LA MAGIA EN MI VIDA

Tengo que decir que soy Virgo, es decir un elemento de tierra, y mi ascendente es Tauro, otro elemento de tierra, por lo que soy la persona más racional con la que puedas toparte.

Me rijo por la razón y la lógica, analítica y perfeccionista conmigo misma y con un cierto ramalazo de obsesión compulsiva, pero si es cierto, que la experiencia y un ejercicio de superación constante hace que ya haya suavizado todas esas características de mi personalidad.

Lo dice mi letra grafológicamente hablando, le doy muchas vueltas a la cabeza antes de decidirme, no soy impulsiva, pero me corrijo esas desviaciones cuando me doy cuenta que caigo en ellas. Así en ocasiones escribo la letra recta, en otras inclinada a la derecha y en todas con muchas curvas, eso último porque soy terriblemente sociable. Cambio de sentido mi letra según mi estado de ánimo, recta cuando quiero estar conmigo misma en la soledad absoluta e inclinada a la derecha cuando quiero contactar con esa persona a la que escribo.

Además, cada vez escribo más las líneas totalmente horizontales, no me tuerzo,  rasgo que indica que llevo el control de la situación o así me gusta que sea.

Pero independientemente de todo, me encanta la magia, no solo la magia de los magos estilo Juan Tamariz, Luis Piedrahita, Jorge Blas o Seneca que también, sino esa magia de leyendas de nuestras diferentes culturas ancestrales, magia en que las cosas no solo son lo que parecen, magia de lo que nos hace cambiar de estado como la música, la magia de los buenos escritores que te transportan a otras vidas con sus personales o la magia del cine que siempre me ha interesado desde que tenía uso de razón.

Así, me siento estimulada siempre por un buen libro, ese libro que me engancha desde las primeras páginas y no me deja respirar hasta terminarlo, ese libro que no puedo dejar de leer y me molesta tener que hacer otras cosas y estoy pensando en el hasta que lo vuelvo a coger, ese libro que cuando termina necesito más y mato porque haya una segunda o tercera o cuarta parte.

Ojo que nadie piense que soy súper culta que no lo soy, a lo largo de mi vida y desde los doce años no he dejado de leer libros, y de ellos he aprendido muchísimo y puede que alguno incluso me haya cambiado, pero tengo que confesar, por ejemplo, que los libros que le gusta a la gente como Los pilares de la tierra o La catedral del mar me aburren, así como todas esas novelas que me parecen ser “corazón, corazón de la Edad Media”. Y lo peor de todo tengo que decir muy bajito para que nadie me queme en la hoguera que El Quijote me aburrió hasta la somnolencia. Si es cierto que cuando me lo hicieron leer tenía catorce años y que era obligado pues me hacian un examen final sobre él y es raro que cuando me obligan a algo, me guste.

Sin embargo, me gusta mucho los libros de Isabel Allende por su carga de magia y que mi escritora favorita es Rosa Montero de la que me he leído todos los que ha escrito.

He tenido siempre la sensación que he crecido junto a ella, debemos de tener más o menos la misma edad, y ella ha escrito siempre cosas que yo pensaba y que yo no sabía poner sobre el papel y su estilo tan natural siempre me ha embaucado.

También me he leído cantidad de libros de Stephen King, empecé a los quince años a leerle y me encantó el poder que dota a sus personajes niños, un poder con magia que pierden a la edad adulta. Me gusta su idea del bien y del mal convirtiéndolos en personajes.

Ahora estoy leyendo la trilogía de Baztan de Dolores Redondo y me ha cautivado el manejo de la magia y de las leyendas y costumbres del pueblo Navarro, creo que seguiré leyendo todo lo que caiga en mis manos de ella.

Y así muchos más escritores, muchos más libros, y de ninguno me gustan las versiones para el cine.

Es imposible que lo que tú te imaginas leyendo un libro lo puedas ver reflejado tal cual en una película, supongo que el motivo es que cada uno nos imaginamos los personajes de forma diferente, adaptándolos a nuestra experiencia, incluso entendemos el libro de forma distinta, pues nos quedamos con detalles que otros no se quedaran, como pasa cuando hablamos con un amigo de un acontecimiento pasado, cada uno cuenta una versión que a pesar de ser igual, tiene matices totalmente dispares, a unos nos conmueven o emocionan cosas múltiples y por ello hacemos valoraciones distintas.

Hace años que ya utilizo el libro electrónico, es comodísimo disponer de miles de libros en un dispositivo tan pequeño y tan manejable. Pero de vez en cuando me compro libros de papel, pues echo de menos el tacto de sus hojas o el olor a libro nuevo que me hace rememorar mi niñez, cuando me leía a Julio Verne y todas las aventuras que disfruté con él.


Sigo sintiendo la calidez de los libros de Adolfo Bécquer, Pérez Reverte, Almudena Grande, Ana María Matute, Antonio Muñoz Molina, Carlos Ruiz Zafón, Alberti, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalván, Gala, Elvira Lindo, Espronceda…. y un largo etcétera de escritores que por ser extranjeros no son menos importantes en mi vida, porque su magia me ha trasportado a otros mundos, a otras épocas y a otras galaxias.

SOY MAS DE FUTURO

El motivo no lo sé, pero siempre he pensado que LO BUENO está por llegar, viva el presente que viva el futuro traerá lo mejor…

El caso es que no hay indicios de tal cosa, y si no miren por ejemplo el presidente que han votado los estadounidenses, un señor que en sus ratos libres visita playas secretas que le dejan el pelo amarillo pollo y la piel naranja. Yo siempre he visto a los extranjeros en las playas colorados como un tomate exhibiendo quemaduras de segundo grado con todo el placer del mundo, pero el no, su sol es diferente le pone naranja, o es que se aplica una loción contra las quemaduras que le destiñe la piel dejándole ese inmejorable color butano.

Pero vamos a dónde íbamos, el caso es que con ese señor multimillonario que quiere aislar a su país de todo y de todos y amurallarlo al mejor estilo Ávila, no parece que la cosa vaya para adelante, más bien si le dejamos irá para atrás. Dicen, con razón que la tercera guerra mundial será con palos y piedras.

Lo siguiente será deportar a cualquier persona que no sea americano de por lo menos dos generaciones. Más generaciones no, porque no hay nadie, ya que el 98 por ciento de los americanos son ingleses, irlandeses, italianos, puertorriqueños, etc. y el 2 por ciento restante son los antiguos indígenas americanos que quedan en reservas indias.

Pero a pesar de eso sigo pensando que lo bueno está por llegar. No, no soy de pasado, no digo que no haya sido feliz en él, si lo dijera mentiría, pero sueño con esos augurios de las películas en las que se veía un futuro de trajes de papel de aluminio y coches voladores.  Creo que por eso me gusta tanto el cine de ciencia ficción, sobre todo en las que los alienígenas conviven con nosotros en paz y armonía y si alguno es más bien violento, la guerra se practica en el espacio y siempre ganan los buenos. Todos los humanos unidos bajo un mismo gobierno, todos pensando que somos iguales, ya seamos blancos, negros, amarillos o naranjas….

El caso es que, si existen alienígenas más avanzados que nosotros y que al parecer ya nos han visitado en muchas ocasiones, lo que no entiendo es el motivo por el cual no se hacen ver y se presentan “como dios manda”. Aunque visto lo visto, supongo que nos tienen un miedo terrible de ver cómo nos autodestruimos por “un quítame allá esas pajas”. Porque si son tan listos de tener naves espaciales capaces de cruzar el mismísimo universo, ya se habrán dado cuenta lo rudimentarios y tontos que somos. Seguro que en su mundo los monólogos hablan de nosotros desternillándose de la risa.

Como todo el mundo me gustaba inmortalizar los momentos sublimes haciendo fotos y videos, pero cada vez menos, porque me he dado cuenta que a final ese testimonio gráfico no la suelo hacer mucho caso y prefiero estar más pendiente en vivir esos momentos sublimes que en captarlos como recuerdos. Si señor soy más de futuro.

En mi vida he viajado bastante y en todos los viajes me pasaba  todo el rato haciendo fotos mientras dejaba de notar lo sublime del lugar, entre enfoque y cambio de enfoque seguro que me he perdido muchos momentos, para luego cuando llegaba a casa a la gente, como es normal, no le interesaban nada y yo pasaba de ellas.

Porque seamos sinceros a nadie le apetece ver tropecientas mil fotos de los viajes de otros o de la boda de otro o del niño de otro. Pero se sigue tomando fotos y videos de nuestra vida. Sería estupendo tener un dron particular que nos siguiera a todos los sitios y nos filmara constantemente y luego cuando pudiéramos, ver esa vida pasada, aunque claro también nos tocaría ver como hemos visto lo visto, un lio vamos.

El caso que cada año que pasa los augurios son peores, no habrá pensiones, se habrán extinguidos los trabajos dignos, la luz y el gas serán imposibles de pagar, solo los riquísimos podrán disfrutar de ello, con el resultado de que la cesta de la compra se llamará el cestillo de las lamentaciones, y claro, con ese plan quien se compra un coche volador, se viste de papel aluminio o disfruta de un robot que nos haga la casa….

Si, así se ve el futuro ahora, por lo menos los que me rodean, excepto los estadounidenses que ven ya el futuro de color naranja rodeados de murallas naranjas. Pero yo no, sigo creyendo que lo bueno está por llegar.

Los “verdes” ven el cambio climático inmediato por lo que el agua de los polos nos inundará, las lluvias arreciarán en los sitios donde nunca llueve, véase ahora mismo en Levante y dejará de llover donde siempre lo ha hecho, véase ahora Galicia. Cada vez habrá menos alimentos, por lo que o nos damos prisa adaptándonos al plancton marino como ya investiga nuestro cocinero Ángel León o haber que diantres comemos. ¿Terminaremos teniendo agallas y aletas, como se veía en la película Waterworld?  Total, ni trajes de papel de aluminio ni coches voladores.

Pero a pesar de todo, sigo pensando que lo mejor tiene que venir y me arrollará con toda su fuerza y poder… aunque ¿seré capaz de reconocerlo?, puede que el futuro ya llegara y que lo he desechado pensando que solo era presente y que lo mejor es lo que vivimos día a día, porque en sí ya la vida es lo mejor que nos ha pasado y nos puede pasar, porque el ver, tocar, oler, gustar es en si ya la verdadera maravilla, que el mundo que nos rodea es lo más precioso que nunca tendremos y que cada mañana que nos levantamos nos toca dibujar ese futuro que es el segundo siguiente del segundo siguiente…..


Definitivamente yo soy más de futuro.

BOLITA DE PELO Y FIDELIDAD

Un día lo trajeron mis hijos a casa, era una bolita de pelo que nos lamia a todos constantemente o nos mordía sin hacer daño con sus dientecitos de leche. Empezamos a malcriarle.

Todo el tiempo quería jugar y nos provocaba quitándonos la zapatilla, los calcetines o cualquier cosa que pensara que con eso iba a llamar la atención, y lo conseguía.

Pensé que cuando se tenía que quedar solo en casa lo mejor era la cocina, así que con el tiempo se comió dos patas de madera de la mesa. En una ocasión se subió no se sabe cómo donde estaban los cereales y los tiró por el suelo y se comió gran parte de ellos, cuando llegué a casa me lo encontré empachado y tirado en su cuna sin apenas poderse mover.

En otra ocasión cuando salí de la cocina subió a la encimera valiéndose de una silla que estaba cerca y se comió un codillo con hueso y todo en el tiempo record de 10 minutos. Así que poco a poco me enseñó a no dejar a su alcance nada y mucho menos la comida.

Le adoptamos con 4 meses y ya tiene 11 años y a pesar de todas sus travesuras y destrozos es importantísimo en mi vida. Con el tiempo nos hemos hecho inseparables, me sigue por toda la casa, se pone en mis pies cuando estoy sentada, duerme en mi cama a mis pies y cuando tengo que salir llora y ladra sin parar, creo que teme que no vuelva nunca.

Siempre me espera encantando de mi vuelta a casa, salta y festeja mi llegada, aunque solo haya salido 3 minutos, y me recibe con su pelotita para que juguemos. Inspecciona todo lo que hago minuciosamente, y olisquea todo lo que compro, pues es un seguidor y defensor de la dieta mediterránea.

Sabe perfectamente cuando quiero que no me moleste porque tengo cosas que hacer y se sienta siempre muy cerca de mí y dormita hasta que ve que estoy terminando y entonces se levanta y quiere que le coja para acariciarle, necesita saber que le quiero.

Si miro por una ventana, se pone a dos patas para que le coja y vea lo que ocurre en la calle. Cuando tiendo ropa, espera sentado pacientemente hasta que cuelgo la última prenda y entonces se pone a dos patas para que le coja y mirar por el tendedero que se cuece en el patio.

Alguna vez que he estado con gripe y me arrastraba del sillón a la cama y viceversa ahí estaba el para acompañarme y darme calor, sabe cuando tengo fiebre y me lame las manos, creo que en un intento de bajármela.

Si alguna vez estoy triste, él lo sabe e intenta lamerme la cara y que le tenga en brazos todo el rato, y de esa forma me trasmite toda su alegría.

Es el motivo por el cual todas las mañanas me levanto a la misma hora para que salgamos de paseo a la calle, tenga ganas o no, haga frio o calor.

Tengo que decir que intenta protegerme constantemente y cuando alguien en la calle se me acerca, gruñe avisando lo peligrosísimo que es y solo deja de hacerlo cuando ve que hablo con esa persona tranquilamente, entonces se sienta a mi lado.

Le encanta comerse la hierba de los parques y hacer pis en los árboles, persigue a los pájaros que encontramos en el suelo y siempre se pone muy ufano cuando estos vuelan despavoridos. Supongo que como a todos los perros no le gusta los gatos y los ladra hasta que estos aburridos se manchan con su paso majestuoso.

Le vuelven locos las zanahorias, creo que es su plato preferido, posiblemente era conejo en otra vida. Odia los jarabes y las pastillas, tengo que hacer malabarismos para que se tome las medicinas que le manda el veterinario. En ocasiones pongo las pastillas dentro de un trozo de salchicha y es capaz de masticar la salchicha, tragársela y escupir la pastilla.

A casa siempre han venido amigos a comer, tomar café o cenar y el los saluda contundentemente cuando llegan poniéndose muy contento desde el momento que suena el portero automático. Luego asiste a la reunión en silencio mirando todo lo que hacemos y estando al tanto por si se cae algo de comida al suelo para comérselo, en esas ocasiones es como una aspiradora, le encanta tener el suelo limpio.

Cuando las visitas se marchan siempre quiere que le coja para estar a la altura de ellos y despedirles como hago yo desde la puerta.

Con mi nieta se lleva estupendamente, aunque son muy ruidosos los dos juntos, pues el ladra constantemente contestando a sus peticiones y juegos. Ella le llama Cariño y desde siempre le ha tratado como un muñeco. En una ocasión la encontré poniéndole un jersey suyo y el otro se dejaba hacer y a mí me pone pegas para ponerle su abrigo para salir a la calle. Con él ha jugado a médico y paciente y le pone vendas en las patas y tiritas en las orejas, cuando él se cansa viene a mí para que le quite las vendas.

Odia el secador de pelo y le horrorizan los petardos. En Navidad lo pasa fatal y no quiere salir por las noches a su paseo diario y se hace una bolita temblorosa en su rincón-refugio, puede llegar a medir 10 cm en tales circunstancias.

Cuando tiene que ir a veterinario siempre se esconde detrás mía intentando que no le vea y cuando le coge y le pone en la mesa para auscultarle se paraliza y el medico puede hacer lo que quiera con él, el veterinario está encantado, sentimiento que no es mutuo, por supuesto.


Sé que esto solo lo entienden las personas que tienen un perro, que hay gente que no les gusta las mascotas o les tiene miedo y no quiere ni que se les acerque, pero esas personas no saben lo que se pierden. Si me faltase sería como si me amputaran un miembro o un órgano de mi cuerpo, puede que el corazón exactamente. 

ESOS JEFES QUE TE VUELVEN LOCO


Estuve trabajando casi 34 años en la misma empresa, por lo que he tenido muchos jefes y jefas durante ese tiempo.

Al principio era muy jovencita y el jefe que tenía tenia bastantes años más que yo, fui cambiando de jefe y cada vez la diferencia de edad se iba acortando, y llegado un momento fui yo la que era mayor que mi jefe.

Tengo un recuerdo nítido de todos ellos/ellas. Los he tenido de todas clases, el profesional muy capacitado con carrera universitaria e inglés, el profesional, discapacitado para el puesto, pero con carrera universitaria e inglés, uno que hizo ver que tenía carrera universitaria y era mentira y se pasó toda la vida estudiando inglés pagado por la empresa y no había forma de que lo utilizara, una muy capacitada y con carrera e inglés pero que nunca se había dedicado a lo que hacíamos en el departamento y tuvo que hacer muchos cursos, etc.

Uno de mis primeros jefes era joven, acababa de sacarse la carrera y no tenía muy definido lo que quería hacer, era abogado y lo que mejor se le daba era leerse el Boletín Oficial del Estado, a mí me dejaba hacer mi trabajo y no tenía mucho interés en saber lo que yo hacía, solo le importaba que el trabajo (lo que fuera) estuviese hecho y nada más; como compartimos despacho un tiempo mientras que le preparaban el suyo se dedicaba a hablar de todo y tenía a veces que decirle que me dejara hacer mis tareas.

Este se casó y aprovechó los días de permiso para que yo tuviera que hacer sus obligaciones y cuando se incorporó seguí haciéndolas siempre.

Una anécdota muy graciosa es que quiso sacarse el carnet de conducir y cuando leía la teoría decía que todo eso lo había estudiado en derecho civil y que estaba “tirado” … nunca se sacó el carné pues nunca aprobó el teórico y a la cuarta vez decidió que mejor que condujera su señora.

En otra ocasión tuve un jefe muy preparado y eficiente, me dejaba hacer mi trabajo, lo supervisaba y me apoyaba siempre, dando toda clase de elogios de él. A él no le hacía falta pisarme para hacer ver que gracias a él salía el trabajo y se hacía bien, brilló por sus propios méritos y nuestro trato siempre fue profesional e intachable.

Por aquel entonces el director general que era su jefe directo me dijo que para ser mujer bastante ganaba, él se horrorizó y le dijo que no podía decirme eso. El director general lejos de pedirme perdón, estuvo a punto de despedirme, creo que me salvé gracias a él.

Tuve otro jefe que era muy buen psicólogo y todas las mañanas hablábamos de lo que había que hacer y siempre me psicoanalizaba un poco, creo que el director general que no consiguió despedirme le indicó que tenía que hacerlo. Después de trabajar un tiempo juntos, me dijo que había gente que decía que yo tenía muy mal genio y que sin embargo el solo había encontrado a una persona muy profesional y normal. Se fue porque todo lo que le había prometido su jefe el director general no se lo concedió hasta que dijo que se marchaba y claro está en ese momento el declinó la oferta pues tenía la sensación que le habían tomado el pelo.

El siguiente era una persona joven, muy preparada, con carrera e inglés y con la que me llevé estupendamente durante todo el tiempo que trabajamos juntos, incluso una temporada compartimos despacho y a pesar de trabajar muchísimo los dos, nos daba tiempo de reírnos y hacer un clima laboral excelente.

En otra ocasión me pusieron un jefe que estaba muy loco. Perseguía a la gente hasta los servicios y controlaba cuanto permanecía allí. Me regañaba por tener el bolso en la mesa supletoria, porque según el parecía que no trabajaba. Me obligaba a hacerle a máquina los contratos de alquiler de sus viviendas particulares, nos enseñaba a mis compañeros y a mí las fotos de cuando tenía 17 años, como si nos importara; nos regañaba si veía que nos reíamos entre nosotros y tuvo una amante secreta, a pesar de estar felizmente casado.

La amante le llamaba por teléfono y todos en el despacho ya la conocíamos por su nombre, le mandaba regalos que él decía que eran de su mujer y nosotros no decíamos nada, pero nos reíamos un montón de él y sus fuera de tono, sus horrorosos modales y su poca ética.

No fue el único jefe que he tenido que tuviera juergas extramatrimoniales. Uno de ellos que siempre hablaba de su mujer y sus hijas haciendo ver que era un marido excelente y un maravilloso padre, recibió una carta en una ocasión que por error abrimos, y era la carta de una niña de 16 años que había conocido en un viaje de trabajo y con la que tuvo una relación corta pero muy apasionada, según decía la carta.  La carta la abrimos porque se abría cualquier carta, aunque llegara a su nombre, no os creáis que hicimos algo ilegal.

Tuve también una jefa loca por el dinero y el poder, era lo único que la importaba, creo que ha sido la peor jefa que he tenido nunca, pues era falsa, hipócrita, malvada hasta la saciedad y envidiosa, tremendamente envidiosa, un personajillo triste y anodina, pero con u voraz apetito por el dinero y el poder sobre otras personas. Una de esas personas tóxicas que ojalá no os encontréis en vuestras vidas, porque intentará haceros la vida imposible sea la relación que tengáis con ella.

De algunos he aprendido mucho, de otros no he aprendido nada, pero todos han dejado su huella en mi pues fueron parte de mi vida.


CUANDO HABLO POR TELÉFONO OCURREN COSAS.

Algo que me di cuenta cuando mis hijos eran pequeños fue que cuando hablaba por teléfono ellos se volvían un poco locos y dejaban también sus actividades para hacer otras, digamos, “menos adecuadas”.

Mis hijos se llevan 6 años de diferencia y son de distinto sexo, pero aun así la mayoría de las veces jugaban juntos. Pero, aunque estuvieran cada uno en su habitación haciendo actividades por separado, en cuanto sonaba el teléfono fijo y yo lo cogía, venían como locos a preguntar quién era, como si fuera importante para ellos, aunque cuando les dijera quien estaba al otro lado, pasaban sin darles importancia y se dedicaban a hacer cosas que no eran muy adecuadas. Si encima, yo me alargaba en la conversación, ellos seguían haciendo cosas que impedían que yo pudiera hablar tranquilamente. Curiosamente si luego quería que ellos se pusieran al teléfono para saludar o para dar besos, ya que eran familiares los que habían llamado, ellos se negaban en rotundo a ponerse.

Esto ocurrió siempre desde que eran muy pequeños, además tengo que decir que por aquel entonces no tenía teléfono móvil y el teléfono que sonaba era el fijo y de cable, por lo que no podía moverme del sitio donde estaba instalado.

Así que en el intervalo que hablaba, mi hijo cuando tenía 3 años escondió la crema hidratante y no apareció hasta trascurrido mucho tiempo. En otra ocasión se puso a pintar con rotuladores permanentes el edredón de su habitación. Más adelante cuando nació su hermana se dedicaba, mientras yo hablaba a despertarla dando saltos debajo de su cuna.

Curiosamente, ahora que ya son mayores y tienen sus flamantes teléfonos móviles, de los que están enganchado todo el tiempo, desde que se despiertan hasta que se acuestan, no hay quien les pregunte con quien hablan, pues lo mínimo que te dicen es que eres una cotilla.

En una ocasión, encontré a mi hijo de 2 años con el auricular del teléfono y parloteando, al principio me hizo mucha gracia, pero poco a poco me di cuenta, por lo que decía, que estaba hablando con alguien; cuando le quité el auricular comprobé que una amiga me había llamado y que el niño que estaba al lado del teléfono lo cogió y le estaba contando su vida sin que ella le preguntara para nada y por más que le decía que se pusiera su mamá, no le hacía ni caso. Cuando cogí el teléfono mi amiga se estaba desternillando, pero eso hizo que dejara el teléfono donde él no lo pudiera coger. Ese año los Reyes Magos le trajeron un teléfono idéntico al que teníamos en el salón, teléfono que jamás hizo el menor caso.

Ahora mi nieta hace lo mismo. Esté haciendo lo que esté haciendo muy concentrada, solo con que llame yo o me llamen al móvil, ella viene como un resorte y además de preguntarme con quien hablo, empieza a hacer diabluras hasta que cuelgo.

Los niños son así, cuando están “en sus cosas” creemos que no nos hacen caso y que no nos oyen, pero son capaces de estar en varias cosas a la vez y de darse cuenta de lo que hacemos o hablamos al mismo tiempo. Supongo que es una cualidad necesaria en su corta edad y un don que perdemos con el tiempo.

Con los niños pequeños hay que tener mil ojos, pues si están muy silenciosos, es fácil que estén haciendo algo que no deben y en cualquier descuido pueden ponerse en peligro, como si hubieran estado esperando nuestro despiste para hacer algo que tenían planeado desde hace tiempo.

Tenía una terraza muy amplia y por miedo a que los niños se subieran a las sillas y se pudieran caer, todo el tiempo tenía las sillas recogidas y la puerta de salida a la terraza cerrada. Un día decidí regar las plantas de la terraza y tenía que ir con la regadera desde la cocina, y me dejé la puerta abierta.

En uno de mis viajes vi a mi hija pequeña arrastrando su silla pequeña de plástico, que utilizaba para llegar al lavabo y lavarse las manos o los dientes, al pasar a mi lado no lo pensé, pero cuando estaba llenando de agua la regadera, me di cuenta que no era normal que ella fuera por el pasillo hasta el salón, así que corrí hasta la terraza y allí estaba ella poniendo la silla para poder empinarse y ver la calle desde la barandilla de la terraza, ¡menos mal que me di cuenta a tiempo!

Algunos opinan que los niños nos están retando constantemente para saber hasta qué punto pueden llegar, seguramente sea así, nos recuerdan constantemente que son nuestra responsabilidad y que debemos de estar e constante alerta para que no les pase nada mientras ellos investigan el mundo de mil formas.

Yo siempre digo que la profesión de ser padre/madre es la más difícil, no solo por la gran carga de trabajo que es tener hijos, sino por la carga emocional permanente y que pase el tiempo que pase, tenemos siempre. No importa la edad de nuestros hijos, siempre estamos pendientes de sus necesidades, sean las que sean.

Pero a pesar de todo este trabajo físico y psíquico es la experiencia más vital que podemos tener en nuestras vidas, ni subir al Everest, ni ganar una medalla de oro olímpica, ni tener el mayor triunfo en nuestros negocios es comparable al sentimiento que nos produce cualquier éxito de nuestros hijos.





LUNES Y SIN GANAS DE IR A TRABAJAR

Cuando empecé a trabajar tenía 17 años, creo que lo hice por vocación, vocación a sentirme útil; los estudios se me daban muy bien, pero me sentía que me faltaba algo. Los estudios me servían para aprender teoría, el trabajo me hacía aprender con la práctica y me ayudó a sociabilizarme, a saberme dentro de un grupo de personas dedicadas a lo mismo y encima ganaba un dinerito.

Por supuesto el dinerito era poco y ese poco lo entregaba en casa como ayuda para la familia. Aun así, del poco dinero que mis padres me daban conseguía ahorrar algo.

Como decía empecé a trabajar a los 17 por lo que era aprendiz de administrativo. En la empresa en la que entré había otras personas de mi misma edad y otras mayores que eran los que debían de enseñarnos las tareas que os asignaban.

Creo que lo primero que aprendí fue a trabajar en equipo, aunque realmente nadie me enseñó me di cuenta que era parte de un todo y que cualquier trabajo era importantísimo para conseguir los objetivos que debíamos de alcanzar.

Así, cuando iba por un pasillo y sonaba un teléfono en algún despacho vacío, lo cogía y apuntaba el recado para el que me indicaba en remitente de la llamada.

Muchos años después la cosa cambio mucho y recuerdo que en el despacho que estaba junto con diez personas más, cuando sonaba un teléfono, solo lo cogíamos una compañera y yo, el resto se hacían los locos y no lo cogían por algún miedo que nunca entendí.

Nunca me importó aprender cualquier cosa, por lo que preguntaba a todos lo que ignoraba y el cómo y por qué de las cosas. En poco tiempo ya estaba ideando fórmulas para hacer el trabajo más fácil, y así seguí haciendo toda mi vida laboral.

El trabajo nunca me pesó, me sentía orgullosa de hacerlo y siempre intenté hacerlo lo mejor posible.

Tuve muchos jefes y jefas durante el tiempo que estuve trabajando y me ocurrieron grandes anécdotas. Tuve jefes maravillosos que me ayudaron y me enseñaron y tuve jefes engreídos que no me enseñaron nada.

Los que trabajábamos allí éramos todos iguales con la sola diferencia de la antigüedad, yo respetaba muchísimo a las personas más antiguas e intentaba aprender de ellas. Tanto así que, aunque pasase 30 años yo siempre me sentí que esa persona que había estado más tiempo había que respetarla.
Por supuesto siempre había de todo, gente honrada que, hacia bien su trabajo, gente vaga que no daba un palo al agua pero que se vendía estupendamente y que eran puestos de ejemplo por los jefes, gente buena que ayudaba a los demás, gente malísima que intentaba escaquearse y pasaba a otros los problemas, etc., etc.

Pero la mayoría sabíamos de nuestras responsabilidades, entrabamos con puntualidad, salíamos cuando habíamos terminado el trabajo, si llegábamos antes nos quedábamos un poco más tarde y nadie nos tenía que regañar por no tener los objetivos alcanzados, solo unos pocos vivían a costa de los demás.

Pero recuerdo que siempre me gustaba ir a trabajar, puede que fuera un caso extraño, pero a mí no me importaba. Cuando llegaba el domingo solo me daba pena tener que madrugar, pero no ir a trabajar, allí hablaba con los compañeros de lo que habíamos hecho el “finde”, nos reíamos y lo pasábamos bien.

Pero eso fue cambiando poco a poco, con el tiempo se hizo más difícil coincidir con otros compañeros y hacer buen ambiente, fue como si la gente se amargara, los jefes se volvieron más  exigentes, y dentro de esa exigencia estaba el intentar que nadie se riera que nadie hablara con el compañero, se empezaron a inventar sistemas para ver el tiempo que tardábamos en hacer las cosas, el tiempo que empleábamos en atender a un cliente o proveedor y a intentar acortar tiempos, así que en consecuencia la gente empezó a sentirse asfixiada en el trabajo y a no encontrarse a gusto.

Curiosamente trajeron desde el extranjero ideas “maravillosas” de control de presencia, siempre me ha cautivado esa obsesión de los empresarios por controlar la presencia de sus trabajadores, es decir lo que más les importa es el tiempo que pasamos dentro de los lugares de trabajo, luego puede ser que no des un palo al agua y te dediques todo el tiempo a “hacer que haces”, pero dentro de la oficina siempre.

Empezó a surgir los profesionales del escaqueo, gente que con estar en la oficina ya se ganaban su salario y los créditos de sus jefes. Por lo general eran vagos recalcitrantes que subían de puestos como la espuma, que era expertos en echar balones fuera y que se hacían amiguísimos de sus jefes que los encumbraban constantemente. Dentro de esta especie había diferentes estilos, pero si te fijabas todos en el fondo eran iguales.

El peor problema de este tipo de gente tóxica no era que no hiciera nada, sino que se dedicaba a malmeter a sus jefes en contra de los que si trabajaban y hacían el ambiente algo insufrible. También es cierto que estos llegaban a jefes y se ayudaban unos a otros, por lo que era complicado que desaparecieran.

Además, esos expertos de la inutilidad son los que sobreviven en las crisis financieras y laborales, siempre se las apañan para seguir allí e incluso les puede servir para medrar.

Es una especie de trabajador que me temo ya no desaparecerá jamás. Supongo que se forja desde su tierna infancia y se hace fuerza con los estudios académicos que llega a tener. Entra con contundencia en las empresas haciendo ver que van a conseguir más beneficios, que ellos saben más que los que ya estaban trabajando allí y que vienen como salvadores de la compañía.

Pueden que sean pocos, pero se notan bastante más que los buenos trabajadores y logran hacerse directores y líderes de grandes empresas. Desgraciadamente tengo la teoría que las personas que trabajan mucho, se esfuerzan sin importarles nada más que hacerlo bien y que son muy responsables, jamás llegan a ser importantes directivos.



NOCHE DE REYES

La tradición española por excelencia es que en la noche del 5 al 6 de Enero, mientras que los niños duermen, vienen desde Oriente tres mágicos Reyes con sus correspondientes  camellos, para dejar regalos y juguetes.

Así cuando se despiertan los niños se encuentran que tanto los camellos como los reyes se han comido/bebido lo que les hemos dejado la noche anterior para que se repongan de su largo viaje y además un montón de regalos.

Recuerdo como si fuera ayer esas noches y esas madrugadas maravillosas en la que encontraba todo lo que los reyes me habían traído, y de verdad que eran mágicos, pues no solo era muy difícil que tres camellos y tres personas adultas cogieran en la salita de mi casa, sin que decir tiene que entrar en la sala por la ventana o la puerta era aún más complicado.

Además de todas esas dificultades resulta que yo era miembro de una familia de clase media baja y que no sobraba el dinero ni la magia, pero allí estaban ellos con su estupenda muñeca, su cartera para el colegio y esos lápices de colores maravillosos que siempre había querido.

El mejor recuerdo era ese olor a muñeca o a cartera nueva, era ¡tan maravilloso! y que luego nos pasábamos todo el día jugando y tirando de la mejor imaginación posible, pues esas muñecas no era como ahora y no hacían nada más que mirarnos con sus maravillosos ojos, ellas no hacían pipi, ni hablaban, ni cantaban….

Esa muñeca nos duraba todo un año o más, pudiera ser incluso, que nos durara toda la vida y que aun cuando fuésemos adultas la tuviéramos haciéndonos compañía. Había sobrevivido a “ataques” de indios”, lavados en bañera, cortes de pelo y pintura en la cara de esa que no se quitaba ni frotando con lejía.

Pero era la muñeca más maravillosa del mundo pues había asistido a nuestros cambios de edad, altura, disgustos, alegrías y penas.

Como veréis yo hablo de mi experiencia, cada uno tiene la suya particular. Pero creo que todo era maravilloso pues era la única ocasión de tener nuevos juguetes, el resto del año en el cumpleaños, santo o cualquier otra celebración me regalaban cosas necesarias como era la ropa o los zapatos, un abrigo, una bufanda o ese gorro que nos ayudaba a pasar el invierno helado de Madrid.

Pero todo empezaba antes ese primer día que nos daban las vacaciones de invierno en el colegio, recuerdo nítidamente mi despertar con el sonido de fondo de mi madre en la cocina trajinando y limpiando, y la felicidad de saber que no había que ir al cole y que era libre de ataduras.

En ocasiones ese primer día coincidía con el sorteo de la lotería de navidad. Recuerdo el soniquete de los niños de San Idelfonso cantando números y premios desde la radio que mi madre había encendido. Nadie le hacía caso, solo en ocasiones parábamos nuestras actividades cuando esos varones (por aquel entonces no había niñas) cantaban algún premio importante y poníamos oídos para ver si era el primer premio y si lo tuviéramos nosotros.

Al día siguiente mi padre me encargaba acercarme al quiosco más cercano a comprar el periódico y se tiraba un buen rato revisando concienzudamente si había sido premiado no ya solo por los premios gordos sino por alguna terminación o lo que se llamaba la “pedrea”. Por aquel entonces la ilusión era doble pues casi todos los números eran compartidos con vecinos, compañeros, amigos y familiares, de tal forma que si nos tocaba a nosotros sabíamos que tocaría a alguien de nuestro entorno. Creo que jamás nos tocó nada, pero la ilusión seguía ahí todos los años.

Luego venia la Nochebuena, una noche en la que los familiares se reunían en mi casa y compartíamos unos manjares exquisitos que no había el resto del año, el turrón, los mazapanes y polvorones solo se tomaban en las navidades. Ese mismo día mi padre ponía un árbol que gracias a un pequeño motor, lucían bombillitas de mil colores y que todos los años teníamos que sustituir alguna por haberse fundido.

Creo recordar que algún año a mi padre le daban una pequeña cesta en la empresa donde trabajaba y de allí salía sorpresas muy agradables como el turrón que llamábamos del duro y que teníamos que partir con un cuchillo y con mucha fuerza, o la botella de anís o la botella de Quina Santa Catalina o las peladillas.

La comida del 25 también era especial y casi siempre había cordero en mi casa, creo que era la única vez del año que lo comíamos.

Por supuesto no existía la tradición extranjera de Papá Noel y no nos hacía falta. Los niños jugábamos en la calle sin problemas, pues siempre había un adulto que nos podía llamar la atención si hacíamos algo que pudiera ponernos en peligro. Los niños jugábamos a indios o a policías y ladrones, todo aquello que vivimos viendo la televisión.

Recuerdo que por aquel entonces el tiempo no pasaba tan deprisa como ahora, vivíamos más el momento y no pensábamos en el siguiente día, pero venía el esperado 31 de diciembre, ese último día del calendario que daría paso al año siguiente.

Por supuesto, creo que como todos los españoles esa gran noche se despedía nuevamente con manjares en la mesa y al filo de las 12, nos preparábamos para tomar las 12 uvas de la suerte. Esto en mi casa era totalmente imprescindible, si no las hubiéramos tomado estaríamos esperando grandes males en el año siguiente. Una vez terminadas había gran alborozo y brindis, donde todos deseábamos que al año siguiente estuviéramos otra vez haciendo lo mismo. Esa noche casi nadie dormía, en mi casa jugábamos a juegos de mesa y así estábamos hasta altas horas de la madrugada.

Nuevamente el 1 de enero despertábamos tarde, pero con los ruidos propios de mi madre recogiéndolo todo y preparando la comida de ese día.

Yo nunca escribí la carta de los Reyes Magos pues ellos eran suficientemente sabios como para saber qué es lo que yo quería y necesitaba.


Y cinco días después llegaba la noche especial para los niños, ese día estabas nervioso pues deseabas que se pasase pronto el día y que llegara la noche y con ella la magia de los Reyes Magos.

Mis padres que no podían aguantarse la emoción nos solían despertar a eso de las 6 de la mañana comunicándonos que habían llegado, así que con el sueño aun colgando de nuestros parpados nos levantábamos e íbamos hasta la salita donde se encontraban las grandes sorpresas. Ese día estábamos jugando con nuestros regalos, llenos de satisfacción e ilusión.

Tomábamos el tradicional roscón con reyes y nos moríamos de alegría si nos tocaba la sorpresa que en casa llamábamos “la figurita”, estas eran custodiadas por mi madre que las tenía en una cajita.

Ese roscón es el dulce que más me gusta de la Navidad y en la actualidad como se puede encontrar en los grandes supermercados durante toda la Navidad suelo comprar varios y me sigue haciendo ilusión esa entrañable figurita y sigo guardándolas en una cajita.






Los sustitutivos de las comidas

Se denominan sustitutivos de las comidas a las barritas, batidos, galletas, cremas o natillas, etc., habitualmente enriquecidos con vitaminas y minerales, que tienen una composición conocida en cuanto a nutrientes y calorías. Estos productos pueden utilizarse como único alimento al día y constituir una dieta muy baja en calorías, menos de 800-1000 Kcal/día o, con mayor frecuencia, se recurre a ellos para sustituir alguna de las comidas del día.

Existen múltiples marcas comerciales en farmacias y en supermercados de composición variable en cuanto a nutrientes se refiere. La pregunta que nos planteamos hoy es: ¿son útiles para perder peso o es únicamente una forma de perder dinero? ¿Se puede también perder la salud?

A pesar del dinero que se gasta en todo el mundo en estos productos, llama la atención la escasez de estudios científicos serios publicados sobre la eficacia de los mismos a largo plazo. Estos productos generalmente aportan pocas calorías y en la actualidad suelen estar bien diseñados en cuanto a suplementación de vitaminas, minerales y fibra. Cuando se utilizan como único alimento, es decir, como una dieta-fórmula muy baja en calorías, que aporta menos de 800-1000 calorías al día, deberían ser siempre bajo prescripción y control médico.

La mayoría de las veces se emplean para sustituir una o más de las comidas. Recientemente, se ha publicado un estudio de Noakes en la prestigiosa revista Journal of Nutrition sobre la eficacia de estos productos utilizados como sustitutos. Se hicieron dos grupos de pacientes al azar: uno siguió una dieta hipocalórica convencional con alimentos naturales y otro se trató con este tipo de productos, suplementado con algunos alimentos naturales bien especificados. El aporte total de calorías en ambos grupos fue similar. Los pacientes que utilizaban dichos suplementos, en comparación con los que se trataban con una dieta de las mismas calorías a base de alimentos naturales, perdieron una media de 2,5 kilos más de peso tras tres meses de tratamiento. Además, después de más de un año, los pacientes tratados con ellos también mantenían una pérdida de peso mayor.

¿Por qué los pacientes tratados con sustitutivos mejoran el resultado de la dieta? Está claro que nada tiene que ver con el aporte total de calorías, que fue similar en los dos grupos. También se controló la actividad física. En principio, parece que es más apetecible hacer una comida de alimentos naturales, con el mismo contenido calórico, que tomarse una barrita o un batido. ¿Se debe quizá a que los pacientes tenían que para más dinero por menos comida? ¿O tal vez a que no tenían que tomar decisiones sobre lo que debían comer? ¿Logran estos productos mejorar la adherencia a la dieta?


Se concluye que los sustitutivos de comidas o dietas-fórmula son un método eficaz de control de peso, pero siempre deben acompañarse de una educación nutricional adecuada.

El año nuevo y las adivinaciones

En España se han realizado tradicionalmente predicciones astrológicas en calendarios editados antes de que empiece el año. También se han efectuado predicciones climatológicas tomando como base el tiempo que ha hecho en determinados meses del año que acaba, conocidas con el nombre de “cabañuelas”.

También se hacen predicciones atendiendo a las características del día de Año Nuevo, del planeta y del viento.

Hay personas que, en la noche del 31 de diciembre, al acostarse, guardan bajo la almohada tres papelitos iguales que llevan escritas las palabras: bueno, malo y regular. A la mañana siguiente cogen uno de los papeles y, según el que sea, así será el año.

Otra forma de pronosticar la suerte que se tendrá el año entrante es tirar al aire un zapato y el primer día del año: si cada pie significa buena suerte, si cae de costado, que el año será regular, y si lo hace boca abajo augura mala suerte.

Donde abunda el ganado se cree que el año será fértil si los carneros viejos se anticipan a los jóvenes en cubrir a las ovejas.

Los años contados de siete en siete y de nueve en nueve desde el nacimiento de una persona se llaman climatéricos y se comentó que son peligrosos. El año más peligroso es el 63, que se denomina escalario.

Los años bisiestos son objeto de numerosas supersticiones, pero la mayoría de ellas se inclinan por señalar que son años portadores de mala suerte.

Los marineros opinan que los años nones son buenos para la navegación y, en cambio, los pares son años en que habrá tormentas.

Por el contrario, existe la creencia de que los años positivos y repletos de agradables novedades son los pares, mientras que los impares están llenos de desgracias y pesares.

EL AÑO NUEVO Y LOS DESEOS

Se dice que cuando dan las doce campanadas y se brinda por el nuevo año hay que formular los deseos para el año entrante. Hay que abrir la ventana para que se vaya el año viejo, y al mismo tiempo pisar un papel de color rosa, en el que se han escrito previamente los deseos.

Para empezar bien el Año Nuevo hay que comer las doce uvas al sonar las doce campanadas que anuncian el comienzo del año.

                                       Imagenes de feliz año nuevo 2016