Lo positivo y lo negativo

Tenemos un problema importante en el tipo de educación que recibimos, que nos enseñó a estar siempre atentos ante lo negativo pero nada receptivos ante lo positivo. Nos pasamos la vida diciéndonos:”¡Cuidado!”, “¿Por qué habré dicho eso?”, “¡Vaya forma de actuar!!, en lugar de “¡Eres una persona que se esfuerza, que pone interés y que va a conseguir sus objetivos!”, “¡Ánimo!”, “¡Adelante!”, “Seguro que lo lograrás”, “No tengas dudas”, “¡Vales mucho!”, y cosas parecidas.

Habrá personas que sientan “pudor” pensando que “eso” es darse autobombo o autoalabarse, pero no nos confundamos. No se trata de alabarnos, vanagloriarnos y encumbrarnos en el narcisismo; en absoluto, se trata de protegernos, de animarnos, de darnos fuerzas y ponernos en la línea de salida ante el largo recorrido que nuestra mente y nuestro corazón hacen cada día.

Ya hemos comentado que el sufrimiento inútil no nos enseña nada, más bien nos debilita. Cuando dejamos que nuestra mente divague y se “desparrame” en pensamientos absurdos o negativos, lo único que hacemos es disponernos a machacarnos, a inmolarnos absurdamente.

¿Dejaríamos de comer y de beber para afianzar el control sobre nuestras necesidades fisiológicas? Sería absurdo, porque lo único que conseguiríamos sería someternos a un calvario que, de persistir, terminaría con nuestra propia existencia. ¿Por qué entonces nos sometemos a calvarios absurdos enredándonos en pensamientos tan negativos como irracionales?.


Insisto, no nos enseñaron a controlar nuestros pensamientos, ¡pero ya va siendo hora de que aprendamos a hacerlo!

                                         

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