El
museo vende reproducciones del tablero, con las cuales se entregan también las
hipotéticas reglas del juego, es decir, las que los investigadores han inferido
basándose en sus hallazgos.

El
tablero de Ur es un objeto preciado, no sólo por su valor histórico, sino
también por la refinada taracea de piedras duras, madreperla y lapislázuli. Con
otros objetos de hechura análoga, documenta el elevado nivel técnico que
alcanzó la artesanía sumeria y da testimonio del lujo y de la animada vida cultural
de la corte.
Junto
con otros tableros de juego, se descubrió en una expedición arqueológica del
Museo Británico y de la Universidad de Pennsylvania, que realizó excavaciones
en el sur de Iraq entre los años 1920 y 1930, dirigida por el científico Sir
Lenard Woolley.
En
Egipto y en Chipre, se hallaron otros tableros parecido. Lo cual hace pensar
que se trataba de un juego, o de variantes del mismo juego, difundido en las
cortes ricas de aquellas antiguas civilizaciones.
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