En muchas ocasiones el problema no consiste en coger un camino equivocado, sino en no ver ningún camino. Hay momento en los que el destino parece ponernos a prueba. Hace unos días una amiga, a raíz de una situación complicada que estaba viviendo, me dijo algo así como: “Ya me contarás tú qué enseñanza se puede sacas de este problema desastroso”, y yo la dije: “No me digas que no lo ves”, “¿No te das cuenta de que después de esto cualquier cosa que te echen te parecerá una insignificancia?, tienes una oportunidad para aprender a no sentirte afectada, por mucho que un mentecato lo pretenda”.
Estábamos hablando de un tema laboral, la insistí en que jugase a sorprender a su inmerecido jefe en la primera ocasión que se le presentase; así en lugar de enfadarse o sentirse consternada ante sus descalificaciones, le respondería con una amplia sonrisa, diciéndole aquello de:”¿alguna otra aportación o por hoy ya nos has iluminado bastante?”; esta respuesta no es agresiva considerando la superficialidad el jefe en cuestión, no obstante le sugerí otras respuestas a medida, en función de su estado anímico y del ambiente imperante, si se sentía muy debil y creía que “el horno no estaba para bollos”, siempre podría sonreír y hacer un gesto como diciendo ¡hay que ser insensato! Pero eso sí, sin salir esa frase de su boca; lo máximo que podía pasar es que el mencionado jefe le preguntara ¿qué quería decir con esa sonrisa?, a lo que ella podría responder “¡Ah, pero estaba sonriendo!, ¡no me había dado cuenta, me sale esa sonrisa siempre que estoy especialmente atento!
Hay una regla clave: cuando no veas ningún camino, no sigas mirando. ¡Párate! Cierra los ojos, controla tu respiración, intenta pensar en algo positivo y, cuando lo consigas, mira de nuevo y quizá ya puedas ver; pero si aún no distingues nada, no te preocupes, porque seguro que está ahí y lo único que quiere es darte una sorpresa; vuelve a concentrarte en otras cosas, a ser posible que te traiga recuerdos agradables, intenta disfrutar de esas imágenes y, cuando menos lo esperes, aparecerá lo que buscas. En casos extremos, en los que nos sentimos a punto de explotar, hagamos algún tipo de actividad física o deportiva; en casa, siempre podemos hacer algo de gimnasia o bailar, actividades ambas saludables que nos ayudan a canalizar esa energía que parece ahogarnos.
Siempre hay un camino, aunque en ese momento parezca escondido.
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