Según
la creencia popular, el vampiro es el espectro o cadáver que se alimenta de la sangre de las personas y de los animales para conservar su inmortalidad, ya que la
sangre es el vehículo de la vida.
La
creencia en los vampiros es remotísima, en los escritos de las más antiguas
civilizaciones hallamos vestigios de muertos alimentándose a expensas de los
vivos; entre los babilonios, los semitas, en Egipto con el mito de Khu,
encontramos referencias al vampirismo.
En
el Museo Británico hay una tablilla en la que se relata el descenso de la diosa
Isthar (Astarté) a los umbrales de la región infernal, cuando al pedir al
guardián que abra las puertas amenaza:
Guardián, abre tu puerta
Abre tu puerta y entraré.
Si no abres la puerta y no puedo entrar
La embestiré, romperé sus barras,
Forzaré sus candados, despedazaré sus dinteles
HARÉ LEVANTAR A LOS MUERTOS
PARA QUE DEVOREN A LOS VIVOS
Daré plena potestad a los muertos sobre los vivos.
En
el Libro de los Muertos encontramos múltiples alusiones al regreso de los no
muertos.
La
superstición pasó de Egipto a Grecia, siendo los magos griegos los iniciadores
de la macabra ceremonia de clavar una estaca en el corazón de un cadáver del
que se sospechaba que era un vampiro, por hallarse incorrupto y con sangre en los
labios.
La
creencia se propagó a Roma, y fueron los magos romanos los que por primera vez
recomendaron el ajo como defensa contra el vampiro, debido a su fuerte olor.
La
leyenda de los vampiros es de carácter universal.
Existen
en lugares tan alejados de Europa como China (que tiene muchos puntos de
contacto con las leyendas eslavas) o en el archipiélago de la Polinesia con referencia
a los tii o almas de los muertos, en la Melanesia, Indonesia, India, y entre
las tribus africanas y suramericanas.
Continuará…
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