Las velas y la adivinación.
Antiguamente,
en las velaciones de los recién casados, era de mal presagio el hecho de que se
le torciese una vela a uno de los novios ya que significaba que iba a ser
desgraciado en el matrimonio. También se creía que el primero que apagara la
vela era el primero que moriría.
Las velas y los espíritus.
Si la
vela arde con tonos azulados se dice que hay un espíritu en la casa. Esta
superstición la recoge William Shakespeare en la obra Ricardo III, acto V,
escena III cuando narra la entrada del fantasma de Buckingham: “…la luz ardió
azul. Ahora es plena medianoche…”
Las velas y la llama. Se decía que si había tres
velas encendidas era preciso apagar una o encender una cuarta, ya que tres
velas encendidas acarreaban malos presagios; esto era debido a que se solían
encender tres velas encendidas acarreaban malos presagios; esto era debido a
que se solían encender tres velas alrededor del cadáver en los funerales.
Se
cree que no se debe encender una vela con la llama de otra vela que después se
apague, ya que trae mala suerte.
Las velas y los
sortilegios. Según
parece, para librarse de un amor no deseado y pesado se toma una hoja en
blanco. Por una cara se escribe el nombre y apellido del pelmazo trece veces, y
por la otra cara el de la persona que se quiere librar de él (otras trece veces
y, asimismo, con el nombre y apellido); se quema el papel con una vela de color
marrón y se añaden unas pulgaradas de pimienta negra. Se pone todo en un vaso
con agua y se guarda durante cuarenta días en un lugar alto y oscuro. Al cabo
de dicho plazo se envuelve en un plástico o tela negra y se tira a un río
caudaloso o al mar. La persona en cuestión se da así por enterada de que no es
bien amada.
Las velas y otras
supersticiones. Actualmente
se piensa que trae buena suerte apagar de un soplo las velas de la tarta de
cumpleaños; al hacerlo hay que formular un deseo que no debe ser revelado.
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