Ésta es la
tarea más complicada, entre otras cosas porque para liberarnos de los
condicionantes negativos de nuestro pasado primero tendremos que ser
conscientes de la cantidad de pensamientos y creencias que, en este momento
presente de nuestras vidas, aún nos siguen condicionando.
Una de las
mayores ingenuidades que cometemos los adultos es creernos que somos dueños de
nosotros mismos, cuando la realidad es que una parte importante de nuestras
conductas está automatizada; es decir, las hacemos sin darnos cuenta, como si
fuéramos pequeños robots que repetimos lo que tenemos grabado.
El ser
humano va grabando en su cerebro, que actúa como una especie de disco duro,
todo lo que va viviendo. Puntualmente quedan registrados todos los
acontecimientos que le han ocurrido, los sentimientos que le han generado, las
emociones que ha sentido (las alegrías o tristezas que ha experimentado) …,
absolutamente todo. Cuando los acontecimientos tienden a repetirse, la persona
empieza a actuar de forma mecánica, su cerebro busca hechos parecidos en su
pasado y, cuando los encuentra, desencadena de inmediato las emociones que
sintió en aquellos momentos y tiende a repetir las conductas de entonces.
No estamos
hablando del determinismo ni de la falta de libertad de las personas; no nos
confundamos, estamos hablando del comportamiento humano. En ningún momento
negamos la capacidad de elegir libremente, pero no podemos obviar como esa “elección”
la mayoría de las veces no se ha producido, simplemente se ha reproducido una conducta
ya vivida, que estaba unida a un hecho y a una emoción que ocurrieron en el
pasado, y que quedaron registrados en nuestro cerebro.
Tenemos que
aprender a vivir el presente sin los condicionantes negativos de nuestro
pasado. “Hoy es el mañana de ayer”
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