Posición adecuada (III)

Mírese en el espejo. Relájese y practique mantenerse erguido. Recuerde que no debe adopta una posición rígida tipo militar, ya que la parte inferior de su espalda quedaría entonces demasiado encorvada.

Párese frene a un espejo en el que se pueda ver el cuerpo entero y controle su postura. Distribuya el peso entre los dos pies y lleve los hombros ligeramente hacia atrás, pero manteniéndolos rectos. El pecho no debe estar hundido. Al llevar la pelvis hacia dentro ligeramente, el vientre se hundirá. Su trasero se contraerá y la parte inferior de su espalda se arqueará muy levemente.

Se dará cuenta de que ha alcanzado la postura correcta cuando pueda dibujar una línea imaginaria que pase por detrás de la oreja, a través del hombro, detrás de la cadera y la rodilla y a través del talón.

Libere tensión. Si usted arquea la espalda, la cabeza se dirige hacia delante; esta postura provoca tensión en los músculos de los hombros y del cuello. Para eliminar esta tensión, lleve los hombros hacia delante y hacia atrás y efectúe rotaciones con la cabeza.

Comience con los hombros en su lugar y llévelos hacia delante unas 10 o 15 veces, como si intentara remar con ellos, y luego, hacia atrás. Después mantenga la cabeza alta y rótela en el sentido de las agujas del reloj. Repita 6 u 8 veces y luego efectúe el mismo ejercicio hacia el otro lado.

Controle la curvatura de su columna. Una espalda perfecta es ligeramente curva. Controle la curvatura de su espalda apoyando la espalda y el trasero contra la pared. Debe poder deslizar su mano entre la cintura y la pared. Si no puede hacerlo o el espacio es muy reducido, significa que tiene la espalda plana. Si, por el contrario, tiene una curvatura muy pronunciada, es decir, puede poner más de una mano entre su cuerpo y la pared, usted padece una enfermedad denominada lordosis.

Eleve una pierna. Si permanece de pie durante largos períodos, coloque una caja en el suelo frente a usted y apoye un pie sobre ella. Esta posición aliviará la tensión de la espalda.

Deje su pie bien plantado. Cuando se ponga de pie, apoye bien los pies sobre el suelo. El hábito de descargar todo el peso en una sola pierna puede originar una curvatura pronunciada en la espalda.



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