Reafirmamos
definitivamente que el huevo es un magnífico alimento que puede o debería
figurar por lo menos un par de veces a la semana en la dieta de jóvenes y
ancianos (excluyendo a los que sufren calculosis o colecistitis y a aquellos
que tengan una demostrada y específica alergia alimenticia).
Sin
embargo, hay que tener mucho cuidado con que los huevos sean frescos, pues
inevitablemente los alimentos más nutrientes también son apreciados y usados por
los gérmenes. Por lo que se refiere a la frescura, los huevos de gallina se
distinguen, por ley, en tres categorías: frescos (categoría A), conservados o
de segunda calidad (categoría B) y destinados exclusivamente a usos
industriales (categoría C).
En
la categoría A entran especialmente los huevos extra, que debe ser embalados el
mismo día de su puesta y vendidos al consumidor en un plazo no superior a siete
días. En frigorífico, en los correspondientes contenedores y a temperatura de
refrigeración (un poco por encima de los cero grados), pero no de congelación,
los huevos conservan intacto su poder nutritivo incluso durante un mes.
Finalmente,
una advertencia válida para todos aquellos que consumen habitualmente huevos:
no aprovisionarse huevos a granel. Son mucho más seguros y ofrecen mayores garantías
los procedentes de granjas avícolas, ya que las empresas productoras deben
respetar una serie de medidas legislativas que proporcionan na higiene desde
luego superior a la de un hipotético huevo fresco de gallina de corral.
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