Este
síndrome ha sido descrito por el médico argentino Carlos Bauzá y publicado en
la revista Nutrición y Obesidad. Según sus planteamientos, uno de los tantos
inconvenientes que tiene una mujer cuando sigue un plan de adelgazamiento es la
oposición de quienes la rodean.
Curiosamente, las mismas personas que hasta entonces le han reprochado su
gordura y su “falta de voluntad” para bajar de peso suelen ser las primeras en
oponerse a que este descenso siga, más allá de un punto arbitrario que ellas
juzgan “suficiente” y que es variable para cada uno de los que opinan. Las
razones para esta oposición son múltiples y en general giran alrededor de la
estética y de la salud; también intervienen otras razones que no tienen nada
que ver con las anteriores, relacionadas con la envidia que suscita la paciente
cuando obtiene éxito en su tratamiento, siendo esta última razón mucho más
común de lo que cualquier ser humano bien pensado pueda creer.
Pero
existe una curiosa oposición por parte de los varones relacionados
afectivamente con la paciente, que denomino “síndrome del varón abandonado”.
Este “síndrome” se da por igual en maridos, novios, amantes, padres, hijos y
amigos íntimos y en él intervienen el temor, fundado o no, de perder a esa
mujer objeto de su cariño y la resistencia al cambio.
En el caso de los maridos, cuando perciben que su esposa comienza a ser mirada al caminar por la calle, en las fiestas, restaurantes, etc., o que a veces es “piropeada”, que se compra ropa nueva, manifiesta más interés por maquillarse, pintarse o salir más, suena una alarma interna que dice que algo “peligroso” está sucediendo.
Comienza entonces un lento sabotaje del tratamiento de su cónyuge que, en general, es muy poco ingenioso y consiste en traerle “algo rico” a la casa, invitarla a cenar más seguido, tentarla con comidas o golosinas, que sabe que para ella son irresistibles, diciéndole: “Come un poquito de esto; total, un poquito no te va a hacer nada”, o se muestran como verdaderos expertos en nutrición al asegurar: “Come esto, que alimenta y no engorda”.
Si en esta primera etapa no tiene éxito y su mujer continúa adelgazando, comienza entonces una, al principio plena agresión que usualmente tiene que ver con los pequeños incidentes domésticos. Si a la señora se le cae un vaso de las manos, olvida algo en el horno de la cocina o decide poner más disciplina con los niños, el comentario usual del esposo es: “¿Ves? Te está volviendo loca, ese adelgazamiento te va a llevar al psiquiatra”, o cosas similares. S esta segunda etapa tampoco tiene éxito, inicia una labor de “inteligencia” a fin de “descubrir” cuál es el amante desconocido al cual quiere impresionar o enamorar su media naranja.
En el caso de los maridos, cuando perciben que su esposa comienza a ser mirada al caminar por la calle, en las fiestas, restaurantes, etc., o que a veces es “piropeada”, que se compra ropa nueva, manifiesta más interés por maquillarse, pintarse o salir más, suena una alarma interna que dice que algo “peligroso” está sucediendo.
Comienza entonces un lento sabotaje del tratamiento de su cónyuge que, en general, es muy poco ingenioso y consiste en traerle “algo rico” a la casa, invitarla a cenar más seguido, tentarla con comidas o golosinas, que sabe que para ella son irresistibles, diciéndole: “Come un poquito de esto; total, un poquito no te va a hacer nada”, o se muestran como verdaderos expertos en nutrición al asegurar: “Come esto, que alimenta y no engorda”.
Si en esta primera etapa no tiene éxito y su mujer continúa adelgazando, comienza entonces una, al principio plena agresión que usualmente tiene que ver con los pequeños incidentes domésticos. Si a la señora se le cae un vaso de las manos, olvida algo en el horno de la cocina o decide poner más disciplina con los niños, el comentario usual del esposo es: “¿Ves? Te está volviendo loca, ese adelgazamiento te va a llevar al psiquiatra”, o cosas similares. S esta segunda etapa tampoco tiene éxito, inicia una labor de “inteligencia” a fin de “descubrir” cuál es el amante desconocido al cual quiere impresionar o enamorar su media naranja.
Por
bueno o malo que hubiese sido el funcionamiento familiar o de la pareja hasta
ese momento, antes de que la paciente comenzara a adelgazar, ahora cambia el
introducirse una modificación que produce una disfunción en la relación.