Durante
la última década hemos asistido a un crecimiento imparable de los llamados
alimentos funcionales. Se denominan así porque entre sus componentes destaca
alguno, natural o añadido durante el procesado, al que se le atribuye un efecto
beneficioso sobre la salud, más allá de lo meramente nutricional.
El
aumento de este tipo de alimentos ha sido tal que ya es muy común para nosotros
encontrar en los hipermercados lineales completos destinados a ofertar dichos
alimentos remarcando en sus publicidades el beneficio para el que han sido
creados.
Huevos
con omega 3, leche con ácido fólico, galletas con fibra… Son tantos los
ejemplos y tan habituales en nuestra cesta de la compra que cuesta diferenciar
entre lo natural y lo artificial.
A cada cosa, por su
nombre. A
continuación, te indico los principales nutrientes “añadidos”, así como sus
virtudes reales y sus fuentes más adecuadas. Recuerda que lo ideal en todo caso
es llevar una alimentación equilibrada y suficientemente variad:
Omega 3. Es un ácido graso esencial
(el cuerpo no es capaz de producirlo) y fundamental para regular los niveles de
colesterol y proteger la salud cardiovascular
Bacterias ácidas lácticas.
Ayudan a
incrementar la acidez del intestino e impiden que se reproduzcan o activen
muchas bacterias nocivas.
Ácido fólico. La dosis diaria
recomendada es 200 mg diarios, que hay que aumentar a 400 mg en la adolescencia
y durante el embarazo.
Calcio. Resulta indispensable para
mantener en buen estado nuestro esqueleto. La dosis recomendada dependerá de la
edad y el estado de salud.
Fibra. Se precisan entre 25 y 30
g de fibra diarios, pero quienes sufren estreñimiento deben llegar a los 40 o
45 gramos al día.
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