Alergia a la hiedra y al roble

Si usted es, como la mayoría de las personas, alérgico a la hiedra y al roble (afección bastante común), es posible que no advierta su alergia hasta un día después de haberse expuesto a ellos, cuando no le alcancen ambas manos para rascarse el salpullido.

El molesto escozor y las manchas rojizas sobre la piel son causadas por el aceite toxicodendrón que se encuentra tanto en la hiedra venenosa como en el roble venenoso. Ciertas personas son más sensibles que otras e, incluso, algunas no lo son en absoluto (podrían impregnarse con la sustancia sin sufrir consecuencia alguna). No obstante, los expertos no recomiendan intentarlo. La reacción a este aceite se puede desarrollar en cualquier momento. Las soluciones para combatirlo consisten en el empleo de sustancias para eliminarlo. Pero recuerde, es posible que una medida eficaz para algunos no sea para usted.

Elimine el picor. Si ha estado en contacto con la sustancia venenosa en cuestión, pronto comprobará si es inmune o no. Inmediatamente aparecerá la erupción, pero será el picor la manifestación más molesta. He aquí lo que puede hacer al respecto.

Siéntase cómodo con la apreciada calamina. La calamina es un popular protector de la piel con un gran poder suavizante, que produce una sensación refrescante y calma el picor. En las alergias a la hiedra y al roble se produce la filtración de líquido desde los vasos sanguíneos hacia la piel. Como consecuencia aparecen ampollas que rezuman fluido. Cuando la piel se enfría, los vasos se contraen y disminuye la filtración de líquidos.

La loción de calamina también deja un residuo en polvo que ayuda a absorber los líquidos, produce una costra y evita que ésta se adhiera a la ropa. Se recomienda usar una loción de calamina 2 o 3 veces por día. Cuando las ampollas dejan de rezumar se interrumpe su aplicación, para evitar que el salpullido se seque demasiado y el picor empeore.

Suprima los aditivos. Las lociones de calamina a menudo contienen antihistamínicos, como el Benadryl, y calmantes, como la benzocaína y la lidocaína. Estas sustancias pueden ser efectivas en algunos casos, pero la relación coste- beneficio no justifica su empleo y existe el riesgo de que provoquen alergia.

Ingiera una píldora. Los antihistamínicos orales, sin embargo, son otra historia. De hecho, dos de ellos son muy recomendables. Se trata de productos que no requieren prescripción médica, uno es el Fluxal (cuyo principio activo es el maleato de clorfenamina) y otro el Benadryl, que contiene hidrocloruro de difenhidramina.


El gran error sobre el PAN

Muchos piensan que engorda demasiado y que no aporta nutrientes. ¡Qué gran error!

El pan es uno de los alimentos que contribuyen a equilibrar nuestra dieta, aunque en los últimos años se enfrenta a una fama inmerecida como causante del aumento de peso.
 
Las muestras es que no todas las familias compran pan a diario. Según el último estudio sobre su consumo elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, las personas que tienen entre 20 y 35 años son las que compran pan con menos frecuencia (17,7 días al mes de media); mientras que los más amantes de este producto son aquellas que tienen entre 46 y 55 años, que lo compran unos 20 días al mes.

NI MUCHO NI POCO. Otra creencia errónea es que no aportan nutrientes importantes, sin embargo, el componente más abundante del pan es el almidón, un hidrato de carbono complejo que proporciona energía, sacia y ayuda a no picar excesivamente entre horas.

De hecho, hay estudios (realizados en niños) que aseguran que tomar ¾ de una barra normal (es decir unos 150 g al día) reduce los niveles de obesidad y el sobrepeso en niños que tienen ambos problemas porque, esa cantidad, no se abusa ni de las proteínas ni de las grasas. Además de los hidratos, el pan aporta otros nutrientes muy valiosos para el organismo, como son fibra (especialmente el integral o de cereales), y vitaminas y minerales como el fósforo, el hierro, el calcio y el selenio.


SI LO SUPRIMES ACABAS PICANDO MAS. El efecto que tiene el suprimirlo radicalmente de la dieta diaria suele ser el contrario al deseado ya que, lejos de disminuir las calorías y controlar mejor el peso, su ausencia conduce a una mayor tendencia a tomar grasas y proteínas, lo que puede comportar un desequilibrio en la alimentación. 

Proteínas para todas las edades

Antes de hablar de los alimentos de elevado contenido proteínico y de sus particularidades, debemos definir la necesidad óptima de proteínas en las diversas franjas de edad y durante el envejecimiento. Ante todo, hay que recordar que las proteínas de origen animal son completas en aminoácidos y, en consecuencia, tienen un valor biológico superior al de las proteínas de origen vegetal, sin que por eso se justifique una contraposición ideológica entre omnívoros y vegetarianos.

Durante mucho tiempo se creyó que los ancianos deberían comer menos proteínas, ya sea para no sobrecargar los riñones, a los que compete el proceso de alejamiento del ázoe, componente “peligroso” de las proteínas animales o vegetales, ya sea por la presunción de una reducida y ralentizada renovación de la materia proteínica en edades avanzadas. Pero actualmente la mayor parte de los estudiosos considera que incluso en las fases avanzadas de la vida se debe mantener en la dieta la misma cantidad de proteínas recomendada para los adultos.

Para cubrir las necesidades de la continua renovación de la materia viviente, se necesita alrededor de un gramo de proteínas por cada kilo de peso corporal, lo cual es bastante menos de lo que come cada día el ciudadano medio, según las estadísticas oficiales.

Lo que diferencia al adulto del anciano no es en sí la necesidad cotidiana de proteínas, sino el hecho de que con la edad la función renal va perdiendo eficacia y puede presentar dificultades para eliminar ese mismo exceso de proteínas que décadas antes no habría desembocado en un aumento de la azoemia, es decir, del nivel circulante de aquellos residuos azoados cuya acumulación (hiperazoemia) comporta problemas de intoxicación que se agravan con el tiempo.

Como siempre, es la dosis lo que convierte a un alimento en útil o dañino. El proceso cotidiano de renovación de las proteínas de nuestros órganos y tejidos requiere obligatoriamente la aportación por medio de la alimentación del material en bruto (las proteínas) que el proceso de la digestión y de la absorción trasladará a la fábrica metabólica del hígado en la forma elemental de aminoácidos.


Usando una vieja imagen, los aminoácidos representan los ladrillos que constituyen las complejas estructuras proteínicas, a las cuales debemos la perpetuación de la vida. En la continua renovación de la materia viviente, al hombre se le plantea el problema de aprovisionarse, mediante la alimentación, de ocho aminoácidos ya prefabricados (llamados por ello “indispensables”), mientras que para los restantes aminoácidos la fábrica metabólica es autosuficiente siempre que disponga de ázoe, carbono, hidrógeno y oxígeno. De aquí la alta consideración que para los fisiólogos merecen la carne, el pescado, los huevos, la leche y sus derivados, que suministran todos los aminoácidos, mientras que cada uno de los productos vegetales carece siempre de uno o más aminoácidos indispensables.  

Atracción hacia aquellos cuyo nivel de autoestima está a la par del nuestro

Según un importante principio de las relaciones humanas, tendemos a sentirnos más cómodos, más “como en casa”, con personas cuyo nivel de autoestima es similar al nuestro. Los individuos con una autoestima alta tienden a ser atraídos por individuos con alta autoestima. Los individuos que la poseen de un nivel medio lo son por aquellos con autoestima media. La baja autoestima busca baja autoestima de los demás. Las relaciones más desastrosas son aquellas que se dan entre dos personas que se subestiman; la unión de dos avisos no formará una cima.

Recuerdo a una amiga que creció sintiendo que era “mala” e indigna de cariño, respeto o felicidad. Como era previsible, contrajo matrimonio con un hombre que “sabía” que no era digno de ser querido y que se sentía consumido por el odio hacia sí mismo. Se protegía tratando a los demás con crueldad antes de que ocurriera lo inverso. Ella no se quejaba de sus malos tratos, ya que “sabía “que ése era su destino. A él no le sorprendió que ella se alejara cada vez más, ya que “sabía” que nadie podría quererlo nunca.
Habían pasado veinte años de tortura juntos, “probando” cuánta razón tenían con respecto a sí mismos y a la vida. En una ocasión le pregunté a mi amiga si había sido feliz, me miró asombrada y me preguntó: “¿Acaso las personas son realmente felices?”.


Cuanto más alta es nuestra autoestima, más inclinados estamos a tratar a los demás con respeto, benevolencia, buena voluntad y justicia, ya que no tendemos a percibirlo como una amenaza y el respeto a nosotros mismos es la base del respeto a los demás.  


Las elecciones inteligentes requieren autoestima

En un mundo en el que hay más elecciones y opciones que nunca y en el que nos enfrentamos con posibilidades ilimitadas en cualquier dirección hacia donde miremos, necesitamos un nivel más elevado de autonomía. Esto implica una mayor necesidad de ejercer un juicio independiente, de cultivar nuestros propios recursos y de asumir responsabilidades son las elecciones, valores y acciones que dan forma a nuestras vidas; una mayor necesidad de confiar, de creer en nosotros mismos desde un punto de vista objetivo.

Cuanta más elecciones y decisiones necesitemos tomar conscientemente, más urgente será nuestra necesidad de autoestima.

En la medida en que confiemos en la eficacia de nuestras mentes, en nuestra capacidad de pensar, aprender, comprender, tenderemos a perseverar cuando nos enfrentemos a desafíos difíciles o complejos. Si somos constantes, seguramente obtendremos más triunfos que fracasos confirmando y reafirmando así nuestro sentido de eficacia. Por el contrario, cuanto más dudemos de la eficacia de nuestras mentes y desconfiemos de nuestro pensamiento, en vez de perseverar seguramente nos rendiremos. En consecuencia, será más frecuente el fracaso que el triunfo, con lo que confirmaremos nuestra autoevaluación negativa.
 
La autoestima positiva busca objetivos exigentes que la estimulen y el lograrlos la alimenta. La baja autoestima busca la seguridad de lo conocido y poco exigente; limitarse a ello debilita la autoestima.

Cuanto más alta sea nuestra autoestima, mejor equipados estaremos para enfrentarnos a la adversidad en nuestras profesiones y en nuestras vidas personales; cuanto más rápido nos levantemos después de una caída, más energía tendremos para comenzar de nuevo; seremos más ambiciosos, no necesariamente en sentido profesional o económico, sino en cuanto a lo que esperamos experimentar en la vida: emocional, creativa, espiritualmente. Cuanto más baja es nuestra autoestima, a menos aspiramos y menos logros obtenemos. Los dos caminos tienden a refirmarse y a perpetuarse.


Si nuestra autoestima es alta, más dispuestos estamos a entablar relaciones positivas y a rechazar las nocivas. Los similares se atraen, la salud atrae a la salud y la vitalidad y la apertura a los otros son naturalmente más atractivas para las personas con una autoestima positiva que la vacuidad y la dependencia. 

La novia y las supersticiones

Las supersticiones relacionadas con las novias son de diversa índole, según las circunstancias que concurran tanto en los preparativos como en la ceremonia nupcial.

Catulo dice en sus Poemas: “Levantad a la novia bien alto, por encima del nuevo umbral para que tenga buena suerte”.

La creencia popular señala que trae buena suerte levantar a la novia al cruzar el umbral del hogar del nuevo matrimonio, pues de esta forma queda protegida de cualquier hechizo.

Otra versión puntualiza que se cruza a la novia en brazos por el umbral de la nueva casa para evitar que tropiece y atraiga con su caída la mala suerte.

Las novias son objeto de diversas supersticiones. Una de las más conocidas es la de tirar el ramo: la chica que lo recoja será la próxima que contrae matrimonio. Esta tradición supersticiosa es de origen estadounidense.

Respecto al vestido de novia también existen diversas supersticiones. Entre ellas: trae mala suerte que el novio vea a la novia vestida con el traje de boda antes de la ceremonia.

También es de mal agüero que la novia se pruebe su vestido a la luz de las velas o probárselo completo la víspera de la boda.

Si la modista cose uno de sus cabellos en el dobladillo del vestido traerá buena suerte a la novia.

Se dice que si la novia lleva perlas será desgraciada.

También se dice que si el día de la boda llueve la novia será desgraciada; si, por el contrario, luce el Sol será dichosa.

Es creencia popular que según alumbre la vela de la novia durante la ceremonia así será su vida conyugal: feliz si la vela alumbra durante mucho tiempo, desgraciada si se consume pronto.


En sus Memorias, Heinrich Heine escribe que si un enemigo desea que la novia sea estéril ha de llevar un cerrojo a la ceremonia de la boda, y cerrarlo en el preciso momento en que la víctima del embrujo pronuncie el “sí quiero”.

La presión arterial (III)

Relación con el calcio. Este elemento parece tener un efecto positivo sobre la hipertensión en algunas personas. Sin embargo, las investigaciones aún continúan con el objetivo de determinar quién responderá favorablemente al calcio. Al parecer, los hipertensos sensibles a la sal (que representan alrededor de la mitad de los casos) responden bien al calcio. De modo que, si la sal no es buena para usted, sí lo es el calcio.

Evite los ejercicios isométricos. Haga ejercicio como parte de un programa para reducir la hipertensión. Se recomienda eliminar los ejercicios isométricos (p. ej., levantar pesas) del tratamiento, ya que pueden elevar de forma súbita la presión arterial.

En cambio, practique aerobic. Aunque los estudios han demostrado que los ejercicios de aerobic son muy beneficiosos para la presión arterial, los hipertensos siempre deben practicarlos con precaución.

Por lo general, se comienza caminando 400 m a marcha rápida, aumentando gradualmente hasta 2 km. Más adelante, se empieza a correr (siempre y cuando haya superado las pruebas médicas e, incluso, un electrocardiograma).

Este ejercicio es efectivo porque estimula a que los vasos sanguíneos se abran y, en consecuencia, la presión arterial baja. Aunque durante la práctica del ejercicio la presión aumenta, al finalizar tiende a bajar y, después, cuando vuelve a subir su ascenso es menor.

La natación, el ciclismo y caminar a paso rápido lleva un poco más de tiempo, pero los resultados son similares. Lo importante es que la caminata sea enérgica. Comience haciendo los 400 m en 4 minutos, y acabe los 2 Km en 15 minutos o menos.


Hágase vegetariano. Se ha comprobado que los vegetarianos tienen la presión más baja que la mayoría de la gente (10-15 mmHg), tanto la diastólica como la sistólica. Lo curioso es que nadie sabe por qué. Probablemente se debe a que sus dietas no incluyen el cigarrillo, la bebida y el exceso de comida. 

La presión arterial (II)



Elimine la sal. La relación entre el sodio y la presión arterial nunca ha podido demostrarse fuera de toda duda. Sin embargo, se sabe que existe un grupo de hipertensos sensibles a la sal, y usted puede pertenecer a él.

Para saberlo, no existe otra manera que someterse a una dieta baja en sodio y observar cuál es su efecto en la presión arterial. Se recomienda disminuir la sal en unos 5 g diarios, lo cual representa la mitad de la ingesta normal de cada día. Cuando comienzan a disminuir la sal, la mayoría de las personas descubren que les resulta más fácil de lo que creían. En resumen, elimine la sal, pero no crea que esto es todo lo que ha de hacerse.

Disminuya el alcohol. En este caso, la relación entre el consumo de alcohol y la presión arterial elevada ha sido bien comprobada. Por lo tanto, los hipertensos deben reducir el consumo de alcohol.

¿Por qué no se les recomienda que eliminen completamente el consumo de alcohol? Porque las investigaciones han demostrado que las personas que beben una cantidad moderada de alcohol tienen la presión arterial más baja que los que beben mucho, pero también que los que no beben en absoluto.

Uno o dos vasos por día no causan probablemente un efecto perjudicial sobre la presión arterial, pero una cantidad superior ya entraña riesgos.

Aumente la ingestión de potasio. Incrementar los niveles de este mineral puede ayudar mucho a controlar la presión arterial. El número de hipertensos que responde al potasio parece depender de la duración de los estudios efectuados. En un estudio de 2 semanas se comprobó una reducción en el 30% de los casos, pero si se prolongara hasta 8 semanas, probablemente la cifra alcanzaría el 70%.

Algunos médicos opinan que la cantidad total de potasio que se consuma no es tan importante como mantener la proporción correcta de sodio/potasio en la dieta. El beneficio parece evidente cuando la ingestión de potasio es 3 veces mayor que la de sodio. Si usted está llevando a cabo una dieta baja en sal y consume 2 g diarios de sodio (lo cual representa 5 g de sal de mesa), debe consumir 6 g de potasio.


¿Cómo saber si es suficiente? Bien, en realidad es prácticamente imposible hace una dieta baja en sal que no sea rica en potasio. Asimismo, es difícil evitar el potasio si se come mucha cantidad de alimentos naturales.  Ejemplos de ellos son las patatas, la fruta fresca y el pescado. Para calcular las proporciones, tal vez sea necesario consultar las tablas nutritivas de los alimentos.

Continuará en la próxima entrada

La presión arterial (I)

La presión arterial elevada (Hipertensión) ocupa el tercer lugar entre las enfermedades crónicas de los EE.UU., después de la sinusitis y la artritis.

No obstante, más importante que su situación con respecto a otras enfermedades es su significado en las personas de edad avanzada. De todos los factores de riesgo de un ataque de corazón, la hipertensión arterial es un indicativo de una precisión sorprendente para predecir quién tendrá una enfermedad cardiovascular después de los 65 años.

Por otra parte, conviene saber que alrededor del 70% de los pacientes tienen hipertensión leve, es decir, que los niveles de presión diastólica son de 90-105 mmHg. Se han producido algunos cambios importantes para el tratamiento de esta población. La atención se ha centrado en las terapias sin medicamentos.

La mayoría de las personas con hipertensión leve se muestran favorables a la propuesta de las terapias sin fármacos u opinan que, al menos, se debería intentar.

Los siguientes remedios están concebidos para ayudar a las personas con hipertensión leve a alcanzar un buen control de su afección. Si usted ya está tomando medicamentos para la presión arterial, necesitará adecuar su dosis, para lo cual se recomienda consultar al médico antes de hacer cualquier cambio.

Controle el peso. Si bien muchos hipertensos son delgados, las personas obesas tienden a padecer hipertensión 3 veces más que la gente de peso normal.

La obesidad comienza cuando el peso está un 20% por encima del peso ideal para su altura y estructura de los huesos. Sin embargo, los individuos obesos no necesitan bajar esta cantidad para reducir la presión arterial alta. En un estudio realizado en Israel se comprobó que las personas obesas hipertensas pueden alcanzar niveles de presión normales con sólo bajar la mitad de su exceso de peso, incluso si siguen siendo obesas.


La pérdida de cantidades de peso relativamente menores puede asociarse a una caída de la presión arterial. Por lo tanto, aunque una persona no pueda reducir todo su exceso de peso, cualquier pérdida, por mínima que sea, ayudará a disminuir la presión arterial.

Continuamos en la próxima entrada. 

Los minerales (II)

Un caso opuesto al calcio, o sea, de aporte excesivo con los alimentos, lo representa el sodio. El sodio interviene en la regulación del equilibrio hídrico del organismo, e la contracción muscular y en la transmisión nerviosa. En condiciones normales es difícil que se produzca una carencia de sodio, hasta el punto de que en los estándares alimentarios las recomendaciones sobre socio, potasio y cloro ni siquiera aparecen. En todo caso, se recomienda lo contrario. El gusto del hombre, sometido durante siglos al uso de la sal de cocina (cloruro sódico) como único conservante de los alimentos, le lleva a consumir todavía cantidades excesivas de sal y, por tanto, de sodio (sodio constituye casi la mitad del peso de la sal). Las investigaciones epidemiológicas de los últimos años han demostrado que existen troncos étnicos particularmente “sodios sensibles” en los que un elevado consumo de sal (por encima de los 3-6 gramos diarios, contra los 12-15 gramos de media utilizados en los países mediterráneos) contribuye al aumento de la presión arterial.

Tampoco en el caso de otros minerales indispensables en proporciones mínimas, se debe temer su carencia sino, en todo caso, su excesivo aporte, tal vez como resultado del consumo prolongado de fármacos no prescritos por el médico. Por ejemplo, el selenio, publicitado incluso por colectivos no pertenecientes a la clase médica por sus propiedades antioxidantes, puede resultar tóxico en dosis relativamente poco más altas que las utilizadas en su versión farmacológica.


Como siempre, la variedad y la alternancia de las opciones alimenticias garantizan a cualquier persona sana todos los elementos minerales en proporciones suficientes para contribuir al mantenimiento de su salud. Corresponde únicamente al médico decidir un posible aporte suplementario en circunstancias específicas, entre ellas precisamente la senilidad. 

Los minerales (I)

Como ocurre con las vitaminas, los minerales tampoco aportan calorías, pero actúan como catalizadores para la liberación de energía y regulan muchas funciones del organismo, sin contar el papel que desempeñan en el desarrollo y en la vida de los tejidos corporales. Por lo menos 21 minerales se consideran esenciales para el hombre, algunos en cantidades que se miden en gramos (calcio, fósforo, cloro, potasio, azufre, socio y magnesio) y otros en cantidades tan mínimas que justifican el término de oligoelementos o minerales rastro.


Una vez más debemos repetir que una dieta variada proporciona cantidades más que adecuadas de todos los minerales necesarios. A diferencia de lo que sucede con las vitaminas, ni siquiera los procesos de cocción reducen el contenido en minerales de los alimentos, salvo una ligera pérdida en el líquido de cocción, por otra parte, recuperable si se utiliza para hace sopa. Sólo pueden presentarse problemas de carencia como consecuencia de determinados comportamientos, como ocurre en el caso de los vegetarianos más rigurosos, que, además de disponer de menos fuentes de hierro y de calcio en su alimentación, deben hacer frente también a la dificultad de absorción causada por un exceso de fibras vegetales y de oxalatos Una situación análoga puede darse también en los ancianos, que, demasiado a menudo, reducen su ingestión de carne por los motivos más diversos, desde la dificultad de masticación hasta el temor a aumentar la azoemia o los niveles de ácido úrico.

En particular, la carencia de calcio puede agravar el fenómeno fisiológico que con el aumento de la edad desemboca en el empobrecimiento del patrimonio de calcio de los huesos (osteoporosis senil). La sustancia ósea, como toda materia viviente, también experimenta una continua remodelación, caracterizada en el envejecimiento por el progresivo catabolismo, es decir, por la prevalencia de los fenómenos destructores sobre los reconstructores. En esta situación, compleja y multifactorial, un mayor aporte de calcio no basta para frenar la descalcificación, pero puede ralentizarla y contenerla dentro de límites menos perjudiciales. Por este motivo, los expertos aconsejan un mayor aporte de calcio alimentario en los jóvenes (cuando el calcio puede garantizar la mejor osificación posible) y más allá de los 60 años (cuando es necesario frenar el aumento de su pérdida).


La fuente básica de calcio es la leche con todos sus derivados, ya que de ellos se absorbe más fácilmente. A este respecto, conviene volver a llamar la atención sobre la osteoporosis senil, una patología grave y compleja en la que el calcio alimentario siempre desempeña un papel, aunque no de primer orden. La necesidad de calcio en los países mediterráneos se satisface, e sus dos terceras partes, mediante la ingestión de leche y queso, y, por tanto, es preciso reflexionar bien y sopesar las ventajas y los inconvenientes que podrían derivarse de una reducción demasiado drástica de estos productos en los ancianos por temor a una presunta hipercolesterolemia.

Continua en la próxima entrada. 

El ansiolítico de la antigüedad

El juego, la compañía, la buena mesa son momentos especialmente dichosos que llenan nuestras vidas. Y, sin embargo, hemos de dedicar algunas palabras a tratar de un ingrediente que sabe dar algo más, que convierte el placer de la compañía en algo aún más intenso: el vino.

“¿A quién no le ha hecho locuaz el vino?”, se pregunta el poeta Horacio, hace dos mil años. Los antiguos conocían ya el efecto liberador del vino y su capacidad para favorecer las relaciones humanas. El convite, el banquete, durante el cual el hombre romano se tumbaba en el triclinium, era el lugar ideal en el que volvía a florecer la amistad, en un contexto muy especial, que se avivaba y se caldeaba gracias a la buena mesa, a vino, al canto y a la danza. El tumbarse en el inclinium, con la consiguiente relajación física indican simbólicamente el alejamiento de las preocupaciones y de los afanes.

Indudablemente el vino ha sido el ansiolítico más difundido de la humanidad, capaz de darle un poco de alegría a la existencia: “Es placentero, sigue cantando el poeta Horacio, librarse de la angustia… con el dulce Evius.” Evius era un apodo de Baco, el dios del vino, hijo de Júpiter y de Semele, inspirador de poetas y “libertador” de cuitas.

Horacio retoma en sus composiciones un tema predilecto de la poesía convival griega, los placeres del banquete, en el que el vino tiene un significado humano particular.

Por otra parte, hay toda una tradición, que se remonta a los orígenes de la historia, ligada al consumo del vino. El cristianismo, siguiendo con una tradición ya presente en el hebraísmo, le ha dado al vino un valor ritual, religioso, favoreciendo u difusión. Y así leemos en la Biblia: “Noé empezó a trabajar la tierra y plantó la viña. Y bebió vino, y se emborrachó…”

¿Cuántos no habrán sentido una mayor soltura a la hora de hablar, y en sus gestos, tras haber bebido a sorbos un buen vano de vino? Naturalmente, estoy hablando de beber de forma equilibrada, controlada. Es bien sabido que cuando el vino se convierte en un medio para mitigar la ansiedad y la tensión debidas a los problemas de la vida, cuando aparece la necesidad de aumentar constantemente la cantidad de la ingesta, cuando se tiene necesidad de beber solos, adopta la función de una droga y se convierte a su vez en un problema para el individuo. Pero entonces empezamos a hallarnos en algo que ya no es un comportamiento libre y autónomo, característica fundamental de un uso inteligente del vino.


El vino y la buena mesa, como sabiamente habían enseñado los antiguos, se pueden vivir como una forma de convertir los instantes de esta vida en algo más vivo y gozoso, una manera para detener, aunque sólo por poco tiempo, el paso fugaz del tiempo que arrastra inexorablemente nuestra existencia, acercándonos a la muerte, a la señora de la vida. 

La buena mesa

Estáis cenando en casa de un amigo; hay otras personas sentadas a la mesa. Entre ellas, algunas con las que ya tenéis una cierta confianza, mientras que a otras no las habéis tratado nunca o simplemente d forma muy superficial. Entre un bocado y otro, entre dos carcajadas, la conversación recae sobre un argumento conocido. Al principio os dirigís a vuestros interlocutores habituales, pero esa vez interviene una chica/chico a la que sólo conocéis de vista. No dice nada en especial, nada nuevo, pero os “atrae” lo mismo; notáis que esa forma de hacerse notar, el ambiente cordial que se ha creado ente los invitados, el placer, el sabor de la comida, regada de vez en cuando por un buen vino, han tenido su importancia, a la hora de hacer que una determinada persona os pareciera “interesante”. En vuestro fuero interno nace un deseo de cultivar ese nuevo sentimiento, dedicándole una parte de vuestro tiempo libre. Es el principio de una relación…

He descrito una experiencia en la que podemos reconocernos a nosotros mismos sin dificultad; el comienzo de una relación nueva, de amor o de amistad, no importa; se trata, de todas formas, del comienzo de una relación humana. Los amigos, la compañía, el placer de estar juntos, nos traen a la memoria el placer de alguna comida agradable o de alguna cena en la que hablamos de esto y de aquello. El juego colectivo refuerza la amistad, pero ¿qué podemos decir de una buena cena acompañados? Personas a las que antes veíamos bajo un único perfil, adquieren un halo distinto, más cálido, más cercano a nosotros, tras haber pasado algunas horas agradables sentados con ellas alrededor de una mesa.


Una invitación para comer juntos puede ser el colofón de un trabajo realizado, una manera amistosa para dejar de estar en deuda con quien nos ha ayudado, una ocasión de reforzar nuevas relaciones; puede crear el clima favorable para poner en marcha alguna importante actividad. Los preparativos, el placer, mezclado con la sorpresa la elección de los platos, son ingredientes fundamentales de ese momento especial, que exige todo nuestro tacto, nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia.

Las alergias (II)

Trate sus síntomas. Es importante evitar que alguna de las sustancias irritantes lo molesten; sin embargo, puede reducirse su efecto. Las pastillas antialérgicas que su médico le recomienda pueden ser de gran ayuda cuando realiza incursiones por otros ambientes, pero no debe fiarse enteramente de ellas. Los antihistamínicos de venta sin receta son muy efectivos para las narices húmedas y los ojos rojos que no paran de escocer. No obstante, si su alergia persiste más de 5-7 días, debe consultar a un médico.

Instale aire acondicionado en su casa. Ésta es, probablemente, la medida más efectiva para disminuir los problemas del polen y también puede ayudar a aliviar los del moho y de los ácaros.

La idea básica es crear un oasis. Si usted lo desea, puede hacer que su casa sea un santuario, un lugar en donde pueda recluirse.

El aire acondicionado puede ayudar de dos maneras: manteniendo la humedad baja, lo cual desalienta a los ácaros y al moho, y filtrando el aire mientas lo enfría, en el caso de que también instale un purificador de aire. Sin embargo, lo mejor de todo es cerrar herméticamente la casa. Si las ventanas permanecen abiertas, el interior estará tan lleno de polen como el exterior.

                          


Instale aire acondicionado en su coche. Si caminar por el exterior de su casa le provoca estornudos y respiración con silbidos, imagínese el efecto de todas esas nubes de polen cuando va en coche a cierta velocidad.

Sea razonable e instale aire acondicionado también en su coche. Si le resulta oneroso, piense que lo hace por su salud.

Instale un purificador ambiental. Cuando los expertos opinan que se debe instalar un purificador de aire, se refieren a uno de alta calidad industrial, que se instala en la entrada o la salida de aire del sistema central de la calefacción y de la refrigeración.

Los purificadores de aire que se instalan en una habitación eliminan algunas partículas del aire, pero también lo hacen circular, por eso algunos opinan que el remedio es peor que la enfermedad, pero que, sin embargo, sirven para quitar el polen que ya está en el aire.


Utilice un deshumidificador. Si mantiene el aire limpio en su casa obtendrá tranquilidad con respecto al polen, el moho y los pelos de los animales. Si mantiene el aire seco, disminuirá la proliferación de los ácaros. Generalmente, éstos no sobreviven a valores inferiores al 4% de humedad. Cuanto más seco mejor. 

Alergias

                                                                                                   

La alergia es una reacción del organismo frente a un cuerpo extraño que no le agrada. La nariz se obstruye y comienza a gotear, los ojos le escuecen y se le hinchan y los pulmones se congestionan.

Al igual que las personas, existen múltiples variedades de alergias. No obstante, la mayoría de ellas pueden clasificarse en tres categorías básicas: de contacto, por alimentos o por sustancias inhaladas. Estas últimas son las más comunes y se producen en respuesta a sustancias presentes en el aire respirado: el polvo doméstico, el polen, el pelo de los animales domésticos y los mohos.

El polvo doméstico contiene infinidad de elementos. Las personas son alérgicas a diferentes cosas (p.ej., partes de las cucarachas, que son bastante potentes), pero el principal problema radica en los ácaros que se encuentran en el pobo doméstico.

Estos ácaros son partículas microscópicas de la familia de las garrapatas y las arañas. Pero el principal problema no reside en los ácaros vivos, sino en la materia fecal que depositan cuando se pasean por las alfombras los muebles, su hábitat primario, y las reacciones que causan sus cuerpos muertos.

En cuanto a los otros alérgenos, el polen proviene del exterior, el pelo de los animales domésticos se cae permanentemente y los mohos crecen en lugares oscuros y húmedos. No importa con cuál de ellos tropiece: si usted es alérgico no parar a de estornudar.

Todas las casas no albergan estos cuatro tipos de alérgenos, pero debido a que ninguna casa está herméticamente sellada, es muy probable que tenga uno o dos.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Existe acaso alguna solución para estos omnipresentes moradores de las casas modernas o, por el contrario, las personas alérgicas están condenadas a una vida interminable de estornudos y dificultad para respirar?


Quédese tranquilo: todavía hay muchas cosas que usted puede hacer para reducir las desgracias que la alergia puede causar en su vida. En la próxima entrada les brindo una lista de consejos médicos que lo colocarán en el sendero adecuado para respirar sin dificultad y evitar que se le sequen los ojos.