Las
tumbas, cementerios, sepulcros, etc., son lugares que por su carácter tétrico
han estado siempre presentes en la cultura popular como objeto de diversas
supersticiones de signo contrario.
Las
supersticiones favorables están avaladas por Beda el Venerable, que, en la
Historia Eclesiástica, III, IX, escribe: “Muchas personas cogen tierra de la
tuba de san Osvaldo y la mezclan con agua, dándola de beber a los enfermos, que
se curan”.
Al
parecer, los dolores de cuello, como la tortícolis, se curan mediante el rocío
que se ha recogido. A continuación, se pasa con él tres veces de la cabeza a
los pies de la tumba del último joven fallecido antes del 1 de mayo. Este rocío
debe ser recogido el 1 de mayo antes de la salida del sol.
Soñar
con cementerios se identifica con la prosperidad en los negocios.
Por
el contrario, el comentario de Teofrasto en el tratado de los Caracteres
morales es de tipo negativo: “El hombre supersticioso nunca camina sobre una
tumba”.
Se
dice que trae mala suerte despedirse entre tumbas.
También
trae mala suerte recoger las flores que creen entre las tumbas y caminar sobre
las que están en el suelo de las iglesias y catedrales.
Se
creía que las mujeres embarazadas no debían aminar entre tumbas, ya que traía
mala suerte para el futuro niño. Otra creencia mantiene que pasar sin querer
por encima de una tumba oculta produce sarpullidos y erupciones.
Algunas
de estas supersticiones están unidas a las creencias sobre las ánimas de los
difuntos: se cree que al que pasa cerca de un cementerio le ocurrirá una
desgracia y que si se llama de noche a la puerta del cementerio acuden todas
las animas de los difuntos para ver quién llama.
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