Las
líneas guía de la alimentación, formuladas por los expertos de distintos países
coinciden en el hecho de que al menos el 50% de las calorías que el hombre
consume a cualquier edad o en cualquier latitud debe proceder de los hidratos
de carbono.
La
utilización metabólica de las moléculas elementales de los hidratos de carbono
produce energía, agua y anhídrido carbónico: una combustión limpia, sin los
problemas de eliminación del ázoe, típicos de las proteínas, y sin los
problemas clínico-metabólicos que implica un exceso de grasas, sobre todo
saturadas. Pero no todos los hidratos de carbono tienen un comportamiento igual
en los procesos digestivos y metabólicos; por ello se añade la recomendación específica
de que sólo una pequeña parte de hidratos de carbono debe proceder de los
azúcares simples, de rápida absorción, mientas que su fuente privilegiada se
localiza en el almidón de los cereales y de las legumbres.
Entre
los cereales, el hombre ha seleccionado a lo largo de los siglos el arroz, el
maíz, el trigo y la cebada como opción preferente sobre la avena, el mijo, el
centeno o el sorgo. El destino del almidón al término de los procesos
digestivos es siempre el de la absorción en su forma elemental (glucosa); y
desde el punto de vista del rendimiento energético de las harinas, después de
la elaboración artesanal o industrial de los granos, la diferencia entre los
tres productos es poco significativa, tratándose siempre del 75-85% de glúcidos
disponibles. Pero hay otras diferencias, no sólo de gusto, sino también en
términos de contenido de aminoácidos, de minerales o de vitaminas, que en tiempos
de carestía han cobrado una gran importancia y han orientado las preferencias
de los nutricionistas.
El
maíz, importado en Europa por los españoles, presenta una típica carencia
vitamínica (le falta la niacina), agravada por el bajo contenido de un
aminoácido indispensable (el triptófano), por lo cual su utilización como única
o prevalente fuente alimenticia permitió en el pasado la supervivencia de
poblaciones paupérrimas, pero también provocó la pelagra. Hoy, en una época de
gran disponibilidad y variedad alimentarias, el maíz ha vuelto a asumir un
papel gastronómico y nutritivo perfectamente legítimo, desde la polenta hasta
las “tortitas” e incluso las palomitas de maíz, expresión tecnológica moderna
del maíz a la que las nuevas generaciones le han dispensado una entusiasta
acogida.
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