Los vampiros (II)

En Europa la superstición vampírica tiene su mayor arraigo en Centroeuropa, aunque está extendida por todo el continente.

En la antigua Escandinavia la idea de los no muertos originó la leyenda de que podían volver a la vida en forma de monstruos insaciables de sangre como refleja la Grettis Saga. Ocurre lo mismo entre los primitivos sajones y entre los celtas.

La superstición eslava, cuya máxima exponente son las leyendas de Transilvania, es la más conocida. La leyenda nace de la historia del príncipe Vlad III Tepes el Empalador, que ostentaba el título de Vaivoda de Valaquia. L término eslavo vaivod significa príncipe, título que ostentaban los soberanos de Moldavia, Valaquia y Transilvania. El reinado de Vlad III se inicia a partir del año 1456 y se hizo célebre por sus luchas contra los turcos y por una crueldad tan extrema que el pueblo lo consideraba como la encarnación del diablo.

                  

El príncipe Vlad era conocido también por el nombre Dracul, lo mismo que su padre; Dracul significa “diablo” en rumano y su origen proviene de los caballeros de la Sagrada Orden del Dragón a la que pertenecían; el dragón para los eslavos constituía la representación del diablo. En esta leyenda se inspiró el escritor irlandés Bram Stoker (184-1912) para escribir su célebre novela Drácula (Londres, 1897), cuyo protagonista es el conde Drácula, vampiro originario de Transilvania, que ha protagonizado un sinfín de películas, la primera de las cuales es el célebre Nosferatu de F. W. Murnau (1922). La versión femenina del mito del vampiro es Carmilla, del escritor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873).

En España también se ha recogido esta superstición; en Cataluña se conocen las leyendas vampíricas del conde Estruch, del sigo XII, relatadas por el escritor Salvado r Sainz Rof en su novela Estruc, localizada en Llers, en el Alt Empordà (Gerona) donde se conservan las ruinas de su castillo; y las del señor de Pratdip, Baix Camp (Tarragona), datada en el siglo XIII. La leyenda del caballero Onofre de Dip ha sido relatada por el escritor Joan Perucho en Les Històries Naturals. Aunque paree ser que el origen de la leyenda del vampiro de Pratdip procede de la existencia de la Edad Media de unos perros carnívoros llamados “dips”.

En Galicia existe la creencia en las brujas chupadoras de sangre, conocidas como las meigas chuchonas, versión femenina del vampiro, que también se recoge en la brujería vasca.

El origen de la superstición de los vampiros se encuentra en el intento de los pueblos primitivos de explicar cierto tipo de enfermedades, como la anemia perniciosa.

Tylor expone en el volumen II e su libro Primitive culture (1878): “Al ver que ciertos individuos se iban debilitando sin causa aparente y encanijándose de día en día como si perdiesen la sangre, el animismo salvaje hubo de encontrar una causa de este fenómeno e imaginó ciertos demonios o espíritus maléficos que devoran el alma o el corazón o chupan la sangre de sus víctimas tal es el origen de la creencia en el vampiro”.

Existen ciertos individuos hematófagos cuya naturaleza les impele a comer carne cruda y vísceras sanguinolentas. Es un tipo de personas que han sido consideradas como vampiros por el acervo popular.


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