Hacia varios años que había
acabado “todo”, y se había dado cuenta que apenas recordaba cosas de su pasado,
le costaba muchísimo introducirse en el entramado de sus recuerdos y observar
alguna escena de su vida anterior, de pronto le entró el pánico, pues no se
tiene futuro sin un pasado.
¿Está bien olvidar lo que te hizo
daño?. Una cosa es curar una herida hasta su sanación completa, pero en esta
ocasión la sensación era que solo se había curado en la superficie, pero que en
el fondo aún sangraba. La prueba era que no soportaba verle u oírle, le entraba
un pánico irracional, ¿Por qué ahora que
no tenía ningún lazo con él?.
Si, no había ni el lazo de los
hijos, pues él en su momento dejó claro que no quería saber nada de ellos, con
ello él sabia que a ella le hacia daño, pues sus hijos iban a estar afectados
toda la vida por este motivo y ella solo quería lo mejor para ellos. Más tarde
una vez acostumbrada, se dio cuenta que pudiera ser lo mejor para sus hijos y
claro para ella lo mejor que le había pasado, pues no tenía ningún motivo para
volver a verle.
La fastidiaba enormemente no
tener buenos recuerdos, estaba segura que había sido muy feliz durante mucho
tiempo, pero al final todo lo malo se hizo con el poder del resto, hasta que
llegó a la conclusión que los momentos de felicidad eran solo obras de ella, con su manía de que todo funcionara como un
reloj se había creado una vida casi perfecta donde los momentos de felicidad
existían solo y exclusivamente porque ella los construía. Había estado luchando
por ser feliz toda su vida, y nunca nadie la había ayudado en ese propósito,
siempre había estado sola, y recordó como había sentido la soledad en múltiples
momentos, a pesar de estar rodeada de muchas personas.
Fue quizás entonces cuando empezó
a sentir la necesidad de escribir, de sacar los recuerdos que aún la quedaban,
y escribió y escribió, y rompió lo escrito mil veces porque sentía que se
estaba defendiendo, porque sabia que nunca debió de soportar tanto tiempo ese
dolor. En un momento dado hizo las paces consigo misma, esto no quiere decir
que se sintiera mejor, la pobre autoestima que tenia no mejoró con ello, pero
al menos se perdonó.
“¿Cuándo empezó a ser de esa forma?, puede que nunca empezara,
simplemente fue siempre así, porque para actuar de esa manera se tiene que ser
de una forma específica, tener esa característica en la personalidad. Es cierto que para ser un maltratador hace
falta una educación, una base social y familiar, pero además se tiene que tener
un carácter agresivo oculto y por supuesto una serie de complejos sin resolver.
En definitiva ser una persona sin autoestima, pero que lo disimulaba haciendo
ver que estaba seguro de si mismo.
Es gracioso pensar que esa
máscara de seguridad fuera la razón de mi enamoramiento, eso y mi juventud.
Es cierto que nací en una época en la que la mujer siempre andaba
supeditada al hombre, todos los medios de comunicación conocidos por aquel
entonces te lo indicaban, la mujer debía estar siempre a su sombra, y este era
el único con derecho a pensar y a decidir, en el colegio nos lo hacían saber,
hasta el resto de mujeres empezando por nuestras madres nos lo marcaba a fuego
en nuestra mente.
En mi familia funcionábamos así, mi padre era el simpático,
inteligente, dicharachero, el único que trabajaba en casa y por lo tanto el que
tenia todos los derechos, mi madre siempre le necesitó para tomar cualquier
decisión, el era el único con derecho a tener carácter y las mujeres de su
familia a su sombra. Y eso que mi padre tenía unas ideas bastantes liberales
para la época, por ejemplo, el siempre quiso que yo estudiara una carrera, pero
nunca supe si quería esto para que fuera más capaz y libre o para tener un buen
casamiento. Esto nunca lo pude saber pues falleció cuando yo apenas tenía 21
años.
Además tengo que confesar que soy una enamorada del amor, creo que es
el sentimiento sublime, el único, el mejor, y he jugado toda mi vida a
venerarlo como si fuera un dios poderoso. Estando enamorada es como he sido más
feliz, el poder que me da ese sentimiento, es tal que sería capaz de mover el
mundo. Mi objetivo al estar enamorada es hacer la vida perfecta a mi enamorado,
es objeto constante de mis pensamientos, me hago lista para que no le falte un
detalle, me doy a él en cuerpo y alma, ya no existe nadie que no sea él. Por
añadidura le imagino a mi antojo y pienso que es todo lo que a mi me parece
perfecto y para ello obvio todo lo malo de él y lo cambio por excelencia. Mi
mente en ese estado se vuelve tan enfermiza que haga lo que haga mi enamorado,
siempre me parecerá extraordinario.
Al principio de conocerle si en alguna ocasión observaba alguna
contradicción en su persona, yo misma lo tapaba pensando que alguna vez lo
cambiaría. ¡Que manía la que tenemos los humanos de querer cambiar al sexo
contrario!, todo el mundo sabe que los hombres y las mujeres somos diferentes,
pensamos, sentimos y obramos de formas diferentes, y aún así no lo aceptamos y
nos pasamos media vida intentando cambiar al otro, y eso solo se logra en
cortos periodos de tiempo y siempre bajo la influencia del enamoramiento.
Bajo el influjo del amor y a pesar de que yo trabajaba fuera de casa en
condiciones poco propicias, cada problema que el tenia, cada disgusto ó
contratiempo, lo intentaba solucionar
por mi misma y así hice poco a poco recaer en mi todas las tareas domesticas,
económicas, familiares y más tarde las que aparecieron con los hijos, todo con
el propósito de que él fuera completamente feliz pues siéndolo él yo lo era
más.
Estuve bajo ese sentimiento mucho más de lo que nadie puede pensar,
porque me retroalimentaba de mis ensoñaciones y siempre justificaba sus
errores. A estas alturas ya sabemos que para ser de esta forma hay que tener
una autoestima muy baja, y esto añade el pensar que una tiene la culpa de todo
lo malo que pase, de no ser merecedora del mismo cariño que entrega, sino todo
lo contrario.
Puede ser que estas personas enfermas de orgullo y recibiendo todo lo
mejor de la vida, empiezan a pensar que son excepcionales y que todos sus actos
son perfectos y en lugar de agradecer todo lo que reciben de esa persona que
los idolatra, arremeten contra ella pensando que son la causa de sus males.
Además, cada día se hacia más dependiente a mi y a cada momento le
demostraba unas capacidades que él no poseía y eso le molestaba, por lo que en contraposición conmigo empezó a necesitar humillarme y mi absoluta sumisión para estar
contento, ya que así no peligraba su situación de poder.
Empezó a tener unos terribles celos
infundados además de estar de mal humor constantemente y a pensar que todo el
mundo estaba contra él, pero siempre tenía justificación para sus enfados, ya
que siempre había alguien culpable de ellos. No solo no podía ver o quedar con
mis amigas, además cada día que pasaba se negaba a que tuviéramos algún
contacto con otras personas. Incluso llegó
a tener celos de sus hijos. Según sus
propias palabras yo quería más a mis amigos o a mis hijos que a él.
Cuando quise darme cuenta de lo que había llegado a ser mi vida, habían
pasado más de 25 años, si es cierto que los últimos diez ya sabia que aquello
no funcionaba como debería, pero aún así la costumbre de lucha continua por las
cosas hizo que siguiera intentando que todo fuera bien.
Dejé de quererle, cambié el sentimiento por asco y por supuesto me
volví a enamorar platónicamente de otra persona que hacia mi vida más
llevadera, entre los dos no había sexo, ni convivencia, ni ningún compromiso y
eso para mi era perfecto, hacia que tuviera una ilusión y me hacia sentir
querida, y sin embargo me creía que no estaba engañando a mi marido. Mucho más tarde me di cuenta que aunque no lo
fuera en la práctica era el adulterio peor que pueda existir, porque si un día
te acuestas con otra persona puede ser que estés engañando a tu marido, pero
puedes seguir enamorado de él, mientras que de esta forma no lo estaba, y mis
pensamientos estaban a años luz de él. Mi marido empezó a darse cuenta que
siempre estaba en babia, que me arreglaba más y de alguna forma debió ver algún
brillo diferente en mis ojos. Claro que la otra persona no estuvo dispuesta a
vivir eternamente esa historia, pues era una persona sin lazos de unión y que
necesitaba una historia real de amor con todo lo que ello conlleva, así que la
historia tuvo que terminar.
Creo que entonces fue también el principio del fin de mi matrimonio,
sin ilusión que me hiciera seguir soportándole, el día que menos podía pensar me encaré con él y puse punto final a
la relación.
Pero todo esto ¿fue real, o es, como con tantas cosas un recuerdo maquillado?,
porque si de algo estoy segura a estas alturas de mi vida es que cambiamos a
propósito nuestros recuerdos como si todos los componentes fueran una pieza
teatral en la que somos los guionistas, para poder superar todo aquello que nos
hizo daño o cambiarlo a lo que realmente quisimos que fuera. Nos creamos nuestro pasado cogiendo nuestros
recuerdos y cambiando a voluntad lo que creemos que fue, para así disculparnos
de todo aquello que fuimos y que no nos gustó. No es que cambiemos las cosas
para que fueran fantásticas, solo las cambiamos lo suficiente como coartada de
nuestras propias acciones. Y cuando no podemos maquillar los recuerdos, los
ocultamos en nuestra mente. Por ello este ejercicio de escribir mi pasado me
cuesta tanto, ya que tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar como fue mi
vida en los 31 años que compartimos.”
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