El
juicio del nutricionista sobre cada alimento ya no está en función de que la
nutrición sea completa, porque la regla de variar la alimentación suple, al
menos en el consumismo de los países occidentales, cualquier posible carencia;
el interés nutricional apunta más bien a algunas peculiaridades que, en casos
particulares, pueden sugerir una indicación específica, como podría ser la
riqueza en fibra de la pasta integral o, al contrario, su ausencia en el arroz
perlado. En la actualidad, por suerte, nadie come exclusivamente polenta o
arroz, y, por tanto, ya no tiene ningún sentido mantener la desconfianza “histórica”
al maíz o al arroz a causa, respectivamente, de la pelagra o del beriberi.
Tampoco lo tiene el vincular la imagen del arroz a una dieta obligatoriamente
pobre en escorias, reservada a los intestinos delicados; en efecto, la
insuperable ductilidad gastronómica del arroz permite combinarlo con verduras
ricas en fibra, como la alcachofa, que compensa su carencia de la misma.

Son
muchos los pueblos que comen pasta con frecuencia y con satisfacción. El
consumo de pasta está en auge y ganando, con el meditado consenso de los
nutricionistas, nuevos y más amplios mercados en todo el mundo. Sin embargo,
para la mayoría de los consumidores o al menos para los que tienen sobrepeso,
siempre aflora un latente sentido de culpabilidad vinculado a la idea de que la
pasta es un alimento especialmente “engordante”. En cambio, desde el punto de
vista de la ciencia de la alimentación, existen motivaciones precisas para
legitimar el papel de líder que la pasta ocupa en el ámbito mediterráneo entre
todos los alimentos derivados de los cereales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario