenta por nada pues en poco tiempo me pasaría algo terrible.
Así
cuando se me escapaba una sonrisa por algo, enseguida me frenaba pensando que
algo terrible me iba a pasar. Recuerdo perfectamente un 24 de Noviembre, estaba
en la oficina miré el calendario y me percaté que solo faltaba un mes para las
Navidades y eso me hizo sentir feliz, diez minutos más tarde una llamada me
indicó que mi madre tenia Cáncer y fueron las peores navidades de mi vida. Así
fue todo por aquel entonces.
Mi
pareja me dominó durante mucho tiempo manejando estos terrores hacia casi todo
y llegué a ser una persona sin autoestima. Dicen que el miedo es una emoción
que sentimos cuando percibimos algún tipo de peligro. Así también me convertí
en una persona que vivía alejando cualquier tipo de riesgo de su vida, eso hace
que tus movimientos sean muy cortos e indecisos y que las decisiones estén tan
amenazadas, que las tomas erróneamente en un porcentaje demasiado elevado.
Hubo
algo que me salvó de esta locura neurótica y fue mi fuerza interior de lucha
por sobrevivir. Así que me refugié en mi trabajo diario en el cual veía que
gracias a mis esfuerzos podía conseguir muchas satisfacciones y que los miedos
allí no eran tan intensos. La mejor decisión de mi vida fue tener a mis dos
hijos, porque en ellos encontré la salvación.
Con
ellos vinieron muchos miedos a que les pasara algo, pero sin embargo noté,
pasado un tiempo, que era capaz de sacarlos adelante y que con ellos “la suerte”
me acompañaba. Así que me volqué completamente en mis hijos y mi trabajo y
muchos miedos empezaron a disiparse.
Me
di cuenta que había luz en el camino y a ver las cosas con otros ojos más
optimistas. Noté que mi marido era una persona negativa, nefasta y toxica y que
además de hacerme la vida imposible, me estaba arrastrando hacia la oscuridad.
A
pesar de ello luche con todas mis fuerzas para que él viera las cosas de otra
forma más alegre, infundirle la idea que todo lo podemos cambiar en positivo, que
solo necesitamos poner de nuestra parte y luchar por ello, que un mundo mejor
se podía vivir; pero fue inútil, contra más quise hacerle ver las cosas bonitas
el optó por seguir tirando de mi hacia su “lado oscuro” con más saña.
Nunca
dejó de recordarme lo boba que era, lo fea, lo poco valida, mi inutilidad y que
sin él no era nada. Pero ya era demasiado tarde, tenia la semilla de la
esperanza en mi interior y estaba germinando con mucha fuerza, así que tuve que
separarme de él.
El
primer día sin el me sentí tan liberada, que tuve la sensación de haber salido
de un campo de concentración nazi, solo me pueden entender las personas que
hayan tenido ese mismo sentimiento. A partir de entonces cambié rotundamente,
supe que las cosas me iban a salir muy bien a poco que luchara por ellas.
Incluso
las cosas importantes que me salían mal, con el tiempo descubrí que en realidad
no eran tan malas e incluso que habían sido para bien. Y aunque sigo luchando
con esa costumbre de pensar que si me rio demasiado alto, si digo que soy
feliz, si noto que todo me va a salir bien, me puede pasar cualquier desgracia,
enseguida aparto ese pensamiento de mi y lo trasformo en cosas positivas.
Ahora
se que la vida está hecha para vivirla intensamente, corriendo riesgos pero
sabiendo que todo nos va a salir bien pues el Universo entero trabaja para que
tengamos todos la probabilidad de conseguir la felicidad, solo tenemos que
creer en ello, y que la felicidad está dentro de nosotros, solo hay que notarla
y alimentarla para que crezca y se desarrolle.