La miel

Digestiva, expectorante, laxante… A diferencia del azúcar, aporta propiedades medicinales, por lo que puede ser una alternativa natural a este endulzante.
 
Elaborada con el néctar floral y recogida por las abejas, cada miel guarda las características de las flores de procedencia. Y no solo proporciona un sabor dulce, además de fructosa y glucosa posee vitaminas, minerales y enzimas a los que debe sus múltiples propiedades.

Bálsamo de salud. Las enzimas presentes en ella justifican que la miel facilite la digestión de los hidratos de carbono. Y todavía es más recomendable si se padece inflamación de la mucosa intestinal, puesto que tiene propiedades calmantes y cicatrizantes. Pero no solo el sistema digestivo se beneficia de ella; también el respiratorio. La miel tiene un suave efecto expectorante (es decir facilita la eliminación de la mucosidad acumulada en las vías respiratorias) y contribuye a eliminar la tos. Las elaboradas de forma artesanal ayudan, además, a combatir el estreñimiento.

No indicada en los bebés. A los bebés menores de 18 meses no debe administrarse, por lo general, debido a que su estómago todavía no está protegido de las esporas del Closridium Botulinum. Estas esporas que pueden sobrevivir en la miel no pueden ser destruidas por el estómago de los bebés, que podrían llegar a desarrollar la enfermedad conocida como botulismo.

Tipos de miel:

De Romero: De color ámbar o blanquecina. Está indicada en casos de estrés y debilidad.

De Azahar: Su color es amarillento y su sabor similar a la naranja. Tiene efecto sedante.

De Eucalipto: Para las dolencias respiratorias y la tos.

De Espliego: Antiséptica, muy útil en bronquitis, resfriados y tos nerviosa.

De Brezo: Sólida y oscura. Protege las vías urinarias y ayuda a superar la anemia.

De Tomillo: Es rojiza. Tiene efecto antiséptico y digestivo.


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