¿Omnívoros o vegetarianos)

¿Omnívoros o vegetarianos?

Hay que respetar a los vegetarianos, y, aunque desde el punto de vista fisiológico el hombre es omnívoro (su aparato digestivo no le procura la autonomía de la que la panza dota a los herbívoros), es probable que, por recomendación médica o planteamientos ideológicos, se incline cada vez más por prácticas alimenticias vegetarianas. Sin 
embargo, no se puede estar de acuerdo con la pseudocientífica exaltación de la opción vegetariana como portadora de salud física y psíquica, que no tiene nada que ver con la validez de las convicciones ideológicas y de filosofía de vida. El empeño de los vegetarianos por hacer prosélitos y su agresividad hacia la amplia mayoría de la humanidad que mantiene el hábito ancestral de comer carne a veces acaban haciendo sospechar que sus dietas no sirven para alcanzar el equilibrio psicofísico de algunos monjes vegetarianos, sabios y serenos por su capacidad intelectual y su estilo de vida, y no desde luego por los beneficios de su opción alimenticia.

Para el nutricionista, la alimentación vegetariana tiene la ventaja de suministrar menos sodio y más potasio, menos grasas, en particular, menos grasas saturadas, y más fibra; pero también tiene la desventaja de aportar cantidades insuficientes de hierro, calcio y vitamina B12. Ni siquiera vale la pena aludir a las dietas vegetarianas más rigurosas, que excluyen incluso la leche, el queso y los huevos. El médico no puede aceptarlas conceptualmente, y los resultados de estas exageraciones trascienden a veces incluso a la crónica de sucesos, especialmente cuando se imponen a los niños.

En todo caso, el redescubrimiento de los alimentos vegetales tiene la virtud de reequilibrar una alimentación en la que las carnes, los embutidos, los quesos, las salsas elaboradas, las pastas, los dulces y tantos otros alimentos hipercalóricos ocupaban casi todo el espacio nutricional a costa, precisamente, de muchas variedades de verdura o de fruta casi en estado de extinción.


Para los adultos o para los ancianos “sanos”, la opción vegetariana en sus formas menos exageradas, sin excluir los huevos y los lácteos, es perfectamente compatible con un estado de salud satisfactorio. En cambio, el problema es completamente distinto cuando la necesidad es mayor, como ocurre con los adolescentes, los anémicos, los convalecientes o los ancianos inapetentes; en estos casos el hierro “biodisponible” presente en la carne resulta casi insustituible.  

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