El espíritu de adaptación

Entre los diferentes comportamientos que se consideran inteligentes aparece siempre la adaptación, es decir, la capacidad que tiene el individuo para saber adaptarse a las circunstancias mutables del ambiente físico y social.

Los hechos de la vida individual son en gran parte imprevisibles. Por otra parte, la sociedad evoluciona muy rápidamente en el mundo moderno y contemporáneo. En épocas pasadas jamás había sucedido que la organización del trabajo de nuestro tiempo, y por ello también de la vida privada con sus costumbres, sus ritmos (alimentación, disposición de nuestra persona, etc.), con sus profundos cambios, afectaran a generaciones enteras. Allí donde ha empezado a afianzarse la producción industrial se ha puesto a dura prueba el espíritu de adaptación de los individuos. Millones de personas han pasado de la vida campesina a la urbana, o han emigrado a ambientes culturales y socialmente distintos a los tuyos de origen.

Por su propia naturaleza, la sociedad industrializada es una sociedad en constante transformación. Basta observar lo que sucede actualmente: se está dando una gigantesca y rápida reorganización de las actividades productivas debido a la “revolución “informática, es decir, a la introducción del ordenador en el proceso productivo. Como es lógico, ello implica e implicará un esfuerzo de adaptación para las generaciones que se vean involucradas.

Vamos a ver ahora lo que significa “adaptarse”. Cuando cambia el ambiente que nos rodea (social, económico, físico), también tenemos que cambiar nosotros. Entonces, saber adaptarse significa estar abiertos a posibles modificaciones de nuestros hábitos, de nuestra vida y, a más largo plazo, incluso de nuestra forma de pensar. Así pues, la disposición a acoger en nuestro interior nuevos valores, nuevo comportamiento, a establecer nuevas relaciones con la sociedad. La inteligencia es, en pocas palabras, la capacidad de cambiar al tiempo que lo hace el mundo que nos rodea.


Un ejemplo extraído de la experiencia afectiva individual también puede expresar lo que es el espíritu de adaptación: cuando uno se enamora, es decir, cuando deja que, entre otra persona en su vida, en cierta manera tiene que adaptarse a la nueva situación cambiando él mismo. Es verdad que en este caso la fuerza del amor favorece el espíritu de adaptación y suele suceder que dos personas que están enamoradas se adaptan rápidamente una a otra, sin desequilibrios.  Pero un individuo es un sistema complejo y, cuando cambia un elemento dentro de su sistema, todo el sistema ha de encontrar su equilibrio, una manera nueva de proceder. Puede que un cambio como el amor se resuelva en una potenciación de todo el sistema, pero también puede suceder que alguna parte se resienta y que el individuo muestre desequilibrios. En este caso, la inteligencia consiste en buscar un nuevo equilibrio, una manera de relacionarse con el otro. 


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