Tengo
que decir que soy Virgo, es decir un elemento de tierra, y mi ascendente es
Tauro, otro elemento de tierra, por lo que soy la persona más racional con la
que puedas toparte.
Me
rijo por la razón y la lógica, analítica y perfeccionista conmigo misma y con
un cierto ramalazo de obsesión compulsiva, pero si es cierto, que la
experiencia y un ejercicio de superación constante hace que ya haya suavizado
todas esas características de mi personalidad.
Lo
dice mi letra grafológicamente hablando, le doy muchas vueltas a la cabeza
antes de decidirme, no soy impulsiva, pero me corrijo esas desviaciones cuando
me doy cuenta que caigo en ellas. Así en ocasiones escribo la letra recta, en
otras inclinada a la derecha y en todas con muchas curvas, eso último porque
soy terriblemente sociable. Cambio de sentido mi letra según mi estado de
ánimo, recta cuando quiero estar conmigo misma en la soledad absoluta e
inclinada a la derecha cuando quiero contactar con esa persona a la que escribo.
Además,
cada vez escribo más las líneas totalmente horizontales, no me tuerzo, rasgo que indica que llevo el control de la
situación o así me gusta que sea.
Pero
independientemente de todo, me encanta la magia, no solo la magia de los magos
estilo Juan Tamariz, Luis Piedrahita, Jorge Blas o Seneca que también, sino esa
magia de leyendas de nuestras diferentes culturas ancestrales, magia en que las
cosas no solo son lo que parecen, magia de lo que nos hace cambiar de estado
como la música, la magia de los buenos escritores que te transportan a otras
vidas con sus personales o la magia del cine que siempre me ha interesado desde
que tenía uso de razón.
Así,
me siento estimulada siempre por un buen libro, ese libro que me engancha desde
las primeras páginas y no me deja respirar hasta terminarlo, ese libro que no
puedo dejar de leer y me molesta tener que hacer otras cosas y estoy pensando
en el hasta que lo vuelvo a coger, ese libro que cuando termina necesito más y mato
porque haya una segunda o tercera o cuarta parte.
Ojo
que nadie piense que soy súper culta que no lo soy, a lo largo de mi vida y
desde los doce años no he dejado de leer libros, y de ellos he aprendido
muchísimo y puede que alguno incluso me haya cambiado, pero tengo que confesar,
por ejemplo, que los libros que le gusta a la gente como Los pilares de la
tierra o La catedral del mar me aburren, así como todas esas novelas que me
parecen ser “corazón, corazón de la Edad Media”. Y lo peor de todo tengo que
decir muy bajito para que nadie me queme en la hoguera que El Quijote me
aburrió hasta la somnolencia. Si es cierto que cuando me lo hicieron leer tenía
catorce años y que era obligado pues me hacian un examen final sobre él y es
raro que cuando me obligan a algo, me guste.
Sin
embargo, me gusta mucho los libros de Isabel Allende por su carga de magia y
que mi escritora favorita es Rosa Montero de la que me he leído todos los que
ha escrito.
He
tenido siempre la sensación que he crecido junto a ella, debemos de tener más o
menos la misma edad, y ella ha escrito siempre cosas que yo pensaba y que yo no
sabía poner sobre el papel y su estilo tan natural siempre me ha embaucado.
También
me he leído cantidad de libros de Stephen King, empecé a los quince años a
leerle y me encantó el poder que dota a sus personajes niños, un poder con
magia que pierden a la edad adulta. Me gusta su idea del bien y del mal convirtiéndolos
en personajes.
Ahora
estoy leyendo la trilogía de Baztan de Dolores Redondo y me ha cautivado el
manejo de la magia y de las leyendas y costumbres del pueblo Navarro, creo que
seguiré leyendo todo lo que caiga en mis manos de ella.
Y
así muchos más escritores, muchos más libros, y de ninguno me gustan las
versiones para el cine.
Es
imposible que lo que tú te imaginas leyendo un libro lo puedas ver reflejado
tal cual en una película, supongo que el motivo es que cada uno nos imaginamos
los personajes de forma diferente, adaptándolos a nuestra experiencia, incluso
entendemos el libro de forma distinta, pues nos quedamos con detalles que otros
no se quedaran, como pasa cuando hablamos con un amigo de un acontecimiento
pasado, cada uno cuenta una versión que a pesar de ser igual, tiene matices
totalmente dispares, a unos nos conmueven o emocionan cosas múltiples y por
ello hacemos valoraciones distintas.
Hace
años que ya utilizo el libro electrónico, es comodísimo disponer de miles de
libros en un dispositivo tan pequeño y tan manejable. Pero de vez en cuando me
compro libros de papel, pues echo de menos el tacto de sus hojas o el olor a
libro nuevo que me hace rememorar mi niñez, cuando me leía a Julio Verne y
todas las aventuras que disfruté con él.
Sigo
sintiendo la calidez de los libros de Adolfo Bécquer, Pérez Reverte, Almudena
Grande, Ana María Matute, Antonio Muñoz Molina, Carlos Ruiz Zafón, Alberti,
Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalván, Gala, Elvira Lindo, Espronceda…. y un
largo etcétera de escritores que por ser extranjeros no son menos importantes
en mi vida, porque su magia me ha trasportado a otros mundos, a otras épocas y a
otras galaxias.