La rana y el sapo (II)

LA RANA O EL SAPO Y LA SALUD

Plinio explica en la Historia Natural, XXXII, XXIV: “El ojo derecho de una rana colgado del cuello dentro de un trozo de tela húmeda cura la oftalmía del ojo derecho; de la misma forma, el izquierdo colgado de la misma manera cura la oftalmía del ojo izquierdo”.

En el capítulo XXV: “La grasa de la rana, inyectada en el oído, resulta un remedio instantáneo para las enfermedades de ese mismo órgano”.

En el capítulo XXVI: “Para curar el dolor de muelas se hace una decocción con una rana hervida en vinagre y se enjuaga con ella la boca”.

Y continúa en el capítulo XXIX: “Existe una pequeña rana que trepa a los árboles y croa muy suavemente. Si una persona enferma de tos escupe en la boca de una de ellas y después la deja libre, experimentará una rápida curación, según se dice”.

En tiempos de las grandes epidemias se acostumbraba a llevar para evitarlas polvo procedente de una rana disecada, o bien una rana viva en una cajita.

Se decía que una rana disecada y puesta en remojo en vinagre curaba las hemorragias nasales si se podía contra la frente o se colgaba del cuello. También se utilizaba una rana muerta con un objeto punzante y colgaba del cuello dentro de un saquito.

Se creía que la carne de rana servía para refrescar el hígado.

También se creía que un sapo abierto y aplicado en la garganta del paciente hacía reventar las anginas.

LA RANA O EL SAPO COMO AMULETOS

Plinio relata en su Historia Natural XXXII, XVIII: “Echando en agua hirviendo un huesecito de rana de su parte derecha, el agua inmediatamente se enfriará y no volviera a hervir hasta que el hueso se haya retirado; este huesecito se encuentra dejando que las hormigas se coman la carne de la rana; a veces se ponen los huesos de la rana en aceite; existe en la parte izquierda de la rana un hueso que se llama “ahuyenta perros”, que, puesto en aceite, parece que lo hace hervir; este hueso tiene la virtud de calmar la furia de los perros y puesto dentro de una bebida, de reconciliar a los enamorados y poner fin a sus disputas. Si se lleva como amuleto, se dice que actúa como afrodisíaco.

Antiguamente, los brujos utilizaban los huesos de rana, que obtenían dejando que las hormigas devoraran la carne, como amuletos. Los echaban al agua y unos flotaban y otros se hundían; estos últimos se guardaban en una bolsa de lino lanco que se colgaba al cuello para engendrar el amor, pero si se tocaba a u hombre con la bolsa, lo que se engendraba era odio.


Al parecer, había que coger los huesos de una rana cuya carne hubiera asido devorada por las hormigas, y a media noche arrojarlos al río. Todos los huesos se iban con la corriente excepto uno; entonces había que coger ese hueso antes que el diablo lo hiciera, guardarlo en el bolsillo o llevarlo colgado del cuello como amuleto. De eta forma la persona quedaba protegida contra la hechicería.

                                                  El rey rana

La rana y el sapo (I)


Las ranas y los sapos son animales anfibios que viven entre las piedras de charcas, lagunas, estanques, etc.

Las supersticiones relacionadas con ellos hacen referencia a su utilización en remedios curativos y como amuletos. También están muy vinculados con la hechicería.

LA RANA O EL SAPO Y LA HECHICERÍA

En las narraciones de los aquelarres hechas por los presuntos brujos en sus declaraciones ante los tribunales de la Inquisición, se describe que en los mismos había niños que, alejados de las ceremonias principales, guardaban rebaños de sapos, armados de palos. Estos niños, como los neófitos, estaban bajo la tutela de los maestros y se ocupan de guardar la manada de sapos, con los que se hacían los venenos; a estos sapos había que tratarlos con gran respeto y veneración.

Los sapos, al ser uno de los animales preferidos por brujos y hechiceros para sus maleficios, se dice que son utilizados para envenenar las aguas. A este respecto era creencia popular que, si una persona o un animal se ponía a beber agua en algún arroyo o charco del campo y en aquel momento pasaba un sapo, el agua quedaba envenenada y el que estaba bebiendo moriría pronto.

El sapo cocido se utilizaba en hechicería para hacer pócimas y ungüentos.

LA RANA O EL SAPO Y EL TIEMPO

Se supone que los sapos caen con el agua de las nubes cuando llueve con violencia, y por eso a las nubes oscuras y tormentosas las llaman “nubes de sapo”. Otra creencia popular es que los sapos comen tierra y que cuando se les ve en el suelo anuncian lluvia.

Hay un refrán dedicado a las ranas: “Rana que canta, señal de agua en su charca”.

LA RANA O EL SAPO Y LA SUERTE

Se tiene por mala suerte que una rana entre en una casa. Se supone que la rana personifica al enemigo, por lo que si se la mata, se vence a uno de ellos.

Otra señal de mala suerte es que si una rana pasa por encima del pie de una persona hay que escupir para contrarrestarla.

Se cree que trae buena suerte encontrar una rana n el camino. Suele significar buena fortuna económica.

LAS RANAS O EL SAPO Y LOS SUEÑOS

Soñar con sapos es augurio de pobreza y hacerlo con ranas, de indiscreciones.


                                           Rana Gustavo (Barrio Sésamo)


Continuará....

Las grasas

Afortunadamente, la fobia exagerada hacia cualquier alimento que contenga un poco de grasa o de colesterol ya se está superando. Hubo un tiempo que mucha gente interpretó la indicación de “menos grasas y colesterol” como una excomunión a cualquier alimento graso, como si las grasas fueran un elemento superfluo y no un nutriente indispensable para un equilibrio metabólico normal. Los consumidores más despreocupados trataron de minimizar los mensajes aterradores de los medios de comunicación, pero cargaron con un desolador sentido de culpa y de frustración.

                              

Pero el progreso en los estudios y en las investigaciones sobre las modalidades de aparición y transmisión de las enfermedades, ha permitido afinar la puntería al precisar mejor la cantidad y la calidad de las grasas que se pueden consumir sin superar el umbral del riesgo metabólico. En consecuencia, se acabó el genérico ostracismo de todas las grasas, y ahora se impone una cuidadosa alquimia entre grasas animales y vegetales, con la advertencia de consumir preferentemente grasas mono insaturadas (en las que es riquísimo el mediterráneo aceite de oliva) y en reducir las cantidades de ácidos grasos saturados (presentes, por ejemplo, en el tocino, la mantequilla o los huevos) y poliinsaturados (predominantes en los aceites de semillas).

Con el avance investigador, la preocupación por aquellos alimentos que contienen algún miligramo de colesterol de más con respecto a la media también ha demostrado ser exagerada. Actualmente se ha comprobado que el nivel de colesterol que circula en la sangre solo refleja una mínima parte del colesterol que se ingiere con los alimentos. Al menos el 80% del colesterol en sangre es producido directamente por el hígado a partir de precursores elementales, es decir, de moléculas de las que dispone el organismo, independientemente del que aportan específicamente los alimentos.

Incluso el nivel “aceptable” de colesterolemia ya no parece tan perentorio, sobre todo en personas que superan los 65-70 años de edad, cuando valores de 220-240 mg/100 dl se interpretan con menos severidad que si los presentara un joven o un adulto. En la aparición y en el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares y de las degeneraciones arterioscleróticas concurren demasiados factores distintos como para centrar toda la atención únicamente en el “cofactor hipercolesterolemia”, cuando deberíamos preocuparnos más por el tabaco, el estrés, la hipertensión arterial, la acumulación plaquetaria o diversos factores de la coagulación de la sangre.

Esto no quiere decir que se puedan comer impunemente alimentos ricos en colesterol y en grasas, pues en cualquier caso la colesterolemia se resentiría; se pretende más bien invitar a reconsiderar globalmente toda la alimentación y a reducir los niveles totales de grasa, sobre todo de las saturadas, especialmente a una edad en la que la alimentación acaba adquiriendo una relevancia especial y se convierte en una gratificación sustitutoria.





Mas cereales, legumbres, hortalizas y fruta

Los cereales (pasta, arroz, pan, patatas), las legumbres (judías, garbanzos, lentejas), las verduras y la fruta son la base de una alimentación sana a cualquier edad y aún más con el paso de los años, cuando el consumo de una gran cantidad de proteínas está menos justificado y resulta demasiado arriesgado someter a los riñones a un exceso de trabajo para eliminar las escorias azoadas.

Al menos la mitad de las calorías consumidas por el hombre deben provenir de las sustancias amiláceas, que, para el metabolismo celular, representan energía limpia. Los hidratos de carbono son un carburante ideal cuyo consumo supone liberación de energía con producción de agua y anhídrido carbónico, o sea residuos que no crean problemas de eliminación.
                        
La investigación científica moderna ha valorado mucho el papel protector de las vitaminas, de los minerales y de los antioxidantes contenidos en las verduras y en la fruta, hasta el punto de que los ha convertido en un baluarte de la prevención dietética.

Cereales, legumbres, verduras y fruta pueden proporcionar también abundantes cantidades de esa fibra alimentaria que, aunque resulta intrascendente desde el punto de vista energético, cumple funciones de regulación muy importantes para la fisiología intestinal (con reflejos positivos en el estreñimiento y en la diverticulosis que frecuentemente afligen a los más ancianos) como para conseguir una mejor regulación de la digestión y a absorción.


La valoración científica del papel de la fibra nace de estudios clínicos y de evidencias epidemiológicas que merecen atención, pero que aún requieren una mayor profundización y confirmación. Lamentablemente, los medios de comunicación se han apoderado del argumento con sensacionalismo, sirviendo de caja de resonancia de los intereses comerciales de las empresas que producen fibra (¡la fibra hay que obtenerla de los alimentos, no de los fármacos!) y, en definitiva, trivializando una cuestión de notable interés dietético.

Abracadabra (II)

Como decía en la entrada anterior estos son algunos de los diablos que se pueden encontrar en los tratados de demoniología:

LEVIATÁN: Gran almirante del infierno. Es el demonio de los políticos y de los diplomáticos. Ayuda a los hombres a alcanzar el poder y sólo gusta de poseer mujeres famosas.

BELLIAL: Rey de la sodomía, la disolución y la impiedad. Se le representa como un bellísimo ángel montado en un carro de fuego. Es borracho, vicioso y gran conocedor del futuro. Tienta al hombre por la arrogancia y a las mujeres por la presunción; es el gran seductor de los adolescentes.

AMMÓN: El democio de la fuerza y de la violencia; señor de los bosques. Toma la forma de un lobo negro y sólo se aparece de noche.

AZAZEL: Portaestandarte de los ejércitos infernales. Es el demonio emisario y el dios de los brujos. Se le presenta como un macho cabrío que se alimenta de semen y sangre menstrual.

NEBIROS: El nigromante infernal. Ataca con males incurables a los hombres que no le obedecen; es un experto fabricante de ungüentos y pócimas.

MAMMÓN: Príncipe de la avaricia. Se le considera enemigo mortal del Ángel de la Guarda.

BELFEGOR: El demonio de la pereza. Representante de los inventores, tiene siempre la boca abierta, de la que le sale una lengua bífida; se le identifica con la vagina de la mujer.

LEONARDO: El diablo de la tristeza. Preside las misas negras bajo la apariencia de macho cabrío. Tiene tres cuernos, orejas de zorro, cabellos rojos e hirsutos y un rostro en el trasero. De carácter taciturno, es el jefe de los magos.


LILITH: El espectro de la noche. Es un demonio femenino que vuela sobre su larga cabellera, seleccionando a sus víctimas entre los hombres dormidos, a los que seduce. Se identifica con Eva y la serpiente; su maldad se atribuye a que fue la obra inacabada de Dios a causa del descanso del Sabbat.

                                Diablillo enamorado
                                            

Abracadabra (I)

Palabra cabalística que se escribía de modo que formasen un triángulo, y a la cual se atribuía la propiedad de curar ciertas enfermedades. Se solía escribir en un papel que se colgaba con un hilo blanco del cuello del enfermo para curar sus dolencias, del modo siguiente para indicar la progresiva reducción del mal:

ABRACADABRA
BRACADARBR
RACADAB
ACADA
CAD
A

El origen de esta palabra simbólica se encuentra en una de las diversas formas que adopta el diablo: ABRACACE, demonio de la herejía. Tiene cabeza de galo y pies de dragón. He aquí los nombres que recibe el diablo en los tratados de demonología, entre otros muchos:

BELCEBÚ: El señor de las moscas. Maestro de la calumnia y de la gula, poseedor de una talla enorme y de gran sabiduría, se sienta sobre un trono con la frente ceñida por una banda de fuero y tiene aire amenazador; aúlla como un lobo y vomita llamas.

LUCIFER: El lucero de la mañana. Es el príncipe de los aquelarres. Sus rasgos son bellos y melancólicos; tienta por el orgullo y la lujuria.

ASTAROT: Tesorero general de los infiernos. Es el diablo de la posesión. Se presenta a lomos de un horrible dragón, blandiendo una víbora a modo de cetro; su hedor es insoportable.

ASMODEO: El demonio destructor. Es el encargado de los incestos y de los pactos con los hombres. Tiene tres cabezas: de toro, de hombre y de carnero, cola de serpiente y pies de oca. Se le atribuye la superintendencia de las casas de juego y es el único diablo que come en público. Cabell cuenta de él que “tiene pasaporte inglés y muchos amigos humanos, entre ellos Oscar Wilde”, y Álvaro Cunqueiro le responsabiliza de “la gran industria pornográfica europea”.

                                         Mi pequeño diablillo


Continuará….

El tomate

Uno de los últimos datos que se conocen de esta fruta-hortaliza llama poderosamente la atención. Y es que se ha comprobado que el zumo de tomate que se ofrece en muchos vuelos sabe muchísimo mejor a miles de pies de altura. De ahí que muchos de los pasajeros de los aviones lo pidan en ese momento, y a pesar de que “en tierra” no suelan tomarlo. Al parecer, es precisamente la baja presión atmosférica (que se produce durante el vuelo) la que consigue que este jugo tenga un sabor más refrescante y mayor dulzor.

Seco o deshidratado. Aparte de esta curiosidad, lo cierto es que el tomate es un producto puramente mediterráneo que se consume en grandes cantidades a lo largo y ancho de nuestra geografía, en la que Extremadura es la principal productora.
 
Además de ser una estupenda manera de conseguir vitamina C (tomando cien gramos obtenemos el 22% de la dosis diaria recomendada) y compuestos antioxidantes (entre ellos los carotenoides, a los que debe su color) que ayudan a mejorar la calidad de la piel y retrasan el envejecimiento, los órganos internos también se benefician.

Se sabe, por ejemplo, que es uno de los alimentos básicos para evitar el cáncer de próstata. Y no solo si el tomate esté fresco, cuyo beneficio se concentra en el licopeno. Los tomates deshidratados duplican su valor nutricional, según un estudio publicado en la más prestigiosa revista americana sobre el cáncer, la Cáncer Resecar. Al parecer, en estos productos se incrementa la presencia de un compuesto, bautizado como FruHís que protege de las células cancerígenas.

Una salud de hierro. Y no solo eso, un estudio publicado recientemente en la revista NeuroOncology desvela que esta hortaliza tiene un gen que puede ayudar a vencer tumores cerebrales. Eso sí, es necesario tratarlo y combinarlo con un fármaco específico.

Por otro lado, también se ha demostrado que quienes incluyen habitualmente tomate en su dieta tienen un 50% menos de riesgo de padecer un infarto de miocardio respecto a aquellos otros que no lo toman casi nunca. Y esa salud cardiovascular ligada a una mayor resistencia física, dado que otra investigación, esta vez llevada a cabo entre un grupo amplio de monjas, descubrió que las que comían más cantidad de tomate y sus derivados tenían mayor agilidad y resistencia al hacer todo tipo de actividades.


Si deseas que maduren colócalos dentro de una bolsa de plástico cerrada. Si por el contrario lo que te interesa es usarlos antes de que se estropeen, elabora salsas, mermeladas o confituras. Estas últimas son fáciles de hacer:

                               Mermelada de tomate

El anillo de boda

Si eres de los que están enamorados y piensa celebrar el 14 de febrero dando un anillo de boda a su amado/a, debes leer esto.

El anillo de boda, llamado alianza a partir de la segunda mitad del siglo XV, simboliza la unión matrimonial.

Las supersticiones relacionadas con las alianzas hacen referencia a las vicisitudes de la unión matrimonial.

Federico García Lorca, en su libro Canciones dedica un poema a la tristeza producida por la pérdida de una alianza:

El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta.
Con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer.
Su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin querer.
Monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
Lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay cómo lloran y lloran,
¡ay!¡Ay! como están llorando!

Se supone que si una mujer pierde el anillo de boda perderá el amor de su marido, o que ocurrirá lo mismo si el anillo se rompe. Otra versión dice que es señal de que pronto quedará viuda.

Se cree que el matrimonio se romperá pronto si el día de la boda la alianza cae al suelo.

Si se pierde el anillo de boda parece que trae mala suerte que el marido compre uno nuevo. Tiene que comprarlo un pariente cercano para evitar la mala suerte.

Al parecer, trae mala suerte quitarse el anillo de boda antes de que nazca el primer hijo. Otra versión señala que al que se quita la alianza le esperan siete años de mala suerte.

Es creencia popular que si en el momento de ponerse la esposa el anillo éste no le llega al fondo del dedo será la que mande en el matrimonio.




Las dietas

Cada día muchas personas se proponen iniciar una dieta. Y cada semana se publica una nueva dieta que promete quitar muchos kilos en poco tiempo. Todavía hay quienes creen que existe una fórmula mágica para adelgazar e incluso son capaces de gastar mucho tiempo y dinero buscando ese peso ideal. Muchas veces nos quedamos perplejos porque personas consideradas inteligentes en su mundo habitual son capaces de creerse los fraudes más burdos para intentar adelgazar: desde cremas hasta parches, pasando por diferentes cápsulas. Existen muchas personas que han puesto en peligro su salud buscando la fórmula mágica que les permita adelgazar sin esfuerzo alguno. Algunas son capaces de hacer las dietas más irracionales raras y estrambóticas. Las hay que comen en cantidades extremadamente pequeñas o a ase de alimentos únicos. Otras, inteligentes, valoradas en sus profesiones, pueden llegar a creer que la solución a sus problemas de peso son unos absurdos parches o unas cápsulas de vinagre de mañana, por ejemplo. Otras mujeres recuerdan haber estado a dieta toda su vida. Algunas han tomado píldoras de composición desconocida, fabricadas sólo en ciertas farmacias específicas, sin saber exactamente su composición. Otras personas incluso se han puesto dolorosas inyecciones.

Algunos tratan de imitar a personas famosas que declaran haber adelgazado sin ningún esfuerzo. Lo único diferente en estos casos de famosos, con respecto al de usted, es que las personas públicas e importantes no pueden permitirse el lujo de fracasar.


La gran preocupación actual que existe en cuanto al peso corporal y el excesivo número de dietas de adelgazamiento que proliferan de manera descontrolada entre la gente no satisfecha con su peso están colaborando, entre otros factores, a progresivo alejamiento de la población española de las sólidas bases de la dieta mediterránea. Y no sólo eso: en las adolescentes y en personas con baja autoestima y poca capacidad de crítica hacer una dieta incorrecta o muy estricta favorece el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria. Es más, casi la mitad de las mujeres de nuestro país se encuentra perpetuamente a régimen sin conseguir alcanzar ni mantener su peso deseado. La mayoría de estas dietas son insuficientes en hidratos de carbono, monótonas e incompatibles con la vida social del individuo y con el placer de la comida.  

                                

Hábitos alimenticios

La influencia de los hábitos alimenticios en la longevidad y en la calidad de vida es tan importante que los países más avanzados han considerado necesario recoger primero, y actualizar después, las recomendaciones de los expertos internacionales en una especie de decálogo universal destinado a orientar sobre las opciones alimentarias y a prevenir las complicaciones causadas por la persistencia de difundidos errores alimentarios.

                                  

Pero, aunque sus premisas generales sean razonables y compatibles, la aplicación individual de estos mandamientos alimenticios presenta algunos límites conceptuales y ofrece inevitablemente indicaciones bastante genéricas y mejorables. Ello se debe sobre todo a los propios límites del conocimiento médico, y en particular de la ciencia de la alimentación, una disciplina joven a la que se deben brillantes teorías e innovadoras cruzadas, a menudo lideradas con el extremismo propio de los más jóvenes, siempre dispuestos a apasionarse por las nuevas ideas y a imponerlas, pero también a renegar de ellas ante tesis todavía más modernas. Por esta misma razón, las directrices de organismos oficiales cambian en función de los avances científicos en sintonía con la premisa formulada ya hace mucho tiempo por la Sociedad de Naciones: “Buscar la salud por medio de una dieta óptima es el fin principal de una dieta adecuada”.

Lamentablemente, la necesidad de hacer frente a problemas complejos originados por muchos factores, como la formación de cánceres o la degeneración aterosclerótica (estrechamiento de las arterias por depósito de grasas en sus paredes internas), impone a la colectividad reglas generales y, en consecuencia, sacrificios “gastronómicos” cuya eficacia, sin embargo, varía mucho de unos individuos a otros. En efecto, el comportamiento metabólico de un individuo difiere del de otro, de modo que algunos conseguirán neutralizar con éxito una sobrecarga de calorías, grasas, colesterol, azúcar o sal mientras que otros no son capaces de hacerlo.


En la actualidad casi todo el mundo es consciente de la importancia de los hábitos alimenticios y de su influencia sobre la salud, el rendimiento y la calidad de vida y a la hora de retrasar el declive biológico del envejecimiento.  

El elefante

El elefante es un mamífero de trompa larga que utiliza para coger las cosas, y posee dos incisivos superiores en forma de colmillos y algunas muelas.

Es objeto de diversas supersticiones de signo favorable, para lo cual la figura que lo representa debe tener la trompa levantada.

Del elefante, dice Plinio en su Historia Natural, VIII, I: “El animal más grande de la tierra es el elefante; su inteligencia es la más cercana al hombre, entiende la lengua de su país, le gustan las demostraciones de afecto y posee virtudes que son raras hasta en los hombres: honestidad, sabiduría, justicia, también respeto por las estrellas y adoración al Sol y la Luna. Las autoridades manifiestan que, en los bosques de Mauritania, cuando brilla la luna nueva, manadas de elegantes bajan a un río llamado Amilo y allí llevan a cabo un ritual de purificación, rociándose ellos mismos con agua, y después de adorar a la Luna regresan a los bosques llevando delante de ellos a sus crías que están cansadas”.

Al parecer, trae buena suerte llevar una pulsera o un anillo de pelo de elefante.

Para que una figura de elefante traiga buena suerte hay que colocarla de cara al interior de la casa, porque se supone que de esta forma introduce la buena suerte. Existe otra versión según la cual hay que colocar la figura de cara a la puerta de entrada, porque así recibe la buena suerte.


Al que sueña con un elefante se le advierte de un peligro inmediato. Si en el sueño va montado sobre él significa una sorpresa agradable y si le da de comer es anuncio de que gozará de protección.

                 ELLI

Azúcar, dulces y sal

Resultado de imagen de azucar y dulcesLa atracción del hombre por los dulces responde a motivaciones psicológicas además de fisiológicas, pero no debe ser alentada de forma exagerada, sobre todo con el paso de los años, cuando los mecanismos de control de la glucemia empiezan a perder eficacia. 

Sin embargo, hay una escapatoria perfectamente legítima: un dulce no demasiado rico en grasas puede sustituir de vez en cuando a otros hidratos de carbono, siempre que se coma en sustitución de una cantidad de pasta o de pan y nunca como añadido a una comida ya completa. 

Basándose en las observaciones epidemiológicas, los expertos consideran que los azúcares simples, es decir, los mosacáridos (glucosa, fructosa, galactosa) y los disacáridos (maltosa, lactosa; esta última no es otra cosa que el azúcar común de caña o de remolacha), no deben suministrar más del 10% de la energía total. 

Por tanto, no más de 200 kilocalorías (Kcal) para una dieta de 2.000 kcal, o sea, en total 50 gramos entre los azúcares de la fruta y el azúcar utilizado para endulzar las bebidas a los pasteles.

En conclusión, podemos decir que no existe una prohibición drástica, sino sólo un mensaje de cautela para toda la población y, en particular, para los ancianos y los obesos, a menudo afectados por una reducida tolerancia a la glucosa (antesala de la diabetes).


Si bien no todas las personas son igualmente susceptibles al efecto hipertensivo de la sal, es oportuno reducir su consumo. Demasiados siglos de abuso, cuando la sal era el único conservante de los alimentos, han habituado nuestro paladar y nos han acostumbrado a un consumo de sal considerado hoy por los fisiólogos absolutamente excesivo. Bastarían 3-4 gramos de cloruro sódico (la sal de la cocina) en lugar de los 12-15 que consumimos diariamente para protegernos de cualquier carencia. 

Dando por descontado que limitar el consumo de sal es, en cualquier caso, recomendable para todos, hay que precisar que, en caso de hipertensión, obviamente más frecuente entre los ancianos, o de algunas nefropatías (o sea, enfermedades renales), es necesario evitar no sólo su uso como condimento, sino también ingerir alimentos que en su origen sean ricos en sodio. 

Diversos tratamientos tecnológicos llevan consigo el añadido de sodio, que podemos detectar en los alimentos, también en forma de bicarbonato de sodio, glutamato monosódico u otros compuestos de sodio, en especial en conservas y en productos enlatados (pero no en los congelados).

La pata de conejo

La pata de conejo o liebre, contrariamente a las connotaciones negativas que tiene este animal, se ha considerado un talismán de la buena suerte.

Plinio aconseja en su Historia Natural XXVIII, LXII: “Los enfermos que padecen gota pueden aliviarse llevando siempre consigo una pata de liebre, cortada del animal vivo, como amuleto”.

Se supone que la pata derecha de una liebre o conejo, llevada constantemente en el bolsillo, es un buen amuleto contra el reumatismo y los calambres.

Se llevaban patas de conejo o liebre en el bolsillo como prevención contra los encantamientos.

Se dice que los niños recién nacidos tendrán buena suerte y estarán protegidos de los malos espíritus si se les toca con la pata de un conejo.  Si la pata de conejo o liebre se pone debajo de la almohada, les previene contra los accidentes.

Se cree que poner una pata de conejo sobre la mesa trae buena suerte en el juego.

Los actores suelen besar una pata de conejo o pasársela por la cara y manos la noche del estreno para tener una buena actuación.


Al parecer, la pata de conejo puede conceder tres deseos.


                                       Conejito

La autoestima

La autoestima es una poderosa fuerza dentro de cada uno de nosotros. Comprende mucho más que ese sentido innato de autovalía que presumiblemente es nuestro derecho a nacer, esa chispa que los psicoterapeutas o maestros intentan avivar en aquellos con quienes trabajan, y que es sólo la antesala de la autoestima.

Hoy hay en todo el mundo una concienciación sobre la importancia de la autoestima. Reconocemos que, así como un ser humano no puede esperar realizarse en todo su potencial sin una sana autoestima, tampoco puede hacerlo una sociedad cuyos miembros no se valoran a sí mismos y no confían en su mente.

Culturalmente, la autoestima cobró fuerza en la década de los ochenta. No sólo empezaron a publicarse cada vez más libros que hacían referencia a la palabra y se extendían sobre el tema en grado diverso, sino que comenzaron a aparecer estudios más científicos. Pero, aún no hay consenso en cuanto a que significa el término.

Es de gran importancia comprender que la autoestima tiene un significado específico. Sería poco sensato desechar las definiciones afirmando que son sólo una cuestión de semántica o la preocupación por la exactitud tildándola de pedantería.

El “padre” de la psicología norteamericana es William James, y en su libro Principles of Psychology, hallamos el primer intento de definir la autoestima.

James dice que lo que sentimos con respecto a nosotros mismos depende de lo que apostemos ser y hacer. Está determinado por la proporción entre la realidad y las supuestas potencialidades; una fracción en la cual el denominador son nuestras pretensiones y el numerado, nuestro éxito.

Atar nuestra autoestima a cualquier factor fuera de nuestro control volitivo, tal como las elecciones o acciones ajenas, es provocar angustia. La tragedia de muchas personas es que se juzgan a sí mismas de esta manera.

Pero hay que recordar que somos agentes causales por derecho propio; competidores activos en el drama de nuestras vidas; creadores y no simplemente individuos que reaccionan o responden.

La autoestima es la experiencia de ser aptos para la vida y para sus requerimientos. Más concretamente consiste en:

Confianza e nuestra capacidad de pensar y de afrontar los desafíos de la vida.

Confianza en nuestro derecho a ser felices, el sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.