La
autoestima es una poderosa fuerza dentro de cada uno de nosotros. Comprende mucho
más que ese sentido innato de autovalía que presumiblemente es nuestro derecho
a nacer, esa chispa que los psicoterapeutas o maestros intentan avivar en
aquellos con quienes trabajan, y que es sólo la antesala de la autoestima.
Hoy
hay en todo el mundo una concienciación sobre la importancia de la autoestima.
Reconocemos que, así como un ser humano no puede esperar realizarse en todo su
potencial sin una sana autoestima, tampoco puede hacerlo una sociedad cuyos
miembros no se valoran a sí mismos y no confían en su mente.
Culturalmente,
la autoestima cobró fuerza en la década de los ochenta. No sólo empezaron a
publicarse cada vez más libros que hacían referencia a la palabra y se
extendían sobre el tema en grado diverso, sino que comenzaron a aparecer estudios
más científicos. Pero, aún no hay consenso en cuanto a que significa el
término.
Es
de gran importancia comprender que la autoestima tiene un significado
específico. Sería poco sensato desechar las definiciones afirmando que son sólo
una cuestión de semántica o la preocupación por la exactitud tildándola de
pedantería.
El
“padre” de la psicología norteamericana es William James, y en su libro
Principles of Psychology, hallamos el primer intento de definir la autoestima.
James
dice que lo que sentimos con respecto a nosotros mismos depende de lo que
apostemos ser y hacer. Está determinado por la proporción entre la realidad y las
supuestas potencialidades; una fracción en la cual el denominador son nuestras
pretensiones y el numerado, nuestro éxito.
Atar
nuestra autoestima a cualquier factor fuera de nuestro control volitivo, tal
como las elecciones o acciones ajenas, es provocar angustia. La tragedia de
muchas personas es que se juzgan a sí mismas de esta manera.
Pero
hay que recordar que somos agentes causales por derecho propio; competidores
activos en el drama de nuestras vidas; creadores y no simplemente individuos
que reaccionan o responden.
La
autoestima es la experiencia de ser aptos para la vida y para sus
requerimientos. Más concretamente consiste en:
Confianza e nuestra capacidad de pensar y de afrontar los desafíos de la vida.
Confianza en nuestro derecho a ser felices, el sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.
Confianza e nuestra capacidad de pensar y de afrontar los desafíos de la vida.
Confianza en nuestro derecho a ser felices, el sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.
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