Se
dice que fue en medio de la Revolución francesa cuando las mujeres tomaron
conciencia de su pobre situación social. En una marcha hacia Versalles mujeres
y hombres exigieron la igualdad social. Esas mujeres sabían que la lucha de
clases que se estaba reclamando no tenía nada que ver con la lucha de género,
es decir, la plena igualdad social de las mujeres.
Uno
de los primeros documentos que hablaban sobre la emancipación femenina, así
como el sufragio femenino, fue la Declaración de Derechos del Hombre y del
Ciudadano que se redactó en 1789.
Tuvieron
que pasar 186 años para que en la Asamblea General de la ONU (Organización de
las Naciones Unidas) se declarara el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer y
dos años más tardes se proclamó el Día Internacional por los Derecho de la
Mujer y la Paz Internacional.
En
EE. UU la primera vez que se celebró el Día de la Mujer Trabajadora fue el 11 de
marzo de 1911 y el 25 de marzo, es decir unos días después en New York un
incendio en una fábrica de camisas provocó la muerte de más de 140
trabajadoras, más de la mitad inmigrantes. Este hecho ocasionó cambios
laborales legislativos en EE. UU y la proclamación del Día de la Mujer
Trabajadora.
Un
8 de marzo de 1982 estuve en Cuba, visitando una fábrica de puros, allí se
celebra por todo lo alto ese día, recuerdo que los hombres regalan a sus
compañeras de trabajo, flores y en los altavoces de la fábrica se recordaba a
todos, ese singular día.
Pero
todos estos festejos son manchados todos los días por la violencia de género
ejercida por los hombres contra sus propias mujeres. De nada sirve tener día
internacional si no se acaba con esta lacra social. Es necesario cambiar leyes,
erradicar el machismo desde la escuela y ser drásticos con las personas que
ejercen esta violencia.
La
violencia de género es un problema común en toda la sociedad y así es como hay
que gestionarla.
La violencia de género mata en el mundo a más mujeres que
el cáncer, la malaria, los accidentes de coche y las guerras juntas.
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