Calorías

Si la alimentación sólo fuera un problema de calorías, como creen algunos obsesionados por sus ímprobos esfuerzos para adelgazar, un ordenador, podría sustituir perfectamente a médicos y dietólogos en la elaboración de las dietas. Pero el problema no consiste sólo en adecuar la exacta cantidad de calorías al desgaste energético de una persona.

Para ser sinceros, en un estudio médico, por bien hecho que esté, ni siquiera esta valoración resulta fácil, dado el carácter aproximado de toda estimación de la energía gastada. Ni siquiera las personas más autorizadas están en situación de indicar con precisión los tiempos dedicados a las diversas actividades físicas, desde los paseos hasta la jardinería pasando por la bicicleta y la práctica deportiva, y con mayor razón resulta difícil prescribir la adecuada cantidad y calidad de alimentos. Además, toda dieta siempre debe tener en cuenta los gustos, los hábitos personales y las tradiciones alimenticias. La motivación psicológica contribuye no poco a asumir una dieta y a cumplirla incluso durante largos periodos.

Cualquier esquema dietético debe tener como punto de partida un correcto reparto entre los tres nutrientes fundamentales, hidratos de carbono, grasas y proteínas, según las indicaciones porcentuales elaboradas por los expertos internacionales, a saber: por lo menos el 50-55% de las calorías totales debe proceder de los hidratos de carbono, no más del 30% de las grasas y el restante 15.20% de las proteínas, sin olvidar el valor gratificante de una aportación esporádica procedente de las bebidas alcohólicas (no más del 7-10% del total de las calorías).


Pero esto no es suficiente. En efecto, la alimentación desempeña al mismo tiempo por lo menos tres funciones distintas: la primera es la energética, en el sentido de que proporciona el “carburante” para las incesantes actividades vitales; la segunda es la plástica, con la que responde al desgaste de los tejidos y trabaja en su reconstrucción; finalmente, la tercera es la función protectora, ejercida por sustancias no calóricas presentes en los alimentos, como las vitaminas y los minerales, a las que corresponde la tarea de acelerar las reacciones químicas y de garantizar el cumplimiento de los procesos metabólicos fundamentales. 

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