Algunos
piensan que su felicidad está en manos de los demás porque dependen de su amor
para sentirse bien. Esto es erróneo, aunque está muy extendido. Gran parte de
la equivocación quizá tenga fundamento en nuestra propia experiencia, pero es
la de los primeros años de vida cuando éramos pequeños; confundir las
necesidades del niño y las del adulto no parece un ejercicio de objetividad,
pero es lógico que nos pase si nunca nos han ayudado a reflexionar sobre ello.
En
efecto, cuando somos pequeños, durante los primeros años de nuestra vida,
dependemos de los demás para sobrevivir. El niño necesita del afecto de los que
le rodean, no puede vivir sin él.
Sin
embargo, el adulto puede sobrevivir incluso en situaciones de aislamiento, está
preparado para ello. Por supuesto que no le resultará fácil, y ojalá no tenga
que experimentar esta vivencia; pero el adulto, a diferencia del niño se tiene
a él mismo, con sus limitaciones, pero también con sus fortalezas, con el
equilibrio, el apoyo y los recursos que le dan sus experiencias, y con los
aprendizajes que ha ido elaborando a lo largo de su vida.
Es
muy frecuente que algunas personas se sientan morir ante el hecho de haber
perdido a la persona nada, o ante la discusión o el disgusto que acaban de
experimentar y que vivan con un dolor y un sufrimiento terrible. Ese
sufrimiento lo justifican como parte consustancial del amor: “Si te enamoras ya
sabes lo que te pasa, puedes ser la persona más feliz del mundo, pero también
la más desgraciada.” En ocasiones hemos oído algo parecido, ya nos lo creemos
sin necesidad de cuestionarlo, sin hacerlo pasar por nuestra mente racional.
Es
lógico que deseemos que nos quieran las personas claves de nuestra vida, pero
ello no significa que lo necesitemos para vivir.
Necesitamos
respirar, dormir, comer…, vivir en unas condiciones físicas que nos permitan
nuestra supervivencia, pero no necesitamos que nos quiera alguien en concreto para
seguir viviendo; aunque, sin duda, si nos quisiera y lo hiciera de la forma que
nosotros queremos que lo haga nos sentiríamos más felices en ese momento. Claro
que sí, pero eso no es una necesidad, es un deseo, absolutamente lógico por
otra parte, pero no esencial ni determinante para nuestra vida.
El
amor como los demás sentimientos del ser humano, tiene sus explicaciones y sus misterios;
sus grandezas y sus miserias. Pero no confundamos deseo con necesidad.
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